Te propongo

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Ven, toma mi mano, solo escucha mi voz, no hay nadie más, solo tú y yo. Cierra los ojos, y empieza a imaginar lo que te diré.

Una muchacha, delgada de tez más o menos clara, caminando adueñándose del espacio en que anda. Labios rojos, ojos cafés y hermosos, mediana estatura.

A lo lejos un muchacho la ve, inmediatamente clava su mirada en ella, ella ni siquiera se percata de él, sus pupilas se dilatan, él es alto, complexión normal, moreno claro, ojos cafés. Trata de disimular que acaba de ser flechado por la chica que vio caminar frente a él, nadie lo nota, se lo guarda para sí.

En silencio se pregunta sobre su nombre, su edad, sus gustos, y se propone a conquistarla. Pero, no se imagina cómo.

Los días pasan y la vuelve a ver, por primera vez nota su sonrisa, y él aprende que también sabe sonreír gracias a ese destello de ella. Escucha su voz, única, suave, aguda, chillona. Pero a él le fascina y la graba en su mente. Y la graba para siempre, porque ese tipo de flechazos no se olvidan nunca...

Sigue escuchando mi voz, solo mi voz, no te distraigas. Él ya quiere hacer preguntas, saber si puede correr el riesgo, conocer su corazón, exhortarla, animarla, conquistarla. Intentar indagar en sí mismo y encontrar una cualidad que pueda explotar y tratar de que ella vea que ya se enamoró.

Como que te vas dando que cuenta que los personajes de la historia son reales, van tomando forma y se asemejan a alguien. Dales vida, y verás que puede ser real. Te propongo que imagines que él es aprendiz o poeta amateur. Ella gusta por ese tipo de cosas pero pareciera que pone una barrera y no lo expresa. Le da miedo, o simplemente no es el indicado.

Se van conociendo, tratando, celando y hasta peleando. Parece ser el inicio de algo lindo. Aunque él quiera frenarse, ella lo lleva a un nivel en el que no puede dejar pasar ese amor que ya siente, ya la necesita, ya busca, ya la extraña. Nunca se sintió así, es raro para él y es extraño, sin embargo, esa sensación lo ha cambiado y quiere lograr algo, ese algo que busca ya en ese momento y luchará por ello.

En esa imagen que has formado en tu mente ahora velo a él sentado escribiéndole algo, tomándola como su musa jugando al escritor y sintiéndose inspirado, somnoliento a las 2 de la mañana, un vaso de agua, una pluma y hojas blancas. Bostezos por doquier y sin control.

Apunta el título que le dará forma y palabras al texto, piensa en ella, sonríe y recuerda el primer momento en que la vio, se talla los ojos para espantar el sueño, se humedece el rostro con agua fría y continúa, la mira en el papel, el brillo de sus ojos, sus labios rojos y su cabello al viento. Su expresión cuando se enoja, la negatividad de un beso y el empuje por un abrazo.

Imagina que él ya se enamoró, y que pide a gritos que ella también se enamore, pero no la puede obligar aunque quisiera. Y viene a su mente algo como. -Si fueras posible amarrar, tenerte siempre cerca, poderte controlar, saber cada paso que das, si sales o si entras, si vienes o si vas...-

Como un faquir con ruego pide su amor, le escribe porque a ella le gusta leer, su primera plática fue acerca de libros y él con su complejo de escritor, intentó llegarle al corazón con ciertos poemas o narraciones haciendo alusión a ella.

Ella por su lado parece algo temerosa de sentir, de amar o ser amada. Parece encerrarse en una burbuja de la que no quiere salir, muestra ver la vida encerrada detrás de un cristal, como si no quisiera sentir o peor aún como si él, no la hiciera sentir a tal nivel el amor.

Él quiere hacer lo posible, agotar todas las existencias, hasta que no quede una, así tarde toda la vida, porque sus intenciones desde que la conoció fueron esas, quedarse ese pequeño lapso de tiempo, toda la vida o para siempre, aunque ella diga -Para siempre es mucho tiempo-.

Bien, ahora te propongo que imagines a la chica leyendo algo que el chico le escribió, lo que quieras imaginar. Algo digno de parecer hacer el intento de conquistar al alguien, como si fuera para ti misma, hazlo tuyo y piensa que la chica de la historia eres tú y él soy yo intentando conquistarte. Es solo eso, una historia.

Ahora, con nervios de punta él la invita a comer, no sabe cómo, no sabe dónde, pero quiere estar con ella, quiere verla de cerca, conocerla más y que ella note algo en él que pueda tal vez, solo tal vez enamorarla.

Trata de bromear, se siente muy nervioso, le sudan las manos, no sabe qué decir, risa sin razón, así que opta por besar su mejilla, esperando una reacción de ella, y así es, se sonroja y voltea hacia otro lado.

La verdad es que esta historia es un poco cursi, el típico chico enamorado de una chica y que si llega a lograr algo teme perderla, el típico te quiero a mi lado para siempre, pero con la diferencia que él realmente lo siente y eso quiere.

Un día de tantos, él se arma de valor, compra un ramo de rosas rojas y se dispone a invitarla a cenar, ya le urge una respuesta, así que van primero a orilla del mar, un lugar no planeado, se detienen, descienden y caminan unos pasos, él entrega una carta y al final pide lo volteé a ver. Y así finalmente, después de unas semanas pedirle formalmente que fuera su novia. Y ella accede.

Y fueron pasando las los días, las semanas, y las peleas no se hicieron esperar, hubo sensación de terminar con todo. Pero al parecer algo más fuerte los detuvo, él se enamoró mucho, ella al parecer también, pero se estaban acoplando uno al otro, personalidades opuestas y en ciertas cosas similares los hacían chocar y discutir a menudo, aunado con los celos y el miedo.

Para el sexto mes de relación, él sentía algo en el interior, algo que lo movía a hacer cierta cosa que ella le había pedido meses atrás y que a él lo atemorizaba, sin embargo, sabía que quería hacerlo y más si eso ayudaba a su misión de nunca alejarse de ella, quien ya se había convertido en su gran amor.

La deseaba desde la primera vez que hicieron el amor, la extrañaba desde que la conoció. Él confiaba en su amor, en el que sentía por ella y el que ella sentía por él. Se sentía cómodo en su relación con ella. Amaba su tiempo compartido y lo que hacían, pero sobre todo que fuera con la mujer que ya amaba sobremanera. Y quería convertirla en su esposa.

Sucedió un cambio repentino, ella tomó una actitud diferente a la que lo había acostumbrado y lo espantó. Pensó en todo, un chisme, una mala decisión, un antiguo amor, o alguien nuevo que robaba su atención y la alejaba más de él que ya la necesitaba más cada día. Quiso hablar del tema pero le asustaba la respuesta, hasta que un día se armó de valor y tocó la plática, ella dio sus argumentos y razones, él expuso los suyos, y pareciera que se arreglaban las cosas, excepto por el hecho de que por una parte, el amor se había estancado, pero eso no importaba, al menos eso quedaba claro, había amor, se sentía, quizá el cambio era solo de adaptación, y no tanto de preocupación. Pero sí, el miedo ahí continuó. Faltaba de vez en cuando una palabra bonita y se extrañaba, pero mientras sintieran algo el uno por el otro, había esperanza de que él cumpliera su cometido de amarla y ser amado para toda la vida.

Pero para no hacerte el cuento más largo de lo normal, él se dio cuenta que ya no podía estar sin ella, que la amaba lo suficiente como para tomar una decisión real y dar un paso más. Ella quizá no del todo como a lo largo de la relación, pero fue convencida por él y de su amor hacia ella. Para definitivamente acabar con su miedo.

Ahora, te propongo que hagas esta historia como tuya, y por cierto, ella en la historia se llama como tú y él en la historia se llama como yo. Así que ellos podemos ser nosotros. Te propongo que seamos una historia de amor y no tenga fin.

Discreto amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora