La canción “Heroes” de David Bowie sonaba en la cadena de música. Las gotas de lluvia repiqueteaban contra la ventana y se deslizaban hasta desaparecer. Astrid con la mejilla apoyada en el frío cristal, observaba desde su habitación el húmedo paisaje. Su pelo tintado de montones de colores diferentes, se veía ahora triste y pálido bajo el reflejo gris de las nubes.
Le encantaban los días de lluvia, quizá por las inquietantes similitudes que encontraba entre ella y la tormenta. Las dos igual de frías, impredecibles y, en ocasiones, letales.
El viento golpeaba con fuerza los arboles del jardín, que luchaban por no ser derribados. Astrid suspiró.
La cabeza le daba vueltas y le costaba pensar. Había sido un día duro en el instituto. Necesitaba un lugar donde vaciar la mente.”Un lugar donde nadie me encuentre” Pensó. Sabía perfectamente a donde debía ir.
Esperó a que la tormenta se calmara y, después de coger su chaqueta de cuero, salió a pasear. Caminó por la acera mojada bajo la luz del cielo nublado. Le gustaba el olor que dejaba la lluvia después de desaparecer. Por unos momentos podía disfrutar del frescor del aire antes de que todo volviera a apestar a contaminación.
Unas calles más abajo giró por un callejón y se topó con un muro. Astrid lo saltó con asombrosa facilidad a pesar de los ladrillos mojados y resbaladizos. Una vez arriba se cogió con la punta de los dedos a la cornisa del edificio de su izquierda, y, gracias a su fuerza y práctica, consiguió subir una pierna seguida de otra hasta quedar de pie sobre la estrecha superficie. Ese era el momento que más le gustaba de la subida, cuando la adrenalina acelerabá su corazón y le dotaba de una agilidad que en una situación normal no tendría. Con espalda y manos pegadas a la pared, fue moviéndose lentamente intentando ignorar el viento que le azotaba en la cara. No tardó en llegar hasta el balcón. Bien, solo le quedaba escalar por la tubería hasta llegar al tejado. Se agarró al frío metal y apolló los pies en la pared. Sin perder más tiempo fue moviéndolos acompasadamente junto con las manos hasta llegar a la parte superior , donde se agarró del borde y saltó hasta aterrizar en suelo seguro. Tenía los dedos agarrotados y los músculos de las piernas se le contraían a causa del frío. Astrid sonrió. Siempre lo hacía cuando finalizaba la peligrosa subida.
Era un acto temerario (calificado como vandalismo), que hacía porque de vez en cuando necesitaba un chute de endorfinas para despertar la mente. Aunque ella sabía que era por algo más que por eso. Su vida, monótona y aburrida, no tenía nada de acción o adrenalina. Diariamente leía libros donde los personajes estaban destinados a hacer grandes cosas. Al contrario de ella, una alumna mediocre que iba a un instituto mediocre.
Se encontraba en un tejado muy parecido ha una azotea, aunque los dueños nunca se molestaron en hacer unas escaleras hasta allí, así que una vez ahí, ya nadie podría molestarla.
Se sentó en el borde y pasó horas viendo como el cielo se despe jaba y el sol desaparecía detrás de las montañas de Alicante. Los colores del atardecer inundaban la ciudad. Parecía un famoso cuadro al que hubieran olvidado. Y, viéndolo todo desde allá arriba, la chica del pelo de colores, con su camiseta tres tallas mas grande de ACDC, sus vaqueros mojados y sus viejas converse, sonreía. Creyendo por unos momentos saborear la libertad.
Llegó a su casa a la hora de cenar, seguramente su padre ya habría vuelto de trabajar. Su madre los había dejado a los dos solos hacía años para escaparse con su estúpido novio. Era igual, no la echaba de menos.
-¡Hola estrellita!- Le oyó gritar desde la cocina. Le llamaba estrellita a causa de su nombre, “Astrid” en griego, “Estrella” en español. No le gustaba que le llamara así, era horrendamente cursi, aunque no podía evitar sonreir cuando le escuchaba decirlo.
Fue hacia la cocina.
- Hola papá- Le dio un beso en la mejilla y se apresuró a ayudarle con la cena.
-¿Te has metido en problemas hoy? - Le miró con gesto divertido- Ya sabes que me parece bien que te defiendas de los chicos que hay en el instituto, pero no me gustaría recibir más llamadas de la directora.
- Ya, hablando de eso…- Astrid lo miró con cara de culpabilidad y a su padre no le hizo falta que terminara la frase para saber lo que había pasado.
-Estrellita, ya hemos hablado de esto.
-¡Lo se!
Su padre se quedó callado. En cierto modo no sabía como reñirla, ya que, si su hija había roto alguna nariz hoy, sabia que no había sido sin un buen motivo.
El resto de la cena transcurrió en silencio. Astrid recogió los platos y se fue directamente hacia su habitación. Se puso el pijama y se derrumbó sobre su cama. Estaba agotada, y al día siguiente tenía instituto. Se le tensó la mandíbula al recordarlo. “Pero será jueves” Recordó, “Tarde en la biblioteca”. Y con esa agradable idea flotando en su mente, cayó dormida.
ESTÁS LEYENDO
Custode Mysteria
Fiksi RemajaAstrid, una chica temeraria e impredecible, quería hacer su vida distinta a la de los demás. Con su estilo descuidado y su pelo de colores, era el centro de las críticas y bromas pesadas de sus compañeros de instituto. Aburrida de su monótona vida...