Luego de un pesado día en la Universidad, llego a casa. La casa que comparto con Ezra, me vine a vivir con él hace unos meses, después de todo, ya llevamos un año de relación. Recuerdo perfectamente las numerosas veces que Briana me preguntó si estaba segura, no quería que me fuera, pero tampoco entiende que ella ahora tiene una pareja y yo no puedo estar en el medio.
Me bajo del auto y coloco mi bolso sobre mi hombro mientras cierro la puerta. Avanzo varios pasos, hasta que encuentro a Ezra sentado en las escaleras del pórtico, con un cigarrillo entre los dedos.
Sonrío en cuanto lo veo.
—Hey. —le digo a modo de saludo. Él posa sus ojos azules sobre mí, acompañados por un entrecejo fruncido mientras le da una profunda calada al cigarrillo.
—¿Qué tal tu día? —pregunta él, soltando lentamente el humo a través de sus labios.
Me encojo de hombros. A veces siento un poco de envidia de que Ezra ya esté por graduarse.
—Igual que siempre. Tengo algunas cosas que estudiar.
—¿Ahora? —pregunta de nuevo, dándole una última calada antes de lanzarlo al suelo y pisarlo.
—Supongo que sí. Es algo importante que necesitaré para el fin de semana.
Él guarda silencio por unos instantes, sin dejar de mirarme. Espero confundida alguna respuesta verbal, pero lo único que hace es sonreír. Estoy a punto de preguntarle si dije algo gracioso, pero entonces se pone de pie y me levanta del suelo, colocándome sobre sus hombros.
—¡Ezra! ¿Qué haces? ¡Bájame! —le exijo, intentando no reír. Ezra hace caso omiso y entra a casa mientras sostiene mis piernas para que no pueda patalear—. ¡Ezra!
Sube las escaleras a cuestas sin soltarme, y comienzo a sentir como mi sangre baja hasta mi cabeza. Finalmente, al entrar a la habitación él me coloca sobre la cama recostándome sobre mi espalda, mientras permanece con medio cuerpo sobre mí. Me mira con seriedad por unos instantes, antes de sonreír ampliamente.
—Te hice un favor. ¿Ahora está mal que te ahorre la tarea de caminar? —bromea, haciéndome reír y dándole un leve empujón que pasa desapercibido.
Él se inclina aún más y junta sus labios con los míos. El sabor a nicotina y café invaden mi lengua mientras sus labios rozan repetidas veces con los míos de manera profunda. Sé lo que quiere, y no es la primera vez. Ya me he acostumbrado a él y a lo diferente que se siente.
Sus manos recorren mis muslos y mi cintura antes de rozar la piel debajo de mi vestimenta sin abandonar mis labios. Mis manos se colocan a ambos lados de su cuello mientras una a una nuestras prendas quedan por la habitación, tal y como lo esperaba. Sus labios se pasean por mi cuello, mi clavícula, mi pecho y mi abdomen sin ningún tipo de vergüenza, y sus dedos fríos tocan puntos clave a lo largo de mi cuerpo. Se posiciona, y entra en mí de a poco, moviéndose con sutileza, los músculos de sus brazos tatuados se contraen varias veces a mi vista. A pesar de que se siente bien, no puedo evitar sentir que hay algo muy importante que está faltando. Falta chispa, falta ese escalofrío a lo largo de mi cuerpo cada vez que me toca.
Luego de que mis piernas tiemblen de manera involuntaria, y el sudor empape ambos cuerpos, él se tumba justo a mi lado. Intento recobrar el aliento, y giro mi cuerpo lentamente para mirarlo. Su pecho con tatuajes sube y baja de manera agitada, su piel pálida es resplandeciente con la luz que atraviesa los ventanales, y la contracción de los músculos de su mandíbula podría perfectamente parecer una obra maestra. Ezra gira levemente la cabeza y me mira a los ojos. Es guapo, demasiado, pero aún así... ¿Qué está faltando? Si bien he aprendido a quererlo, no me siento completa.
Su teléfono suena a alto volumen. Parece intentar ignorarlo, pero se vuelve insistente y lo hace bufar antes de besarme en los labios, levantarse y tomarlo para contestar. No habla demasiado, simplemente una que otra palabra a la cual no le presto atención, hasta que cuelga el teléfono y me da una leve mirada.
—Debo salir, es importante —me dice, avanzando rumbo al baño sin darme mucho tiempo para reaccionar.
Me parece algo extraño. No tiene muchos amigos, pero de vez en cuando alguien lo llama y simplemente se va sin dar mayor explicación. Suspiro y me incorporo sobre la cama, enrollando las sábanas blancas alrededor de mi cuerpo y quitando mi cabello de mi cara. Minutos después, Ezra sale del baño ya vestido, avanza hasta la mesa de noche y toma las llaves de su moto.
—¿Necesitas algo? —me pregunta, ya en el marco de la puerta. Yo niego con la cabeza.
—Aprovecharé para estudiar. —contesto, él asiente.
—Te veo más tarde. —concluye, abandonando la habitación.
Frunzo el ceño para mí misma, ligeramente confundida antes de levantarme de la cama, caminar hasta el baño y prepararme para estudiar.
(...)
Ya de noche, continúo sentada frente al escritorio con mis apuntes iluminados por una lámpara color blanco. Me encuentro un poco abrumada de tanto leer, y he tomado al menos tres tazas de té en las últimas dos horas. Me tomo un minuto y me cubro el rostro con las manos, soltando un suspiro.
Briana me pidió que me preparara para una reunión. No sé bien de qué trata realmente, sólo sé que irá ella y algunos otros guardaespaldas de distintas ciudades. A veces me pregunto si fue buena idea estudiar Psicología, tengo que leer mucho más de lo que desearía por las noches, a veces el dolor de cabeza me atormenta.
Escucho la puerta de la entrada escaleras abajo cerrarse con bastante fuerza. Frunzo el ceño y me levanto para bajar y asomarme, la única persona que podría ser, es Ezra.
Bajo lentamente y confirmo mis sospechas cuando lo veo avanzar hasta la cocina, así que voy tras de él. Se encuentra de espaldas y con las manos apoyadas sobre el mostrador.
—¿Todo bien? —pregunto, haciendo que sus músculos por alguna razón se tensen, antes de que voltee y me mire por un par de milisegundos.
—Vete a dormir. —me dice, con cierto tono de rudeza en su voz. Arqueo una ceja ante su extraña demanda.
—¿Ah? No puedo, estoy estudiando.
—Entonces vete a estudiar, pero déjame en paz. —escupe, moviéndose y avanzando rumbo al refrigerador, abriéndolo para inspeccionarlo.
Su actitud me toma por sorpresa, y estoy confundida.
—¿Qué pasa, Ezra? —pregunto, acercándome a él, antes de que de un paso atrás.
—¡Te dije que te fueras! —espeta—. ¿No entiendes que ahorita no quiero tenerte cerca?
Luce furioso y estoy aún más confundida ahora. Siento miedo y ganas de decirle que no sea estúpido, pero me contengo.
—Ezra...
—¡Sirve para algo y lárgate! —me grita, con los músculos tensos.
Su forma de tratarme me hace sentir mal de cierto modo. No entiendo qué le pasa, tal vez no le haya ido bien a donde fue y por eso está molesto. Suspiro, y decido alejarme nuevamente hasta la habitación, sin ánimos de pelear con él. Intento estudiar por un par de horas más, a pesar del malestar que me causa la incertidumbre. Finalmente, no tolero más tiempo la fatiga visual y decido irme a recostar. Son las once de la noche, y Ezra continúa abajo. Tal vez esté viendo una película, pero creo que será mejor dejarlo estar por los momentos, y simplemente intentar dormir. Tengo cosas más importantes por las cuales preocuparme, como esa junta con la casa blanca, por ejemplo. De todos modos, siempre he sabido que Ezra es una persona bastante volátil cuando algo le molesta, a pesar de que no sé cuál fue la razón esta vez.
Es la primera vez que me grita de esa manera. Espero que no sea mi culpa, tal vez a veces soy un poco necia, quizá me lo merecía.
De cualquier manera, mañana será otro día, tal vez logre que me diga lo que sucedió. Aunque pensándolo bien, él no es precisamente una persona que cuente demasiado de las cosas que hace a diario. A veces me pregunto qué tanto hará en esas reuniones.
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La Venganza (Libro 2)
ActionADVERTENCIA: Es necesario haber leído la primera parte de esta historia (La Protegida) para entender de manera adecuada. Dos años después, Cailyn continúa con su vida de la manera más normal que le resulta posible, intentando dejar atrás cada una la...