T r e s

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—NATHAAAAAAN.

El nombrado volvió la cabeza. Su hermana mayor corría hacia él por los pasillos del instituto, obligando a la gente a su alrededor a abrirle paso con expresiones gruñonas.

Al llegar junto a él, apoyó las manos en sus rodillas mientras jadeaba. Nathan la observó perplejo. Anna daba clases en un edificio diferente al suyo, ya que llevaba un año más en la Universidad de su ciudad. Para llegar hasta donde el estudiaba, era necesario bajar un larguísimo tramo de escaleras, por lo que algo importante debía de ocurrir para que la joven se encontrara allí en ese momento, cuando sólo faltaban dos minutos para el comienzo de las clases.

Anna era una chica alta y delgada de pelo negro que contrastaba con su piel clara y sus ojos cian. Su pequeña nariz era decorada con unas cuantas pecas que le daban un aire de estudiante de secundaria a pesar de sus diecinueve años de edad.

Nathan cerró la taquilla de la que acababa de sacer los libros que utilizaría ese día y alzó una ceja.

—¿Qué pasa ahora? —dijo.

—¡No encuentro a Ender, y tiene mis apuntes! ¡Por favor, dime qué hoy ha venido contigo!

Ender se trataba del mejor amigo de Nathan. Realmente, su nombre era Hugho, pero prefería el nombre de aquel "creepypasta" que tanto le gustaba.

—No —respondió Natha, pensativo—. Y ahora que lo dices, creo que yo tampoco lo he visto hoy.

Anna se llevó las manos a la cara y soltó un grito ahogado.

—¡Mierda...! —maldijo— ¡Voy a suspender...!

—Perdonad...

Ambos se volvieron. A su lado se hallaba una chica rubia de piel y ojos claros, vestida con una blusa y unos vaqueros tal vez demasiado cortos que marcaban sus caderas.

Anna quedó muda y se ruborizó. Era una joven tan bella que podría haberse tratado de una modelo de anuncios de colonia, o incluso más. Había algo en ella que le daba un aire como divino, hermoso. Si Anna no hubiera sido heterosexual, probablemente se le habría lanzado encima al instante.

En cambio, Nathan la miró con completa normalidad. Aunque era cierto que algo en ella le parecía algo familiar. Entonces, recordó.

—Ah, es cierto —dijo—. Nos vimos ayer.

Ella sonrió, haciendo que Anna se estremeciera.

—Os he escuchado hablar y... —Del bolsillo de sus vaqueros sacó unas cuantas hojas de libreta bien dobladas— Puedes tomar mis apuntes, yo ya me los sé de memoria.

La rubia le tendió los papeles a Anna, que los observó atónita. Entonces, sonrió y los tomó con manos temblorosas, para luego volver a fijar su mirada azul en aquella belleza.

—Gracias —fue capaz de decir.

—No es nada... —Entonces, miró a Nathan de forma coqueta y movió la cabeza sensualmente— Hasta luego, Nathan...

Sin decir nada más, se fue caminando por los pasillos, convirtiéndose en el centro de atención de todos los universitarios presentes, que no podían apartar sus miradas de ella.

Sin salir de su hechizo, Anna balbuceó algo incomprensible. En cambio, su hermano frunció el ceño.

—¿Cómo coño sabe mi nombre? —murmuró.


Dark Angels ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora