Solía creer que a cada persona le correspondía ser feliz. No se equivocaba, pero él nunca había pensado que no se podía obligar a alguien a ser feliz.
Siempre había creído que todas las personas que conocía eran felices. Pero él estaba equivocado.
Su familia le ocultaba un secreto, y lo ocultaban tan bien que nadie parecía saberlo. Pero eso no era cierto. Todos en el pueblo lo sabían. Sabían que sus padres habían intentado tener otros hijos por distintos medios, pero nunca pudieron. Después de años y años de intentarlo, se dieron por vencidos.
Él no lo sabía, creía que sus padres estaban completamente satisfechos con un solo hijo. Nunca habían pensado que era importante que su único hijo supiera que habían intentado darle un hermano/a y no pudieron.
Un día se enteró. Se sintió traicionado, decepcionado. No era culpa de sus padres no poder tener más hijos, pero él se sentía así.
Como consecuencia se fue de su casa apenas tuvo la primera oportunidad para hacerlo. Se fue a Nueva Jersey, donde nadie lo conocería a él ni tampoco a su pasado.
No pensó que lastimaría a su madre de esa forma al irse. Sólo quería pasar página. Pero no se había dado cuenta de que había pasado página tan rápido que ya estaba leyendo otro libro.