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♦|Almas Abiertas|♦

En aquella habitación no había ningún sonido, todo era quietud y una atmósfera algo rara para ambos. Frisk decidió acabar con eso y alejar a Sans de su límite de privacidad.

—Ya, olvidemos esto. No paso nada ¿de acuerdo?

El chico sin más remedio asintió y se retiró del cuarto. El peso de la culpa se adueñó de todo su ser la noche entera y, a causa de eso, no pudo pegar un ojo durante las 10 horas de descanso. Pero daba igual, el día anterior había descansado 5 horas de siesta. Para él era suficiente.

~•~

Sans no se quedó satisfecho con lo ocurrido anoche. Debía hacer algo más, algo que demostrara que se sentía realmente arrepentido. En parte estaba exagerando el asunto, aunque él no se percató, solo quería que Frisk no mantuviera la misma mueca por todo el desayuno, sin siquiera comentar alguna palabra para entablar conversación.

Evaluó las opciones: ir al parque, ir a un local de juegos, comprarle un helado... Las pocas variables no le convencían del todo. Necesitaba llevarla a un lugar especial. ¿El Monte Ebott? Podrían ver el hermoso atardecer, el sol radiante ocultándose en el horizonte. Sí, sería una hermosa vista.
No recordaba cuanto tiempo había pasado desde que contempló un crepúsculo, quizás hacía años. Era una buena excusa para volver a repetir ese momento.

Ahí se dio cuenta que necesitaba urgente sacar una sonrisa de ella.

Sin darle más vuelta al asunto se paró del asiento con fuerza moviendo la mesa y haciendo que los presentes allí le tomaran absoluta atención y sorpresa. Miró a Frisk mientras ella giraba la vista por sentirse un poco intimidada. Luego miró a Papyrus quien también lo veía con cierta desconfianza, «su mirada podría congelarme en cualquier momento ¡Wowie!» rondó en los pensamientos del chico.

—Papyrus, ¿hoy tienes clases con Undyne?—Preguntó Sans al menor, quien con nerviosismo asintió levemente.

—Bien, me llevare a Frisk conmigo.

La evocada no sabía que se traía entre manos su dueño, aunque dado por hecho lo de anoche se confirmó que se trataba nada más ni nada menos que una caja de sorpresas.

Sans esperó a que su hermano se retirara. Cuando por fin lo hizo, éste indicó a Frisk que se abrigara para salir. Podía decirse que estaba bastante ansioso por llevarla hacia la tal preciada montaña.

Se mordió el labio inferior al analizar lo que quería hacer a continuación. Ya iban a ser dos veces seguidas que rompía la regla primordial en tan poco tiempo. «Una vez más», pensó, solo una vez más.

Se acercó a Frisk, entre sus manos divisó la mitad de una barra de chocolate. Rió, una pequeña mancha en su boca la delataba.
—¿Lista? —Extendió su mano para que ésta la tomara. Frisk no entendió y movió la cabeza.— Solo debes colocar la patita arriba, no es difícil intenta.

Los dientes de Frisk se rozaron al oír el sarcasmo y la palabra "patita". Era lo bastante madura para considerarse tener una "mano peluda" y no una patita. Además de tener que volver a escuchar por unos segundos al viejo Sans, el de los chistes malos y el habla desganada.

Ahí se dio cuenta que en esos segundos extrañó al Sans de personalidad...distinta.

Decidió acceder a lo indicado y una mezcla de sensaciones le revolvieron el estómago, la mente, el cuerpo y la entera existencia.

Agarró fuertemente la mano de él lo que provocó que volteara la vista curioso. La escena le causaba ternura: Frisk cerraba los ojos intensamente por tanto a su vez arrugaba la nariz.

Más allá de dos almas [Overtale Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora