Capítulo VII

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La sociedad ha cambiado mucho en los últimos años. El miedo inunda las calles de la ciudad. Nos amenaza un virus descontrolado que ya ha acabado con muchas personas. O eso nos hacen creer.

-Emma, nos vamos a casa. -dije.
Mi madre alzó la mirada antes de marchar con Rachel. Y le susurró algo al oído. Imagino que diría algo del estilo; cuida de ellas, que no se vayan.
Muy típico en mi madre el no hacerse cargo de sus hijas.

Me levanté y cogí a mi hermana por el brazo con el propósito de marcharnos de aquel lugar, un lugar que solo me provocaba rechazo. Como Rachel y mi madre habían marchado juntas aproveché para cruzar rápido el patio interior y escapar por la puerta lateral. Pero no fue posible. Rachel ya había ordenado que cerraran las puertas y, que bajo ningún concepto, nos dejaran huir.

Menudo marrón, en qué momento se me ocurre venir a El Dominio y buscar a mi madre para finalmente descubrir que es una traidora. Estamos aquí encerradas sin ningún motivo aparente, sentadas en un sofá de cuero sintético en el Hall del edificio, mirando las pinturas que inundan el pasillo central, pinturas que en su día fueron autenticas obras de arte y la gente pagaba por ver. Fueron requisadas por El Dominio hace unos 10 años. Me abruma no saber hasta qué punto de locura y barbarie son capaces de llegar.

-Alex, ¡mira! -gritó mi hermana

-¿Qué ocurre?

Me levanté de un salto y me aproximé al cristal que teníamos en frente, justo donde mi hermana apoyaba su rostro inocente y sorprendido. A través del ventanal pude ver una gran cantidad de personas que se aproximaban a El Dominio con pancartas y megáfonos. No sé por qué pero una sonrisa se dibujó en mi cara al ver una cabellera rubia gritar sin cesar.

-Alain. -dije.
Los soldados que se encontraban en el exterior necesitaban refuerzos para que la situación no se les fuera de las manos. Las puertas de El Dominio se abrieron de par en par para que el resto de los soldados pudieran salir. En ese momento eché a correr con mi hermana por una de las puertas y conseguimos salir de allí.

-Alex. -gritó una voz conocida.
Cuando giré vi a lo lejos a mi madre que ordenaba a unos soldados que vinieran a por nosotras. Como estaba segura de que no nos iban a disparar, volví a correr con mi hermana de la mano todo lo que pude. Llegamos hasta el grupo de manifestantes, miré a Alain, pero no me detuve, tenía que conseguir llegar hasta la bici que días antes había dejado tirada en la puerta. Milagrosamente, la bici seguía en el mismo sitio. La cogí, subí a mi hermana en el asiento de atrás y comencé a pedalear lo más rápido que pude.

Solo dispararon al cielo para intentar asustarme, cosa que no lograron ya que yo tenía muy claro que mi madre no iba a ordenar que nos hicieran daño. Yo solo quería escapar de aquel lugar en el que nos habían retenido. Y a pesar de los disparos, lo logré. Lo logramos.

Al llegar a casa, noté algo raro, como si alguien hubiera estado aquí estos días. Fui rápido al despacho de mi padre y me sorprendí al ver en la pared una gran cantidad de nombres, fotos, fechas y frases unidas todas por un hilo rojo que finalizaba en la mesa junto con una hoja en la que ponía:

          Por si no te vuelvo a ver. Hazlo por mí.
                        
                                                          -Alain.
      

No podía ser cierto, Alain había trazado en mi pared una red de personas a las que debería investigar para saber qué se ocultaba detrás de la mayor fuente de poder de la ciudad. Esto podía acabar conmigo, pero no tenía miedo. Prefiero una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila. ¿Estaré haciendo lo correcto? Cómo he de saberlo. Pero si lo consigo seré libre. Seremos libres.

No dudé ni un segundo, comencé a leer detenidamente todo lo que Alain había dejado por escrito. Estuve toda la noche buscando información en la página privada del ordenador de mi padre, ya que el internet también estaba controlado por El Dominio. Sim embargo, navegar por el internet en modo incógnito era totalmente seguro, no dejabas ningún rastro.

Comencé a buscar información de todas las personas que se encontraban en la pared, hasta que vi un nombre que provocó en mí una gran sensación de agobio, el mío. Era mi nombre ahí escrito, no sé cómo no he podido verlo antes.

Estuve durante 5 minutos observando mi nombre que no se borraba de aquella pared. Le acompañaba también mi fecha de nacimiento y una frase en francés:
         
          L'essentiel est invisible pour les yeux

                                 -Antoine de Saint-Exupéry

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