Capítulo 3

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Los primeros rayos solares de la mañana traspasan las persianas, haciéndome abrir los ojos. Me incorporo luego de un par de segundos que tomo para estirarme, me froto los ojos y bostezo antes de girar levemente la cabeza y encontrar a Ezra profundamente dormido a mi lado. Está sin camiseta, y su delgada silueta llena de tatuajes se encuentra parcialmente cubierta por las sábanas.

Lo miro de arriba a abajo, frunciendo el ceño inconscientemente. No me toma demasiado tiempo el recordar la escena de anoche, la cual me causa malestar de inmediato. Ruedo los ojos y niego con la cabeza para mí misma, antes de levantarme y correr al baño, después de todo hoy es el día de esa famosa reunión a la que Briana me llevará.

Me demoro al menos media hora en prepararme por completo. Bañarme, lavar mi cabello, vestirme decentemente y guardar todo lo que necesitaré en mi bolso. Suspiro en cuanto lo cuelgo sobre mi hombro y reviso la hora en mi celular: Aún me quedan quince minutos para desayunar.

Bajo las escaleras intentando no hacer ruido y despertar a Ezra, ya que su humor últimamente es demasiado extraño e impredecible. Al entrar en la cocina, pongo a preparar café y unas tostadas. Mientras mi desayuno se cocina, me pongo a darle vueltas a la cabeza, tal y como hago siempre. Me pregunto qué personas conoceré hoy, y sobretodo, qué tan útil me será todo el material que me tocó estudiar. Al menos espero que no me toque un psicótico, que no debería, nadie puede tener un guardaespaldas disfuncional.

El pitido insistente de la cafetera me saca de mis cavilaciones. Retiro el pan de la tostadora y me sirvo un poco de café negro en una taza de cerámica, antes de aplicarle un poco de azúcar y sentarme frente a la mesa. Me dispongo a dar varios bocados y sorbos, mientras deslizo mi dedo por la pantalla de mi celular en busca de algo interesante mientras espero a Briana, la cual debería llegar pronto.

Como si de telepatía se tratase, escucho la bocina de su auto, así que me apresuro en levantarme y dejar todo en el lavavajillas para salir. Cuelgo mi bolso sobre mi hombro y tomo un abrigo antes de abrir la puerta, trotando hasta subir en el asiento del copiloto.

Briana sonríe al verme, luciendo tan impecable como siempre. Sus ojos color zafiro se encuentran cubiertos por unas gafas de sol, su cabello negro está suelto y sus dientes blancos tan relucientes como siempre. A veces quisiera ser tan atractiva como ella, además de carismática, porque "carisma" no es algo que precisamente me sobra.

—¿Dormiste bien? —pregunta ella, poniendo el auto en marcha con las manos sobre el volante.

—Sí, pero aún así estoy nerviosa. —contesto, sincerándome mientras la miro.

—No te preocupes. Sé que lo harás bien.

—¿Podrías explicarme más o menos de qué va la cosa? —pregunto yo esta vez, colocándome un mechón de cabello detrás de mi oreja.

—Claro que sí. No es gran cosa, simplemente te asignarán a uno de los guardaespaldas para que los entrevistes. Cosas triviales, situación sentimental, familia, aficiones... Con eso llenarás unos formularios, se hace todo el tiempo para ver que tan aptos están para trabajar. Ya sabes que un guardaespaldas tiende a vivir cosas bastante fuertes. —me explica, ayudándome a entender mucho mejor.

Asiento aunque no me ve, y suelto un leve suspiro. No parece ser tan difícil.

(...)

Avanzo por el amplio estacionamiento con pasos torpes hacia la puerta principal. Los nervios me atacan y me siento tonta al respecto, por lo tanto continúo caminando mientras Briana me sigue.

—Cálmate, Cailyn. —ríe mi hermana—. Simplemente avanza hasta donde observes a la gente. Yo me reuniré con mis colegas, no pasa nada.

Halo de la pesada puerta de cristal, y me abro paso por el edificio. Logro visualizar un pequeño tumulto de gente a lo largo de un pasillo, asi que asumo que es por ahí.

La Venganza (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora