#6

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♦| Paraguas |♦

«No tardaré mucho, puedes jugar con lo que quieras».

Frisk volvió a reproducir la indicación de Papyrus en su mente. Éste se había ido con Undyne —a quien sabe donde— y, como otras veces, se quedó sola en su habitación.

Se acomodó cerca de la ventana y tomó un libro de aspecto antiguo y, a juzgar por la dureza de sus hojas, se debía tratar de una impresión sumamente vieja.
Poco a poco la soledad de la casa se llenó por la narración en voz alta que producía al leerlo, le sorprendía que ya no se le hiciera tan difícil y a su vez se sentía orgullosa de aquello.
Era una historia acerca de un joven el cual se dedicaba a rescatar a su amada, a traerla desde la muerte. En su pasión cegada era capaz de bajar al infierno y subir al cielo con tal se volverla a ver.

—Hmm... Es increíble, me preguntó si alguien bajaría a ese lugar por mi —pensaba entre líneas sumergiéndose en más pensamientos.

Y así siguió leyendo. Hasta que un estruendoso ruido irrumpió la lectura. Al girar hacia la ventana comprendió que se trataba de una tormenta, y no estaba tan lejos de donde se encontraba ella.
En el fondo se preocupó, pues aún no podía superar su miedo por los truenos y, en las condiciones que se encontraba, estando sola llegaría a inundar el piso con lágrimas de miedo.
Papyrus de seguro andaría lejos, ya que siempre tardaba bastante en llegar. Frisk se tuvo que acostumbrar a sus «prometo llegar temprano» y Sans, por lo que había dicho antes, estaría dando vueltas por el bar de Grillby.
El segundo trueno cayó, a Frisk le pareció que cada vez se encontraba más cerca y de igual manera el sonido aumentaba.
En una reacción soltó el libro, se acurrucó en sus piernas cerrando los ojos esperando que parara pronto.

—Si no lo veo no me puede hacer daño, tranquila...relájate, pronto pasará.

A pesar que lo deseara con todo su corazón la tormenta no parecía detenerse.

Tercero,cuarto,quinto... Parecía que quien sea que manejara eso lo hiciera con una cierta intención malvada.
No podía más, sus manos tapaban sus orejas, quería huir, quería arrancar su sentido de audición. Deseaba no estar sola, le dama temor, quería estar con alguien, necesitaba a...

—Sans...

Unas lágrimas bajaron por sus mejillas y culminaron en el suelo, absorbidas por una rancia madera.
Levantó la vista y ahí, junto con otros objetos sin importancia, se encontraba el paraguas de Sans.

Frisk calculó de inmediato las opciones:
-Sans no puede mojarse.
-El bar está a poca distancia.
-Debe llevar el paraguas como sea.
-A la mierda la tormenta.

Se limpió la cara y agarró el paraguas, olvidando por completo porqué lloraba.
Debía entregar como fuese el paraguas. Sans no podía atravesar la misma situación de hace años...no podía repetirse. Sin más se colocó el impermeable y salió afuera en medio de la intensa lluvia.
El viento que corría le helaba el pelaje y los huesos, ese impermeable sólo le cubría hasta los muslos por lo cual llevaba sus piernas desprotegidas.
Con cada paso sentía como el frío penetraba fuertemente sus extremidades, pero debía seguir, su determinación la empujaba hacia delante. Al menos la parte buena es que los sonidos de los fenómenos de la tormenta ya no le afectaban tanto como antes.

El gorro que traía se fue hacia atrás, producto de las ráfagas de viento, haciendo que sus cabellos quedaran totalmente empapados.
El camino hacia aquel bar que frecuentaba el humano nunca le pareció tan lejos, estaba consciente que serían tan sólo unas cuadras pero cada vez que avanzaba parecía que retrocedía tres pasos.

—!Y-Yo puedo!

Se alentó a sí misma una y otra vez, con la determinación necesaria. Empezó a correr con todo lo que pudo y, con el ceso de la lluvia, cayó de rodillas en frente de las puertas del bar.

—¿Frisk?

Quizás solo estaba soñando. Despertó con una visión nublosa, y con algo estorbándole en el medio.

—¿Frisk?

Sans tenía su libro y, además, lo que parecía ser una pastilla muy pequeña. Nunca se había movido de la cama y Sans nunca se quedó afuera. Se asustó un poco al escuchar otro sonido tan pesado, saltó a los brazos del hombre aferrándose lo más que pudo, y por su reacción debió sobresaltarlo bastante.

—Ya Frisk, ¿tanto te asustan? Te traje una pastilla para bajarte la fiebre, hasta delirabas durmiendo.

—¿Delirar? ¿Qué? —Se despegó un poco y lo miró confusa, después de todo seguía creyendo que si había salido y llegado al bar.

—Pues... Solo decías mi nombre y algo de un paraguas —se encogió de hombros e hizo una mueca—. Llegué del bar y estabas tirada en el suelo.

—¿N-No salí afuera? ¿No te he dado el paraguas?

Sans le acarició el pelo y la depositó de nuevo su cama.

—No seas rara, sería imposible que salieras afuera con el miedo que tienes a las tormentas.

—Pero yo... Yo no le tengo miedo. Estaba corriendo sin importarme nada.

—Ya con el tiempo le ganarás al miedo, tranquila. Has de cuenta que es como un jefe final bastante complicado de pasar en solo unos pocos días —y dicho esto guiñó el ojo y se levantó para irse.

Volvió a cerrar los ojos.

—¡FRISK! ¡Esto no es gracioso! ¿¡Qué hiciste!?

No mantenía un libro entre sus manos, la mantenía a ella. No estaba en su cama reconfortante, estaba en el bar. Los rayos ya no la atormentaban, los gritos desesperados y la incapacidad de su cuerpo de no poder reaccionar sí.

—Frisk...

Quería sonreír para demostrarle que estaba bien, que no debía preocuparse. Pero todo estaba tan confuso. En ese momento deseaba que su cuerpo funcionara en vez de su cerebro; su mente le decía cosas malas, recuerdos no gratos, pensamientos oscuros.

Y en la situación tan extraña para todos, una vez más cerró los ojos.

Seguramente, cuando despertara, continuaría por el capítulo cinco de su libro.








Más allá de dos almas [Overtale Au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora