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Dita se limpió con el dedo pulgar la poca sangre que le quedaba en la comisura de los labios y se contempló en el espejo. Su cuerpo entero estaba cubierto de manchas rojas, que para ella tenían un aspecto delicioso. Entró con sigilo en la ducha y dejó el chorro de agua caer sobre ella hasta dejarla impecable. La sangre teñía la cristalina agua, que caía sobre el suelo para luego deslizarse por las cañerías.

Una vez limpia, la joven abandonó la ducha y salió del cuarto de baño para poder admirar una vez más su obra antes de marcharse de nuevo.

Sobre la cama permanecía un montón de huesos manchados de sangre y con trozos de carne humana y piel pegados a ellos. La sangre teñía también las colchas azules, sobre las que había dormido aquella noche junto al chico ahora muerto antes de que ella lo decapitara y se alimentara de su cuerpo.

En menos de un segundo, un vestido blanco apareció sobre su piel desnuda. Su pelo se volvió más largo y recuperó su tono azabache, al igual que sus labios se volvieron rojos.

Extendió las alas y se acercó a los huesos para después depositar un beso sobre ellos.

—Buenas noches, Alex —susurró, sonriendo.

Entonces, comenzó a batir las alas y salió de allí atravesando la ventana, que se hizo añicos.

***

No llevaba ni un mísero minuto volando, cuando vio bajo ella un grupo de personas caminando alegremente. Sus ojos se posaron sobre uno de ellos, de unos veinte años, rubio y castaño a la vez. Sonreía mientras escuchaba a uno de sus amigos, con los ojos muy abiertos.

Dita se posó sobre un cable de corriente eléctrica con los dedos de sus pies y paró unos segundos a pensar.

—Bueno... —murmuró— Supongo que así podré aguantar el hambre un mes más... Nadie tiene porqué enterarse. —Una vez más, una sonrisa carmesí se dibujó en su rostro. Descendió con suavidad y se colocó un par de calles por delante, adquiriendo su forma humana de nuevo, a la que ningún hombre podía resistirse.

Comenzó a caminar lentamente, moviendo la coleta de derecha a izquierda. Al cruzar la esquina, se encontró con aquel grupo que le había llamado la atención. Los tres pararon al verla.

—Hola —dijo, como siempre, con voz seductora.

Uno de los chicos, de cabello azabache, se sonrojó notablemente. La chica que los acompañaba alzó los ojos y quedó hipnotizada en sus ojos azules. Ni siquiera las chicas podían apartar la mirada de ella. Era más, siempre había preferido encontrarse con lesbianas, pues la sangre de chica siempre le había sabido mejor que la de los hombres.

En cambio, el que iba a ser su víctima, sólo la miró de pies a cabeza y frunció los labios.

—Ehm... ¿Hola? —respondió— ¿Te importa dejarnos pasar?

La sonrisa de le borró del rostro a la ángel, que observó atónita, como los amigos del chico parpadeaban varias veces, abandonando su hechizo seductor. Ambos siguieron al rubio y la bordearon, despidiéndose.

Algo en el interior de la chica se rompió, y la furia e impaciencia comenzaron a manar de su cuerpo.


Dark Angels ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora