Parte 6

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Los alienígenas lo habían capturado, Roger estaba seguro de eso. Y ahora lo estaban torturando, la luz horrenda que le quemaba desde ya los párpados era una muestra clara de lo que le sucedía.

-¡No seas estúpido Hans! ¡No dejes que su cabeza quede hacia el cielo o quedará ciego!-Una voz con fuerte acento se disculpó y algo pusieron sobre la cabeza de Roger y la comodidad vino a sus ojos.

Hans parecía un nombre muy terrestre, no muy común desde el lugar donde él venía, pero no parecía tener relación con malvados invasores.

-¿Dónde estoy? -Sus labios rezumaron en gotas de sangre cuando hizo la pregunta. Los tenía muy secos, pero no le importó.

-A 600 millas al sur de Inglaterra, ¿eres uno de esos náufragos que vienen de la Zona muerta, verdad?

¿Zona Muerta? ¿Inglaterra? ¿En qué demonios se había metido? Si estaba muerto, dudaba que el cielo o el infierno tuvieran sus equivalentes en países de la Tierra. Un infierno para Inglaterra, muy gracioso, si hubiera podido hacerlo, hubiera reído.

Los demás lo tomaron como loco, porque se apresuraron a apretarle un hombro, -no te preocupes muchacho, todo estará bien cuando lleguemos a tierra firme. -Luego Roger pudo escuchar un sonido bastante extraño, como uno parecido a la voz a través de la corneta de un fonógrafo, pero con mucha más nitidez, luego notó que se balanceaba e instintivamente supo que estaba en el mar. Aunque nunca en su vida lo hubiera visto más allá de la masa negra que lo hacía casi invisible desde los aviones de transporte.

Se sentó sin una pizca de miedo en su cuerpo, no podía ver, pero no estaba entre alienígenas, lo sabía porque jamás lo tratarían así de bien.

-¿Dónde está Dick? ¿Y el triplano? ¿Pudieron rescatarlo? -Intentó quitarse la venda negra de los ojos pero manos gentiles lo detuvieron, sintió que le pasaban algo más alrededor de la cabeza y sobre los ojos ¿Alguna clase de gafas? Luego de que tuvo los lentes a la altura de los ojos, lo despojaron del paño. Tenía miedo de abrir sus párpados y descubrir una pesadilla horrenda ahí fuera, pero tenía que saber que había pasado con el Fokker.

Aquello no fue muy diferente de su mundo, todo estaba casi oscuro y detrás de la oscuridad adivinaba siluetas, siluetas humanas. Se tranquilizó un poco cuando vio el brazalete de la Cruz Roja, enganchado en el brazo del hombre de la voz suave y acento fuerte y cortado, el que no era Hans.

Luego se dio cuenta de que podía respirar sin ayuda de su pañuelo o una máscara. Y luego supo que veía todo casi oscuro gracias a los lentes negros que cubrían sus ojos. Quiso mirar al cielo, pero se lo impidieron. Sintió un delicioso calor sobre el cuerpo y como con todo lo demás, instintivamente se estiró hasta él, convencido de que era el sol, su luz, su calor el que lo cobijaba. La hora de soñar había terminado y Roger empezó a reír con autentica felicidad.

Los hombres que lo cuidaban lo sostuvieron de los brazos. El que se llamaba Hans le dijo con suavidad. -Tienes muchas heridas, no deberías moverte hasta que te examinemos, y aún estás empapado.

Luego recordó de nuevo.

-¿Dónde esta el Fokker? ¿El avión rojo?

Las siluetas se encogieron de hombros. -Venías flotando sobre algo que parecía el ala de uno de esos y era roja, pero no hemos visto nada más.

-Nadie se atreve a acercarse a la Zona Muerta. Nosotros lo hicimos porque te vimos a lo lejos.

-¿Provengo yo de esa Zona Muerta que mencionan?

-Tú y unos cuantos más. Pero casi todos llegan moribundos o mueren a los pocos días. Eres afortunado muchacho, estás casi perfectamente bien, ¿qué sucedió?

¿Que qué sucedió? ¿En que clase de mundo horrendo y bizarro estaba él? ¿Sería todo un engaño de su mente, de su muerte, de su espíritu que no quería pasar al más allá y le daba una coartada para no enloquecer? ¿O sería un recuerdo implantado por los invasores?

-Ustedes deben saberlo, nos atacaron. Yo iba en el dirigible, el Imperial S-3 en misión de entretenimiento para el especial de navidad de las tropas apostadas frente a Santa Catalina. Eran cerca de las doce de la noche del 24 de diciembre de 2010 cuando fuimos atacados desde el mar por los alienígenas.

Luego de eso se echó a llorar y los hombres lo consolaron tomándolo de los hombros y frotando sus brazos y su sucia cabeza. -lo último que supe es que Dick me salvó de la caída y me golpeé contra el ala del triplano, no sé nada más.

Roger no lo supo, pero los hombres se miraron con extrañeza cuando repitió aquello ¿Triplanos? ¿Como los de principios del siglo pasado? El que sostenía el walkie talkie contestó un mensaje con unos códigos o palabras claves. Roger sentía que se estaba volviendo loco.

-No te preocupes muchacho, de la Zona Muerta siempre salen cosas extrañas, te llevaremos a Las Canarias porque es lo más cerca desde aquí si queremos evitar una de esas extrañas tormentas negras que son comunes por esta zona.

Roger se desesperó.

-¡Pero no pueden! Si yo salí de ahí, Dick no debe andar lejos, incluso Magda debió caer también cerca de mí. Muchos más cayeron de la pista cuando los globos de helio colapsaron. ¡No podemos irnos!

Una aguja se clavó en su brazo, y Roger se sintió muy, muy pesado. Arriba una luciérnaga se filtraba tras sus lentes, seguro era el sol. -Ya te lo dijimos niño, no hay de que preocuparse, si hay sobrevivientes, seguro los encontraremos, siempre alguien está patrullando por esta zona. Por ahora, descansa, y alégrate de estar vivo, hoy es navidad.

Navidad... Roger sonrió mientras sus párpados se cerraban de nuevo, sus sueños comenzaron pensando en Dick y su promesa de hacerle el amor. Su promesa de las doce estocadas con cada campanada, él esperaría por Dick, tal vez no en su pequeña granja bajo un domo traslúcido que se iluminaba a través de la oscuridad de la polución de su mundo. Y entre más soñaba, más seguro estaba de que Dick estaba vivo, lo sentía, no sería la última vez aquella en el Imperial. Lo sabía.

Y claro, Magda debía reunirse con su amada Verónica. Después de todo, si lo que decían era cierto, él estaba vivo y parecía destinado a encontrarse con la pelirroja una y otra vez durante las fiestas de Navidad...

¿Continuará?

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