Capítulo 1

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-Hola.

Pegué un saltito del susto sobre el puente en el que estaba, y puse una mano en mi pecho. Giré la cabeza y vi delante de mí un chico pelirrojo con los ojos azul muy clarito, casi grisáceo. Iba vestido solo con un pantalón pirata y una camiseta roja de manga corta. A su espalda llevaba una guitarra, y por su acento, deduje que no era del mismo Londres.

-¿Qué haces? –Me preguntó.

-¿No es obvio? –Le respondí secándome las lágrimas con mis manos.

-Mmm… ¿Observas las vistas? No lo creo. Es de noche y no se ve mucho más allá. –Hizo una seña con la cabeza hacia el agua que había bajo el puente. –Si no vas con cuidado te vas a caer.

-Ya. ¿Has acabado?

-¿Por qué lloras?

-¿No entiendes que no te quiero aquí? Largo.

-No te he hecho nada para que me hables así.

-Y yo no te he hecho nada para que tengas que venir a tocarme los…

-Vale, está bien. –Me interrumpió. -¿Estás segura de que eso es lo que quieres? –Le miré, confundida. -¿Seguro que lo que quieres es saltar?

-Es la única forma que se me ocurre para deshacerme de mis problemas. –Volví a llorar.

-No. Así solo te deshaces de ti misma. Los problemas seguirán, solo que tú ya no. –Me extendió la mano. -¿Vamos?

-¿A dónde? –No se la acepté. –No te conozco de nada, no voy a ir contigo.

-Solo quiero ayudarte.

-No me conoces ¿no te das cuenta? No sé qué quieres de mí.

-Quiero hacerte ver que los problemas se pueden solucionar, y que no hace falta tirarse por un puente para que se vayan.

Le miré con los ojos entornados. No parecía un mal chico. Al contrario. Tenía pinta de ser el típico que se llevaba bien con todo el mundo. Miré su mano, que seguía extendida hacia mí. La agarré y él tiró de mí, pegándome a su cuerpo. Yo me aferré a él y le abracé mientras seguía llorando.

-¿Dónde vives? –Me preguntó mientras me acariciaba el pelo.

-Vivía en un internado. Me he escapado…

-¿Cuántos años tienes?

-17. –Él suspiró.

-Está bien. ¿Quieres que te lleve a mi casa? –Levanté la mirada para verle a los ojos. -¿Confías en mí?

Yo, sin saber por qué, asentí mientras me quitaba las lágrimas con el dorso de la mano. 

-Vamos… -Me dedicó una sonrisa y me cogió de la mano. -¿Cómo te llamas?

-___. ¿Y tú?

-Ed. –Sonrió. -¿Cuánto tiempo has vivido en el internado?

-Mmm… Creo que desde que tenía 10 o 11 años…

-¿No tienes nadie de familia? –Mis ojos se aguaron al momento y sollocé. –Lo siento… No quería que…

-Tranquilo. –Le corté. –Sí. Tengo un hermano pequeño. Tiene 6 años.

-¿Dónde está? 

-Lo adoptaron.

-¿Él sabe de ti?

-Sí. Sabe que su familia de acogida no es su familia de verdad, pero aún así, sus padres prefieren que no tenga relación conmigo. –Me abracé a mi misma mientras caminaba a su lado, intentando que mis ojos no soltaran lágrimas otra vez.

-¿Por qué? Joder, eres su verdadera hermana… No os pueden separar así, de golpe.

-Ya.

-¿Por qué no quieren que tenga relación contigo?

-Bueno, supongo que por mi carácter. Toda la vida he sido más bien un poco suicida.

-No hace falta que lo jures… Lo he presenciado. –Ese comentario hizo que sacara una pequeña sonrisilla.

-Y supongo que es por eso… No creo que quieran que Danny crezca con una hermana de la cual su única aspiración es morirse cuanto antes.

-Pues yo creo que eso no es cierto. –Le miré mientras se ponía frente a mí y me agarraba por los hombros. –Creo que si tu única aspiración fuera morirte ya lo habrías hecho. Ahora, hace unos minutos, has tenido la oportunidad. Yo te estaba animando a que lo hicieras. ¿Por qué no lo has hecho?

-Pues… -Suspiré. –No lo sé. Pero no dudes que en lo más profundo de mi alma es lo que quería. Quería saltar y mandarlo todo a la mierda. –Agaché la cabeza, amenazando con volver a llorar.

-Deja de llorar. –Me subió la cabeza agarrándome la barbilla. –Tienes unos ojos demasiado bonitos como para estropearlos llorando…

Le sonreí y seguimos caminando en silencio hasta que llegamos a una urbanización de casitas. No eran casas típicas de ricos. Eran muy sencillas y no parecía que estuvieran habitadas por gente asquerosamente rica, si no, por gente más bien humilde.

-Aquí vivo yo. –Me dijo mientras abría la puerta de una de esas casitas. Yo le sonreí y entré cuando él me cedió el paso. 

Me quedé parada al ver que no era muy grande, pero era demasiado acogedora. Nada más entrar, había a la izquierda un salón-comedor, que tenía un ventanal enorme con una repisa, que daba a la calle, frente a él, estaba el sofá, y al lado de este la chimenea. Detrás había unos armarios con las puertas de cristal transparente, en las cuales había algunas fotos de niños pequeños. Al lado estaba la mesa para cuatro personas. Luego, a la derecha, estaba la cocina, que tenía una barra de desayuno con dos taburetes, uno a cada lado, y las paredes llenas de armarios y utensilios de cocina. Frente a mí, estaba la escalera, había dos tramos, el primero era para ir a la segunda planta, y el segundo era para bajar a lo que supuse que era un sótano. 

-¿Subimos? –Yo asentí.

Arriba había dos habitaciones. En la primera –la que supuse que era de Ed.- constaba de una cama, armario y un escritorio con un montón de partituras tiradas por encima de él. Ed dejó la guitarra sobre la cama y la sacó del estuche me invitó a sentarme y empezó a cantar.

I won't give up (Ed Sheeran)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora