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Tenía un par de horas antes de pasar a por Camila, y las pasé encerrada en mi habitación estudiando. Este era mi último año de instituto y sabía que no iba a ser fácil y tendría que empezar a trabajar en él desde el principio.

Tras varias horas de estudio, especialmente de Geografía, la asignatura que más odiaba, levanté la mirada y vi que eran las seis y media de la tarde. Rápidamente me levanté de la cama y me dirigí al armario, sacando de él unos pantalones para hacer deporte y una camiseta. Observé la camiseta durante y unos segundos y acabé cambiándola por otra, quería que Camila se llevara una buena impresión de mi.

A diferencia de esa misma mañana, recogí mi pelo en una coleta alta, me miré en el espejo y decidí que estaba lista para salir. Busqué el móvil por toda la habitación y cuando di con él, vi que a penas le quedaba batería. Era un desastre, mi móvil siempre se apagaba porque se me olvidaba cargarlo. Ahora no podría escuchar música durante la carrera.

Rodé los ojos soltando un leve suspiro y lancé el móvil a la cama, volví a mirar la hora en el despertador que tenía al lado de la cama y vi que tenía menos de diez minutos para llegar a casa de Camila. Busqué las llaves viendo que estaban en el escritorio, las agarré y salí de la habitación.

Bajé las escaleras hasta el salón, donde estaba mi madre mirando unos papeles, que pude observar que eran facturas cuando me acerqué para despedirme.

- Voy a salir, llegaré a la hora de la cena - me acerqué por detrás a mi madre que estaba sentada dándome la espalda y dejé un beso en la mejilla de la mujer. Mi madre se giró de golpe, pues creía que había escuchado mal, o se lo había imaginado.

- ¿Vas a salir? - preguntó sorprendida.

- Sí, voy a correr con una chica de clase - levanté la mirada para mirar de nuevo la hora que marcaba el reloj que descansaba en la pared justo encima del televisor - y llego tarde, nos vemos después.

- Ten cuidado - fue todo lo que mi madre pudo articular, aún no podía creer que estuviera a punto de salir de casa para algo que no fuese ir a clase y sin que tener que obligarme. Volvió a dirigir la mirada a las facturas que tenía en las manos y una sonrisa se dibujó en su rostro cuando escuchó la puerta de la casa cerrarse.

Estaba de camino y caminaba lo más rápido que podía. Sin música en los oídos que me distrajera, una sensación llegó a mi. Hacía meses que algo así pasaba, meses desde la última vez que salí de casa por decisión propia.

Una parte de mi lo echaba de menos, echaba de menos tener una vida. Y sabía que Normani habría querido que siguiera adelante, pero no podía evitar sentirme culpable. Sentía que tenía la responsabilidad de recordarla, y aún tenía que encontrar la forma de vivir mi vida sin sentir que dejaba a mi mejor amiga a un lado.

Giré la esquina y por fin había llegado a su calle, lo cual confirmó la silueta de Camila a lo lejos. Realmente era una chica preciosa, eso no podía negarlo. Fui acercándome a ella y pude observar su cuerpo con más claridad.

Llevaba unos pantalones cortos para hacer deporte de color rosa y una camiseta de tirantes blanca, además del pelo recogido en una coleta alta. Un rápido pensamiento cruzó mi mente, y es que la chica estaba espectacular.

- Hey, siento llegar tarde - dije con la respiración agitada tras haber caminado a tanta velocidad.

- Hey - respondió Camila con una sonrisa y mirando su reloj, comprobando que eran justo las siete - Llegas justo a tiempo, ¿empezamos?

- ¿Te parece si corremos hasta el parque y allí descansamos? - ofrecí.

- Perfecto - respondió Camila con una sonrisa empezado a correr.

ahora que te has ido || camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora