Caminante

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Yixing despierta abruptamente gracias al ruido de una explosión a la distancia. Han pasado meses, ya debería estar acostumbrado a las detonaciones sin sentido de explosivos que no le hacen ya daño a nadie. Está sólo, al menos eso cree. No a visto ningun humano desde el bombardeo hace unos meses, quizás ya mas de los que quiere aceptar. Vive de lo que roba de casas que nunca volverán a ser habitables, mantiene su mente ocupada reparando cosas que ya nunca más le dará uso y duerme donde la noche lo atrape. La soledad realmente no es un problema para él, al menos de eso se quiere convencer para evitar ser convencido, cada noche, por el pensamiento de terminar con su vida. La idea de ser el último humano en la tierra le ahoga.

Se sienta despacio en el mueble floreado donde hace un momento dormía tranquilamente. Y al bajar los pies al suelo de madera ya no tan pulida su atención se fija en una foto empolvada por el tiempo sobre la pared frente a él, en ella se puede ver una familia muy contenta. La nostalgia le invade, recuerda su familia ¿Estarán vivos? no puede evitarse la pregunta.

Se sentía tan lejos de casa...


Había llegado a Corea para representar su país en un evento deportivo, lo que no sabía es que una mañana todo se iría al infierno y lo dejaría lejos de su gente, en un lugar desconocido. Le alimenta la esperanza de que afuera haya vida, pero la idea de confirmar que el planeta está muerto le aterra atándolo a este lugar en ruinas. El silencio y el frío reina en aquel lugar que no posee tiempo.

Se dirige arrastrando los pies hasta la cocina en busca de alimento. Siempre encontraba algo, pero la mayor parte de las cosas ya no se podían comer, y la frecuencia de esto aumentaba mientras con el pasar de los meses. Cada cuanto se ve obligado a cazar animales que en su mayoría son domésticos -en la ciudad es muy extraño encontrar un animal salvage-, pero la idea de comer la mascota de alguien le incomoda y evita hacerlo siempre que no sea estrictamente necesario.
Encuentra un gigantesco enlatado de coctel de frutas que le saca una pequeña sonrisa; que nadie volverá a ver. El simple pensamiento le roba la sonrisa y la oculta. Toma la gran lata entre sus manos y regresa a la sala de aquel apartamento polvoriento. Toma su mochila y se la engancha al hombro antes de salir de allí.

Algo que agradece seriamente de esta situación, es que esto no es un apocalypsis zombie. Almenos hasta la fecha no ha visto ningun "caminante", como le llamaban estupidamente en las peliculas evitando el término zombie como si de una dieta de quinientas calorías se tratase. Hablando de calorías, estaba a punto de tragarse unas mil en solo una comida.

Sube lentamente por las escaleras a medio derrumbar para llegar a la azotea del edificio, donde se siente seguro, aunque no haya ninguna amenaza. Ver el amanecer desde la altura era uno de los pocos placeres que le quedaban en la vida. Abre de una patada la puerta rota al final de las escaleras, dejando a la vista la la oscuridad silenciosa que se traga todo a su paso y sólo deja a la vista un mar de estrellas sobre su cabeza que era imposible de ver hace unos meses atrás, cuando cada milímetro de la ciudad estaba iluminado y solo dejaba una mancha naranja en el cielo.

	Sin mucho esperar Lay se prepara para ver el espectáculo de la mañana y sin mucho cuidado abre la lata con un cuchillo para ver en su interior la mezcla de trozos de frutas nadando en almíbar dulce

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Sin mucho esperar Lay se prepara para ver el espectáculo de la mañana y sin mucho cuidado abre la lata con un cuchillo para ver en su interior la mezcla de trozos de frutas nadando en almíbar dulce.

—¡Detengalo! —un fuerte grito de voz masculina quebranta el silencio eterno en que vive Yixing haciendo que este se le carga la comida de las manos, expandiéndose asi por todo el suelo —¡Que no escape!— vuelve a oír en la distancia, confirmando que no había imaginado el anterior.

El sonido de un relámpago lo arranca de sus pensamientos y corre hasta el borde de la azotea para ver qué sucede. Escucha el correr agitado de varias personas y los gritos de estas, pero no ve nada. El sol comienza a asomarse iluminando lentamente la ciudad, mientras Yixing desata el arco de su mochila rapidamente, listo para atacar de ser necesario. Coloca la flecha en su lugar y apunta a donde viene todo aquel sonido.

Saliendo de un callejón ve a un hombre grande forcejeando con un chico que trata de escapar, a él se le unen una mujer y otro hombre. El hombre toma el chico por los pies mientras este lucha con fuerza.

—¡¡Sueltenme!! —grita el chico y otro relámpago cae junto a sus agresores que solo rien.

—No seas tonto, Chen.. —comienza ha hablar la chica en un tono burlón— tus rayitos no pueden hacernos daño. En ese momento, aunque parezca descabellado, Lay comienza ha entender la razón de porque el cielo se ha puesto agresivo. El chico de alguna forma es el responsable.

La golpea en la cara al chico dejándolo casi inerte en los brazos de los hombres. El mas grande lo toma en brazos ahora ya que no se muere, pero justo en ese segundo los ojos de Yixing se cruzan con los del chico y este le sostiene la vista casi gritando por ayuda. Millones de pensamientos le pasan por la cabeza en ese segundo. Ayudar al chico significaba matar a tres de las cinco personas que habitan en el planeta, incluyendo la ultima que ayudaria a rescatar la especie. Mira la sonrisa burlona de está y la maldad en su mirada. Pero si la humanidad depende de personas tan repugnantes prefiere exterminarla. Ese chico, era especial como el.  

  

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