2

49.4K 1.6K 46
                                    

A pesar de los años seguía sintiendo lo mismo que el primer día. Odiaba los días soleados al igual que los de lluvia, pues, sin excepción, todo me recordaba a él. Decidí concentrarme más en el par que prácticamente estaban fuera de nuestro alcance en lo que nosotros nos acercábamos, aunque con la vista panorámica me había percatado que todos estaban mirando en nuestra dirección. ¡Genial!

—¡Oh, Dana! —Comenzó a exclamar la madre de Sebas, aún no me sentía con fuerzas para mirarla a la cara— ¡Oh, mi niña! ¡Cada día te pones más hermosa! —y guardó silencio para abrazarme.

Yo seguía sin mirar a nadie. Con la cabeza gacha respondí a aquel consuelo que necesitaba en ese instante. Cuando por fin me sentí segura, me alejé lo suficiente como para enfrentarme al escrutinio del resto de los invitados. Me limité a mirarlos y a hacer un leve asentimiento de cabeza mientras fui pronunciando sus nombres: Sandra, Iván, Guillermo.

—Willy —me corrigieron de inmediato. Todos lo miraron—

¡Vamos! ¿De verdad? ¡No es como si no nos conocieras! Ni siquiera recuerdas que odio que me llamen de esa manera —escupió con desdén.

—Lo lamento —dije con un suspiro, avergonzada y con la cabeza baja, no sin antes ver como Sandra le propinaba un golpe seco en las costillas.

No podía seguir demorándolo más, así que giré, y con un suspiro de resignación me puse de rodillas frente a la lápida que tanto odiaba.

Lentamente pasé mis manos por las escrituras, acariciando las letras talladas en la piedra:

SEBASTIÁN LOMBARDI. AMADO HIJO, QUERIDO HERMANO E INOLVIDABLE COMPAÑERO DE VIDA.

13 de mayo de 1986 - 15 de diciembre de 2007


Se me hizo un nudo en la garganta mientras las imágenes del funeral invadían mi mente una vez más. Cerré los ojos, gire con brusquedad poniéndome en pie mientras veía como todos me miraban con la duda escrita en sus rostros. ¿Cuántos minutos habían pasado? En mi caso sólo habían transcurrido unos segundos, pero al ver que todos se encontraban sentados a un lado de la lápida, en aquella gigantesca manta, doblada sobre el césped verde recién cortado, un canasto abierto mientras Sandra ¿se disponía a preparar un sándwich?

—Querida, ¿te encuentras bien? —preguntó Sara mientras tomaba asiento.

Juro por lo más sagrado que intenté prestar atención a todo lo que decían, en serio, y fue peor después de que Iván dijera «Venimos a informarte» con su característica sonrisa alegre en dirección al pedazo de piedra. Entonces me perdí. De verdad, no tenía ganas de escuchar lo bien que les iba a cada uno, y no es porque no los quiera, es sólo que su alegría me lastimaba de sobremanera. No era de envidia, a ellos parecía darles bien eso de seguir adelante, mientras que yo...

—¿Entonces? —Preguntó Willy de manera insistente. ¿Qué habían preguntado?— ¡Hey! ¡Te hablo a ti! —dijo mientras chasqueaba los dedos frente a mi cara, ante la mirada estupefacta de los otros.

—Tal vez no lo ha escuchado —intentó defenderme Sara.

Willy la atacó, diciendo que no le sorprendía, puesto que los había dejado de lado. Eso dolió. Puse cara de perrito mojado, aunque no sabía por qué creía que habría diferencia alguna con la actual, y miré a Sandra. Ella de manera dulce me miró directa a los ojos, y lo soltó de golpe:

—¡Me voy a casar! —su voz reflejaba su notoria felicidad.

—¡¿Con quién?! —pregunté horrorizada.

—Pues conmigo —respondió Iván en un tono que nunca había escuchado en él.

Sandra besó su mejilla mientras él presionaba sus manos enlazadas, gesto no había reparado antes. Aún incrédula por la situación parpadeé varias veces. No me lo esperaba, y mucho menos entre ellos... ¿Desde cuándo estaban en una relación?

Si Pudieras Verme (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora