Nota: Para comprender toda la historia es recomendable leer mi otra historia "El príncipe de fuego", dado que Frozen Souls es la secuela de la misma.
El reino de Arendelle se veía iluminado por los primeros rayos del sol de aquel veintiuno de junio. Han pasado tres meses desde los terribles acontecimientos relacionados con Dragnor y Hans, aunque por suerte todo terminó bien para ambos reinos y sus representantes.
La reina Elsa aún se estaba recuperando emocionalmente de todo aquello, pues aunque no le afectara de forma externa, en su interior aún mantenía cierta emoción intranquila y sus poderes lo manifestaban como venía siendo habitual, por suerte contó con el apoyo de su hermana, Olaf, Kristoff, Sven y todo el reino, sumando a aquello que cualquier tensión que pudiera haber entre Arendelle y las Islas del Sur había desaparecido por completo, por lo que Elsa cada vez se encontraba mejor con el mundo que había a su alrededor; ya no tenía que esconderse de nadie, tenía seres queridos en los que apoyarse y no tenía ningún problema monárquico con otros reinos, sin embargo, aquella mañana se sentía diferente, se trataba ni más ni menos que del cumpleaños de su hermana, en concreto su decimonoveno cumpleaños, y para Elsa era un evento de suma importancia y realmente emocionante, cualquiera diría que la reina estaba mas nerviosa que la propia Anna.
-Bien, ¿tienes todo preparado?
-Todo preparado para empezar, Sven y yo le estamos dando los últimos toques a la decoración.
Kristoff y Elsa se encontraban hablando en las puertas del palacio mientras salían a la gran plaza de la entrada junto a Olaf, en ella les estaba esperando Sven con cuatro cubos de pintura colocados en su cornamenta, dos en cada cuerno. La reina y el vendedor de hielo habían procurado levantarse antes que Anna para darle así a la princesa la gran sorpresa que esperaba el día de su cumpleaños.
-Kristoff, es un día muy importante para todos, sabes que nada puede salir mal. –dijo la reina, con algo de preocupación en su rostro.
-¡Tranquila! Lo tengo todo bajo control, será mejor que vayas a despertar a tu hermana, yo acabaré con esto de inmediato. -comentó el rubio mientras cogía un gran pincel y comenzaba a pintar algunos trozos de papel depositados en el suelo después de mojar la herramienta en los cubos que Sven portaba.
-Tienes razón, supongo que me estoy preocupando demasiado, ¿qué podría salir mal? -Elsa cambió su rostro intranquilo a uno mas alegre, aunque de manera forzada, tratando de convencerse a sí misma de que no deberían tener ningún problema.
Cuando la reina se dispuso a entrar de nuevo al castillo se fijó en un detalle en el que ya se había fijado varias veces aquella mañana, en esta ocasión se trataba de una tarta la cual parecía bastante aburrida a la vista, o al menos así lo veía Elsa, por lo que con un elegante movimiento de su mano, creó una pequeña figura de hielo sobre ella, una estatuilla que representaba a Anna.
-No, está muy sola... -acto seguido, la reina volvió a repetir el proceso cambiando numerosas veces la forma de la figura; primero al momento de la coronación, pasando por la situación crítica en el que Elsa creía que su hermana se había congelado por completo, y finalizando con una escena donde las dos patinaban juntas y felices-. Muy estiradas... ¡No, no, esa no! Venga Elsa, es para Anna, puedes hacerlo...
-¡Relájate! Está genial. -intentaba animar Kristoff mientras le daba las últimas pinceladas a su proyecto de decoración.
-Es que quiero que quede perfecto...
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Frozen Souls.
FanfictionLa reina Elsa creyó haber abandonado todo el miedo y la maldad que albergaban sus poderes, pero... ¿y si lo único que consiguió fue un problema mayor? ¿Logrará acabar con su propia oscuridad? [Continuación de "El príncipe de fuego."]