Proyecto Z: Skyline |Harry Styles zombie|

Capitulo 1: El comienzo del fin

ACTO 1:

"El comienzo del fin"

Cuando era una niña, mi padre me hablo de una profecía. De una era en la que el mundo entero se cubriría de oscuridad y la humanidad pagaría por sus pecados. El dijo "Dios Cambio, se enojo con sus hijos". Una noche le pregunté por qué Dios había cambiado, por qué estaba tan enojado con sus hijos. "No lo sé" me respondió, "Supongo que se cansó de tanta mierda". En ese entonces nunca hubiera creído que en un instante, un simple parpadeo... El mundo tal y como lo conocía se hundiría en las tinieblas del infierno.

- ¿Por...qué?... ¿Que... Qué es esto?

Estaba petrificada mientras veía esa imagen tan aterradora. Sentí como mi corazón dejo de latir por un instante y el mundo a mi alrededor se paralizaba. Por primera vez estaba realmente asustada. Mis manos temblorosas y mis ojos abiertos de par en par reflejaban el temor que sentía hasta lo más profundo de mi alma. Mis ojos cristalizaron, quería llorar. Llorar el miedo en mi interior.

Esa imagen deambulaba en mi cabeza como buitres sobre la carne muerta: Mi hermano perforando el corazón en carne viva de aquella bestia repulsiva con su espada punzante; pero esta criatura sorprendentemente aún se agitaba con normalidad, ni se inmuto, como si el filo del estoque fuera una simple brisa rozando su cuerpo. El silencio se apoderó del salón, mientras aquella criatura de anatomía humana y descompuesta aspiraba alcanzar el cuerpo de mi paralizado y sorprendido hermano con sus putrefactas manos ensangrentadas. ¿Qué podía pensar? ¿Qué podía hacer? Cualquier cosa menos verlo morir frente a mis propios ojos era lo adecuado. Tome el control de mis emociones. Aparté el miedo a un rincón de mi mente. Tome mi espada con firmeza y de un gran rebote y agilidad, le cercene el cráneo en dos. Sangre putrefacta salpicaba por cada rincón de la habitación, como una fuente carmesí mal oliente; hasta que este finalmente cayó al suelo inmóvil y aparentemente muerto al fin.

Mi nombre es Emma Grey; junto a mi hermano gemelo Marshall Grey, nos encaminamos a disfrutar unas simples y deleitables vacaciones en el país donde lo imposible no es imposible: los Estados Unidos de América, o eso creían todos; pero nunca se nos hubiera imaginado, ni en nuestros sueños más dementes y perturbadores, lo que estaba a punto de suceder. Nuestro padre es Johnny Grey; científico militar ruso de operaciones clandestinas. Una pieza importante en el juego eterno de poder de Rusia sobre los Estados Unidos. Con un fin incierto, desde muy jóvenes fuimos especialmente adoctrinados, junto a ocho individuos, formando una tropa de elite incógnita del ejército ruso, llamados los "Skyline". Nunca se me fue revelado el por qué; sabía que mi destino estaba escrito y se me era imposible alterarlo. Esperaban algo de nosotros, algo en particular que traería seguridad y protección a la humanidad. Nuestro entrenamiento fue más allá de lo habitual para un soldado común: combate cuerpo a cuerpo, estudios avanzados, idiomas básicos, artes marciales mixtas, supervivencia a la intemperie, empleo de todo tipo de armamentos, etc... Esa era mi realidad, a eso estaba acostumbrada. Yo era feliz... Hasta este preciso instante que debo correr por mi vida.

- Emma no te quedes atrás, tenemos que salir de aquí. -Grito mi hermano Marshall

Corríamos por las interminables escaleras de aquel vasto y lujoso hotel infectado de criaturas carniceras, asesinando sin compasión a quien se topara delante de nosotros. La velocidad de mi hermano y su técnica de combate era impecable al igual que la mía; ambos estábamos equipados con nuestro armamento militar de emergencias: dos pistolas calibres 9mm, dos katanas y un fusil ak 103 cada uno; aquel era un abundante arsenal de reserva adquiridos por las autoridades estadounidenses como parte de nuestra protección en aquel país proclamado enemigo silencioso de Rusia desde tiempos inmemorables. Al notar la gravedad del asunto nos pusimos en acción para salir de allí, con calma y firmeza; analizando cada posibilidad y poniendo en práctica nuestro duro entrenamiento. Corríamos lo más veloz que nuestros pulmones podían soportar. La ciudad estaba completamente colapsada; había personas desesperadas gritando por doquier. Todo era un caos, una anarquía, una distopía, un Apocalipsis... Eran más de lo que podíamos manejar. Al no poder más, nos ocultábamos detrás de un auto aparentemente abandonado. Aquella situación era desoladora.