*Pi-pi-pi-piiiiiii* *Pi-pi-pi-piiiiii*
El desagradable pitido de mi despertador hizo que me despertara sobresaltada. ¿En qué día estaba? Ah, sí, jueves, solo quedaban dos días para mi esperado fin de semana. Me incorporé en mi cama con los ojos aún medio pegados por las legañas. Podía quedarme cinco minutos más en la cama, o bueno, también estarían bien diez.. pero decidido, quince. Creo que me dormí sentada hasta que de nuevo, un ruido mucho más desagradable que el de mi queridísimo reloj, me abrió los tímpanos de par en par.
- ¡JANIS BROOKS, PREPÁRATE PARA EL INSTITUTO DE UNA MISMÍSIMA VEZ! - Abrí los ojos todo lo que pude encontrándome a mi madre con los brazos en jarra, frente a mí, con la cara más roja que los tomates en primavera.
- Síiiii, síiiii - Dejé caer mis palabras de una forma totalmente pasota. Cuando volví a mirar su rostro, mi madre parecía que estaba echando humo por las orejas.
- Vale, vale, que me levanto, no te irrites.. - la miré. Joder, si ella se estaba creyendo que la estaba vacilando, no me extrañaría.
- Pues por lista te vas a ir andando hasta las clases, y que te sirva de escarmiento. - Se giró sin dirigirme ni una sola mirada y cerró la puerta de un fuerte golpe. La pintura de alrededor de los marcos se descascarilló y cayó al suelo en forma de polvito blanco.
Suspiré y me levanté del colchón. Miré la hora. Me cago en todo lo que se menea, las siete y cuarto.. y supuestamente debía estar en las clases a y media. Me vestí lo más rápído que pude, saltándome la ducha sin pensármelo dos veces. Me coloqué unos vaqueros ajustados y una jersey fino de un color verde botella. En los pies me coloqué unas botas marrones y le sonreí al espejo de mi habitación. Me colgué la mochila preparada la noche anterior y salí de casa con una tostada recién cogida de la cocina a medio morder.
Volví a mirar la hora, esta vez de mi teléfono móvil. Y veinticinco. No me iba a dar tiempo ni aunque tuviera el poder de volar. Aceleré mi paso hasta que llegué al edificio y aunque fuera tarde, me dejaron pasar. Busqué mi primera clase, Historia del Mundo Contemporáneo. Di un par de golpes con los nudillos y esperé una respuesta.
- Adelante. - La voz de mi profesora se escuchó desde el otro lado de la puerta.
La abrí y miré a mis compañeros, que me observaban de la misma manera en las que yo lo hacía a ellos.
- Señorita Brooks, ¿A qué se debe su retraso? - Tenía un semblante de un demonio en estado puro, solo que a ella le faltaban los cuernos.
- Me.. me quedé dormida. - No era capaz de mirarla a la cara, porque así sabría que tendría más oportunidades de que no me dejara entrar.
- Pase y siéntese en su sitio, debo continuar mi clase. - Alcé la vista y sonreí. Cerré la puerta tras de mí y me dirigí a mi pupitre de dos, compartido con mi mejor amiga Lea Marshall.
- No señorita Brooks, ese ya no es su asiento correspondiente. - Me giré para contemplar que me estaba mirando a través de sus pequeñas y redondas gafas.
- ¿Perdón? - Moví ligeramente la cabeza hacia los lados, intentado buscar una explicación en mi cabeza.
- Su nuevo sitio está al lado del señor Styles. - Le señaló con un leve movimiento de barbilla.
- ¿Styles? ¿Desde cuándo hay un Styles en clase? - Alcé una ceja y arrugué un poco la nariz. No me sonaba que hubiera algun No Se Qué Styles en mi clase.
- Desde hoy. - Una voz masculina hizo que se girara todo el mundo, incluso yo. El supuesto Styles, con un asiento vacío a su lado, me miraba expectante esperando a que articulara palabra, pero mi boca no se movió ni medio milímetro.
- Haga el favor de ocupar su sitio, Janis. - Noté que la paciencia de mi profesora se acababa por momentos cuando me llamó por mi nombre, así que decidí sentarme sin hacer caso omiso a la persona que tenía como acompañante.
La señora Gallagher se puso a dar la lección de todos los días, girándose de vez en cuándo para escribir en la gran pizarra verde oscura que adornaba la pared. Pero yo no podía concentrarme, unos ojos de un azul verdoso no dejaban de examinarme. Comprobé la hora del reloj colocado en la mesa de la profesora. Aún quedaban diez minutos.
- Faltan diez minutos. - Habló de una vez por todas. Tenía una voz mucho más ronca ahora, aunque hubiera susurrado.
- Me he dado cuenta. - Dije sin devolverme la mirada, no quería estar más incomoda de lo que me sentía ahora.
- ¿Alguien se ha levantado con el pie izquierdo? - Noté que sonrió de medio lado y decidí mirarle. Mala idea. En ese mismo instante deslizaba su lengua sobre sus labios entre abiertos, que hizo que se me erizaran los vellos de detrás de mi nuca.
- ¿Y ahora te comió la lengua el gato? - La sonrisa de chulo que apareció en su cara no se la quitaba nadie. Me estaban dando ganas de partirle la boca de un guantazo, pero yo misma sabía que no era capaz.
Tampoco respondí a eso y sólo me dediqué a examinarle. Era bastante guapo, no podía negarlo. Pelo ligeramente rizado, una dentadura perfecta y blanca, y muchos tatuajes asomaban bajo la manga de su camiseta.
El timbre sonó y se levantó aguantándose lo que yo pensé que era una sonrisa. Cogí aire para decirle cuatro cosas, pero en medio de la acción, me interrumpió.
- Harry, llamamé. - Me guiñó un ojo y lanzó un papel arrugado sobre la mesa, y sin más dilación salió por la puerta dejándome con la palabra en la boca.