capítulo uno: Dueño de la cadena.

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- Farándula, no existe cosa que me cargue más que la farándula. Gente sin cerebro que intenta dejar mal a los que tenemos más que ellos. Hijos de puta - bufó.

El hombre de gabardina azul marino caminaba con rapidez por la Universidad de Barcelona, llevaba casi cinco minutos de atraso debido a una multitud de diferentes canales de televisión que lo esperaban en la entrada. Esa era otra cosa que odiaba de sobremanera, llegar tarde. Hacer que la gente lo esperara o pedir perdón por el atraso simplemente le cargaba.

- Lo estábamos esperando - un hombre con un fuerte acento español lo recibía en la puerta del auditorio con una sonrisa.

Jaime asintió sin hablar, estaba nervioso por la gran charla que daría frente a unos cuantos alumnos, pero su sorpresa fue al darse cuenta que el gran auditorio estaba lleno y al subir al escenario le sudaban las manos. Podía calcular que habían quinientas o seiscientas personas sentadas mirándolo y le temblaban las piernas. Se armó de valor y le indicó con una seña al hombre que estaba frente a la computadora que iniciará la diapositiva.

- Buenos días, quería agradecerles por la espera, me encontré un buen desafío al entrar en la Universidad - La gente lo miraba con atención, nadie se atrevía a hablar ante tan destacado empresario - Mi nombre es Jaime Navarro y soy el dueño de la cadena de hoteles Navi - inhaló aire de una forma muy sutil mientras le pedía al chico que avanzara la diapositiva - todo empezó cuando a los dieciocho años de edad...

El hombre que se encontraba sobre el escenario continuó su monólogo eterno, las personas lo miraban con admiración y él con tan sólo 35 años comenzó a entrar en confianza. Siempre había sido excelente en la comunicación y la improvisación, está vez solo era una charla, sí, con mucha más gente que las veces anteriores, pero igualmente una charla.
Es que se debía aceptar que la cadena de hoteles Navi estaba en su mejor etapa y con un único dueño, el hombre era un multimillonario que sabía muy bien como cuidar el bolsillo.

Desconfiado y solitario, Jaime Navarro había logrado extenderse por toda América Latina y gran parte de Europa, tenía claro que le faltaba mucho aún y por lo mismo se tomaba las cosas con calma, no quería por nada en el mundo cometer un error que lo dejara en la quiebra, como a muchas de las empresas a las cuales les había comprado sus lujosos hoteles por una caga de dinero, como decía él.

- Gracias por su atención y por sus interesantes preguntas, pero debo dar por finalizada la charla para volver al trabajo - Arregló su gabardina y caminó hasta la escalera mientras lo aplaudían.

- Muchas gracias por asistir - Le comentaba el tipo de acento español que lo acompañaba hasta su auto - Espero podamos contar con su compañía en otra oportunidad.

- Por supuesto, solo envíame un correo y dependiendo de la época conversamos el valor - Sonrió.

Para tal empresario todo en su vida tenía un valor económico, claramente no era barato contar con la presencia de Jaime Navarro en una charla, debía viajar desde el país donde se encontrara y eso tenía un precio, mas mental que físico, pero era un precio.
Ambos caballeros se despidieron con un apretón de manos y él tipo de la gabardina se subió a la Hammer amarilla que lo esperaba, solo quería llegar rápido a casa y quitarse la camisa que llevaba puesta.

Inmediatamente al cerrar la puerta de su departamento de un dormitorio, se colocó un polerón y se sentó frente al televisor. Navegaba por las distintas redes sociales que tenía, sus compañeros de universidad subían fotos del trabajo quejándose de sus jefes y la televisión mostraba una película de detectives repetida.

-Estresado dice que está - Bufó - Este weón no sabe lo que es estar estresado.

Revolvía su cabello cuando el teléfono satélital que tenía a su lado comenzó a sonar.

- Jaime Navarro - Soltó apenas apretó el botón verde.

- Si es tan sexy llamarte por teléfono - Jaime inmediatamente identificó al que reía al otro lado de la línea.

- ¡Edgar! - Gritó contento.

- El mismo pueh - Sin dejarlo continuar el ruliento lo interrumpió.

- ¿Te pasó algo weón?, O sea.

- Gracias amigo, se que quieres matarme para quedarte con ni herencia - Rieron.

- No, perdón.

- Quería invitarte a una convención en la Universidad donde trabajo - Soltó el ruliento que llamaba desde Chile.

- ¿Cuándo? - Jaime se recostó sobre el sillón de cuatro cuerpos.

- Es el veinte de Junio y igual tení que mandarme tu cotización po', si te conozco - Rió.

- Por supuesto, ¿tienes el mismo correo? Estoy libre el veinte.

- Sí weón, pucha ojalá verte y ponernos al día. Si no es por plata tú no viajas.

- El trabajo no da vacaciones amigo mío.

Después de una amena charla entre los dos amigos de universidad, conversación que no tiene nada de interesante para esta historia. Nuestro personaje principal envió sus valores a la institución, claramente bajó su precio para tener una razón por la cual viajar a ese país que tantos recuerdos le traía, quizás visitar a sus padres y uno que otro amigo.

✍ continuará...

Pagaría tu vida Nicolás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora