4

564 45 12
                                    

El despertador sonó por segundo día consecutivo. Un día más, desperté con la mente despejada, hasta que segundos después volví a recordarlo todo y mi vida volvió a derrumbarse.

Me quedé tumbada en la cama mirando el techo, pensando en el día que tenía por delante. Recordé que la primera clase de ese día sería educación física y lo último que me apetecía era hacer ejercicio tan temprano. Decidí ir a clase a segunda hora de la mañana, retrasé el despertador unos cuarenta minutos y me tumbé de nuevo en la cama. Ya estaba preparada para dormir un rato más, cuando escuché los pasos de mi madre detrás de la puerta.

- No pienses que te vas a quedar durmiendo, venga - intentaba que su voz sonara autoritaria, pero no podía esconder la dulzura en su tono. Sabía que para ella también estaba siendo difícil, Normani era como una más de nuestra familia.

Suspiré y me incorporé, si iba a ir a clase tenía que ponerme en marcha, ya había perdido demasiado tiempo. Fue hacia mi armario y cogí unos pantalones cualquiera para hacer deporte además de una camiseta. También preparé una mochila con unos pantalones negros rasgados por las rodillas y otra camiseta, usaría esa ropa después de la primera clase, pues supuse que iba a sudar.

Después de arreglarme lo necesario para comenzar el día, comencé a bajar las escaleras hacia la cocina, donde pude escuchar a mis padres conversar.

- ¿Y Lauren? - preguntó mi padre. Escuché unas llaves, así que supuse que ya estaba cerca de la puerta esperando que mis hermanos acabaran de desayunar para llevarnos a clase.

- Quería quedarse durmiendo - respondió mi madre, y por el sonido de agua que se escuchaba, supe que estaba lavando los platos que habían usado para el desayuno.

- Deja que se quede, está siendo muy difícil para ella... - mi padre salió en mi defensa, como siempre hacía.

- Quedarse en la cama como ha hecho durante todo el verano no le va a hacer nada de bien, tiene que seguir con su vida. Por mucho que le cueste y le duela, sabe que lo hago por su bien - respondió mi madre con un tono calmado y comprensivo. Y sí, sabía que le dolía verme en la cama días enteros y ver como durante los dos meses de verano salí de casa un par de veces. Y también sabía que lo hacía por mi, porque aunque me doliera, tenía que seguir adelante. Quedarme encerrada en mi habitación ya no era una opción.

Cuando mi madre acabó de hablar, salí de mi escondite detrás de la puerta de la cocina y entré. Mis hermanos estaban acabando de desayunar, así que hoy también tendría que desayunar de camino.

- Buenos días hija, comete esto por el camino - mi madre me dio una manzana recién lavada y un beso en la mejilla.

Y sin más conversación, me dirigí al coche con mi padre y mis hermanos. El viaje fue corto, de unos cinco minutos, vivíamos bastante cerca del instituto, pero mi padre siempre insistía en llevarnos, ahora con la excusa del nuevo socio. Apreciaba lo mucho que se preocupaba por nosotros.

No tuve que caminar por los pasillos, pues el gimnasio estaba justo a un lado del recinto y se accedía a él por las canchas. El recuerdo de que esta era la asignatura favorita de Normani vino a mi mente sin avisar, y mi intento de no pasar el día deprimida se había esfumado. No iba a ser un buen día.

Cuando acabé de cruzar todas las canchas, pude ver que mis compañeros de clase ya estaban calentando.

- Llegas tarde, Jauregui. Deja la mochila en el vestuario y ponte a calentar con el resto - ordenó la profesora con un tono duro, y eso me gustó. Me gustó que no me diese un trato especial como el resto había estado haciendo.

Tras el calentamiento, tuvimos que correr quince minutos. Parecía muchísimo, pero el tiempo pasó más rápido de lo que había pensado. Cuando iba por la mitad de la segunda vuelta, noté como alguien se unía a mi ritmo.

ahora que te has ido || camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora