Ricardo Lizardi bajó de su triplano a toda velocidad, incluso antes de que los vigías de la pista pudieran templar los cables destinados a ser el último freno en la corta pista para cazas. Ni siquiera llevaba mascarilla, sólo su bufanda cubría su boca y su nariz. Lo primero que hizo al bajar de la nave fue correr por la pista y gritar a uno de sus compañeros: —¡Ey, Doug! ¡Dile al Padre Julian que me reserve la capilla, hoy me caso!
Doug y todos los que lo escucharon rieron con ganas a pesar de tener las bocas cubiertas por las rejillas de las máscaras. Todos conocían ya a Dick: con cada nuevo grupo de pin ups, solía venir un delicioso beefcake que él lograba tener en exclusivo mientras pudiera.
Nadie sabía como se las arreglaba para tener tan buen tino y llevar medio camino recorrido en la senda de la conquista antes de bajarse de una misión de escolta. Seguro que con su Immelmann al lado del avión de transporte se ganaba un buen trecho. Y otro más entre sus compañeros con la broma que acababa de soltar: esa era nueva, y muy buena.
Pesadamente el DC aterrizó en la pista más larga y ancha, todo el complejo se balanceó hacia abajo, pero los globos hicieron lo suyo en la parte superior, seguro el cuarto de máquinas estaría bullendo con efectivos que intentaban liberar el hidrógeno preciso para compensar el peso. Uno que estaría con ellos hasta el día siguiente porque la salida estaba preparada para cerca del medio día del 25 de diciembre.
Mientras tanto el avión de carga sobrevolaba esperando que el DC hiciera lo suyo hasta quedar arrinconado a un lado de la pista. La escotilla se abrió para dejar pasar al grupo de mujeres que bajaban las escaleras agitando las manos en saludo y sonriendo tras las mascarillas de material translúcido.
Roger nunca se sintió tan avergonzado como en ese momento, en el que los hombres y mujeres en la plataforma los recibían con saludos y silbidos que eran muy claros ante el sonido de las cornetas de alarma. Para el jovencito no fue una sorpresa enterarse que todo el tiempo estuvieron sentados sobre docenas de gigantescas bombonas de helio que venían a complementar la carga de a bordo, si el avión sólo transportara al colorido grupo, entonces se hubieran arriesgado a enviarlos por mar. Algunos uniformados corrían desde las oficinas, apenas dándoles un vistazo, pero su misión era clara, evacuar la bodega inferior del avión a una velocidad increíble para distribuir pesos y permitir que el otro avión aterrizara con lo más pesado del cargamento.
Uno de los hombres con elegante uniforme de quepis y muchas estrellas en la pechera los recibió con una sonrisa. Sus pupilas se dilataron tras los lentes al ver a Roger en el grupo, pero no importó, igual le sonrió dándole la bienvenida. Los flashes de las inmensas cámaras, que se accionaban aún con fósforo azul, empezaron a brotar, y las chicas reían sin importar el impedimento sobre sus rostros, sus cuerpos gráciles y delgados, enfundados en sus atuendos, se movían para que los soldados pudieran tenerlas cerca y dejar una huella impresa de su visita.
Roger tendría que hacer lo suyo también, a pesar de haber llegado con las chicas, él tenía que ponerse desde ese momento manos a la obra, asegurando su paga y un buen par de propinas. Varios legaron hasta él y le sonrieron con algo de timidez, esperando que les diera su visto bueno para acercarse, en ese momento, como él bien sabía, era cuando se establecían los lazos entre soldados y entretenedores, lazos que conducirían a sesiones de cama, regalos, y dinero extra.
Algunos de los pin ups tenían un negocio alterno, llevando a tierra trofeos de guerra para venderlos en los innumerables mercados negros, pero Roger no lo hacía, podría ser catalogado de tonto, pero procuraba ahorrarse problemas de cualquier tipo con tal de que sus planes a futuro fueran realizables.
Su fácil sonrisa brotó de nuevo a través de la mascarilla dándoles la bienvenida a numerosos hombres y a algunas mujeres. Todos empezaron a reír a comentar su color de cabello castaño rojizo, y lo lindo de sus rizos perfumados y suaves. Los flashes empezaron a cegarlo, pero estaba bastante acostumbrado a ello, de pronto el grupo se apartó para dejar paso a un piloto de alto rango, si el montón de insignias en su chaqueta de cuero era un indicio de algo, el hombre se quitó el casco de cuero que parecía formarse sobre su cabeza como una extraña piel, y dejó libre su cabello oscuro, y su sonrisa sin aditamentos tecnológicos que lo privaran de un contacto visual pleno con su víctima.
Claro, un hombre que estuviera en lo más contaminado del cielo sin protección especial debería llamarle la atención a cualquiera. Roger escuchó muchos "Dick" en modo de exclamación mientras el hombre se le acercaba, tomándolo de la cintura y haciendo que les tomaran muchas fotos mientras el jovencito sólo actuaba como un pequeño robot de broce.
—Espero verte más tarde belleza —Le susurró en la oreja y le sonrió con sus dientes perfectamente blancos, inmediatamente cubrió su boca con su bufanda y el muchacho se quedó observando como estúpido la marcha del hombre, sólo interrumpida por la amonestación de uno de sus superiores, por ir caminando sobre la plataforma sin la protección adecuada.
Luego la sirena empezó a sonar de nuevo y todos corrieron desde la pista hasta lo que parecía ser el comedor principal. El C-New 47 estaba por aterrizar y Roger no se sentía ni un poco preparado para escuchar y sentir como la plataforma entera crujía, y sobre ella, todas las estructuras.
Los recién llegados se tambalearon al unísono, pero no los militares, ellos estaban bastante acostumbrados a aquello, y eran tipos rudos, así que ni siquiera un novato estaba dispuesto a mostrar que se sentía aterrado cada vez que todo se tambaleaba de aquella manera, pensando que si alguna de las computadoras a bordo fallaban en esos momentos, todos se irían al infierno. Por su parte Roger tuvo un atisbo del verdadero significado de la expresión "hacerse en los pantalones". Moira y otra muchacha se agarraron a él y a las mesas atornilladas para sentir algo menos del malestar que el bamboleo del provocó.
Sin embargo no podía negarse que era un espectáculo total el aterrizaje de tan increíble monstruo de acero y aluminio, La puerta se abrió y sus compañeros bajaron, esta vez con una comitiva de recibimiento más pequeña, pero no menos entusiasta. Roger se acercó a una de las ventanas impactado por el espectáculo de ver otro grupo de efectivos cruzando la pista, esta vez desde los domos destinados a los talleres, y correr para en un momento salir con los tanques, los cañones, otros vehículos y un par de Fokkers de nueva generación.
—¡Uh! Ha llegado la contraparte de Dick, debe estar comiéndose las uñas, porque si no reemplaza su bebé por una belleza de esas, seguro que lo sacan de misión. —No pudo evitar escuchar el chismerío en la cafetería, pero ese llamó su atención porque estaba nombrando al mismo hombre que se las daba de macho duro e imbatible frente a él.
Muchos rieron y otros bufaron y siguieron hablando sobre el susodicho, aún después de que las chessecake fueran llevadas al sitio donde se hospedarían por ese corto período de tiempo. El chico se quedo porque él estaba destinado a las habitaciones masculinas, así que tendría que esperar a sus compañeros y tolerar la máscara un poco más. No le importaba mucho, claro, porque estaba muy concentrado viendo como los pesados tanques bajaban sobre la plataforma para quedarse flotando escasos dos centímetros sobre el puente. Una obra milagrosa de la física, la química y el descubrimiento de la fusión en frío aplicada a dos reactivos.
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Invasión
Science FictionRoger, un aficionado a la aeronáutica, es un chico beefcake o pin-up boy, en medio de una guerra extendida por más de medio siglo. ¿Cuál es la razón de la pelea? Una niebla negra que expulsa criaturas indescriptibles, y que ha aislado a la mayoría...