Flores Azules

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Las gotas de lluvia golpetean insistentes el cristal tinteado, no recuerda cuántas horas lleva en ese gigantesco auto, tampoco recuerda a dónde se dirige. ¿Como recordar estas cosas simples, cuando hasta su nombre se ha desdibujado entre agujas y cadenas?
Vuelve a forcejear las esposas.

—¡Oye! ¡No hagas eso! —escucha la ruda voz por el altavoz.

No logra ver el hombre una pared metálica tapizada los divide. Viaja solo en la cabina trasera totalmente atado, todos le temen y él no entiende nada. Solo es consciente de que le llaman Trinidad, a pesar de que realmente es el experimento Ki3. Los cristales tinteados se supone que sean para que no vea el exterior, pero si puede verlo, también puede ver el chófer y al pasajero que acaba de hablarle, sabe que hay tres camionetas más escoltándolos y hasta un helicóptero sobre ellos. Una persona normal solo vería una cabina oscura y apenas sería consciente de que esta lloviendo, pero el puede ver todo a su alrededor y puede huir también. Ellos lo saben, pero confían en que no lo hará, pues no tiene donde ir y nadie lo podrá proteger de sí mismo, pero aun así lo intenta.

Mirando al frente logra abrir sin esfuerzo las esposas que caen al suelo, llamando la atención del pasajero en la otra cabina.

—¡Te dije que dejes eso! — grita nuevamente por el altavoz pero sus palabras quedan ahogadas cuando presión invisible aprieta su cuello cortando su respiración.

Detén la camioneta —dice sin formular palabra, no hace falta puede inducir pensamientos, ademas nunca aprendió a hablar realmente.

El chofer duda durante unos segundos mirando la carretera y a su compañero, se cansa de de esperar y aprieta más el cuello del pasajero. Automáticamente la camioneta se detiene poniendo a todos alerta.

No se ha movido y ya ha logrado activar todo el plan de seguridad que le rodea. La puerta se abre y sale de la camioneta, siente el peso de las armas apuntando hacia su cabeza, a pesar de saber que no tienen permiso de dispararle. con un solo movimiento de su mano las armas caen en pedazos, casi puede oír los gritos ahogados y los murmullos del miedo antes de hacer estallar un auto vacío a unos largos metros de él. Ahí es cuando ve el momento indicado para correr. Sabe que van a encontrarlo y todo será peor cuando regrese, no es la primera vez que escapa pero en esas pocas horas de libertad es cuando único puede ver como es el mundo real, que es mucho más que paredes y hombres de batas blancas.

Cruza la avenida sin esperar que los autos se detengan provocando bocinasos o que frenen de golpe y hasta choques. Pero no le importa solo quiere alejarse lo más que pueda para así retrasar su regreso.



Kyungsoo aprieta nervioso la correa de su mochila en la entrada del colegio, a pesar de que es el comienzo de su último año en la escuela. Si fuera por él viviría el resto de su vida encerrado en el baño de su habitación con su ordenador. No soporta convivir con gente ciega. Lo que él no sabe es que este día cambiará su vida para siempre cuando la curiosidad le gane a la razón.

Brillante flores azules brillan en la lejanía, sobre las hojas de un moribundo árbol que sin explicación comienza a sanar y a crecer. Hojas amarillas comienzan a recobrar su verdor ante los ojos del prófugo experimento que toca con sus dedos el tronco del árbol. Es cierto, puede sanar, su rostro se ilumina con una inocente sonrisa, todo le parece tan hermoso cuando está solo allí afuera, pero al mismo tiempo todo le aterra, porque a través del dolor le han enseñado que todo es malo y que todo duele.

—¿Quién eres?

Asustado mira a su derecha y ve a un joven rodear el árbol hasta quedar a un metro de él. No contesta, no sabe como hacerlo. Se aleja unos pasos tapando lo mejor que puede su cuerpo en la fina sudadera negra.

—No te asustes —da unos torpes pasos tratando acercarse y luego se detiene por que nota como solo lo está asustando más.

¿Quién eres tú? —pregunta involuntariamente

—Mi nombre es Kyungsoo —el joven no parece sorprenderse— soy vidente, te puedo ayudar.

Nadie puede ayudarme —Kyungsoo intenta acercarse de nuevo pero lo detiene. —Sé lo que quieres, y no vas a tenerme.

—No quiero tenerte, solo ayudarte.

Se queda mirando como el joven estudiante tiembla bajo la lluvia antes de contestar.

Van a destruirte —camina con la mano extendida hasta tocar la frente de Kyungsoo y dejarlo inconsciente. —Es por tu bien. —logra decir antes de sentir un pinchazo en el cuello y caer sedado al suelo junto a la primera persona que no tuvo miedo de él.

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