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Los ojos ámbar de Charles se abrieron de golpe cuando vio como su esposa caía al suelo de rodillas, sosteniendo su vientre hinchado entre sus manos.

- ¡Caroline, ¿Qué sucede?! - Pregunto él, una vez que se había agachado para estar a la altura de su esposa, tomándola de los hombros y mirándola con una gran preocupación.

- ¡C-creo que ya es hora! - Respondió esta, entre quejidos de dolor, Charles miro el vestido de su esposa y noto como este empezaba a mancharse por un liquido.

Tomo a su esposa con cuidado entre sus brazos y comenzó a subir las escaleras hacia su habitación, no paso mucho tiempo cuando los sirvientes llegaron a su lado. Una de ellas abrió la puerta de la habitación, indicándole al rey que debía dejarla en la cama.

- Traigan agua tibia y toallas - Ordeno unas de las sirvientes mas viejas de todas ellas, mientras esta acomodaba almohadas atrás de cabeza de la reina y pasando un trapo blanco sobre su frente sudorosa.

- ¡Ahg! ¡Charles!

Él intento llegar al costado de su esposa pero una de las sirvientes lo detuvo.

- Lo lamento su majestad, pero no puede estar aquí, debe esperar afuera.

Tras decir aquello la sirviente llevo a rastras a Charles fuera de la habitación llena de sirvientes, cerro la puerta en su cara.

Estaba nervioso y a la vez feliz, ya se imaginaba al pequeño corriendo por los pasillos del palacio, jugando junto su esposa y él...

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Dos horas habían pasado aproximadamente y él seguía esperando afuera de la habitación.

Se escucharon unos últimos gritos antes de que estos para en de golpe.

Comenzó a oírse un llanto, el de un bebé. Todo había terminado ya, de repente la puerta se abrió de golpe, dejando ver a la misma sirviente; aunque ahora esta tenia lágrimas brotando de sus ojos.

«Debe ser por la emoción del parto» Pensó el mientras le dedicaba una pequeña sonrisa a esta, no la correspondió, solo empezó a llorar más fuerte, por unos momentos el llanto del bebé seso y permitió que el rey escuchara otros sollozos dentro de la habitación.

Paso a dentro de esta y se encontró con la imagen de todas las sirvientes rodeando la cama, todas estaban llorando, y impedían que él pudiera ver a su esposa a su hijo.

Camino hasta quedar al lado de su esposa, todas las sirvientes se apartaron a los costados de la habitación.

Su rostro estaba más pálido que nunca y seguía sudando bastante, se veía agotada, demasiado. Ella sonrió y acomodo entre sus brazos un pequeño junto envuelto entre toallas. Se acerco más.

- Mira la, están hermosa... - Susurro Coraline, mientras apartaba un poco las toallas, permitiéndole a él verla mejor.

Su piel era de su rosa claro, justo como la de su madre y sus ojos eran de un jade brillante. Era realmente hermosa. La pequeña cerro sus ojos poco a poco mientras soltaba un bostezo. Se había dormido, él la tomo entre sus brazos con cuidado y la apretó ligeramente contra su pecho.

- Sera una gran belleza, ¡tendrá muchos pretendientes! - Exclamo con alegría mientras sus ojos se cristalizaban - Solo imagina la, corriendo por el patio, jugando a mi lado y al tuyo...

Fue interrumpido.

- Cariño - Levanto su mano débilmente hasta posaría en la mejilla y empezar a acariciarla lentamente, algo andaba mal. - No creo que pueda verla crecer...

- ¿Por qué dices eso? Por supuesto que lo harás - Dijo él, mirándola con confusión, ella negó con la cabeza lentamente - ¿Qué esta ocurriendo? - Su voz se había vuelto débil y frágil, como si en cualquier momento fuera a romper en llanto.

- Ha perdido mucha sangre señor - Respondió una de las sirvientes, la volteo a ver - Ella... No podrá seguir aquí - Dicho esto salio con lágrimas en los ojos acompañada por las demás sirvientes, las cuales estaban de la misma manera que ella.

- Dime que eso no es verdad Coraline - Clavo sus ojos en los de ella, ella asintió con la cabeza lentamente. Sintió como algo se clavaba en su pecho de golpe, eso explicaba su piel pálida y sudorosa.

Estaba muriendo. ¡No vería a su propia hija crecer! Lo dejaría solo...

- Tu no puedes dejarnos Coraline, esta bebé te necesita, ¡Yo te necesito! - Había comenzado a llorar, volvió a sonreír con cansancio, realmente estaba muriendo.

- Ella tiene ahora a un magnífico padre, no tendrá nada por lo cual preocuparse... - Su voz se fue extinguiendo poco a poco mientras hablaba hasta que no te escucho más, la mano que tenia sobre su mejilla cayo de golpe. Quedando inerte sobre la cama.

- ¿Coraline? - No respondió, su voz era la única que se escuchaba en la habitación - ¡Coraline vamos, levante! ¡Coraline!

Sus gritos provocaron que la bebé se despertara y comenzará a llorar. Estaba sumergido en una fosa de desesperación y frustración, su esposa acababa de morir...

- Todo esto... ¡Todo esto es por tu culpa! - De un movimiento brusco alejo a la bebé se su pecho y la elevo en el aire, comenzó a caminar hacia el balcón que estaba en la habitación - Si no fuera sido por ti, ella estaría viva aun...

Sus palabras salían envueltas en ira, no estaba dentro de sus casillas, estaba siendo dominado por sus propios impulsos. Repudiaba como nunca lo había hecho a esa bebé, todo era su culpa, si tan solo no hubiera nacido.

- Ni siquiera eres lo que yo esperaba - Dejo en el aire a la criatura, sometiéndola a la peligrosa caía, dada podría sobrevivir a tal golpe. De un momento a otro el bebe dejo de llorar y empezó a ver a su alrededor, como si quiera entender en que posición estaba, su mirada se cruzo con la de él...

Ella tenia los mismos ojos jades que Coraline, esa mirada llena de vida y alegría era tan cautivan te. Sintió como dos manos cálidas lo tomaban de los hombros, giro su cabeza alterado hacia atrás, no había nada, miro nuevamente a la bebé.

- ¿Qué estoy haciendo? - Susurro para sí mismo mientras atraía nuevamente a la bebé a su pecho, se había dejado llevar por su ira, estuvo apunto de asesinar a su única hija.

Camino hasta una de las paredes del balcón y se apoyo en esta para luego empezar a dejarse caer hasta llegar al suelo. Sintió como un pequeña sujeto uno de los mechones largos de su cabello rojizo. Miro como la pequeña empezaba a halarlo mientras una pequeña risa abandonaba su boca.

Debía ponerle un hombre, ¿Pero cual? Su esposa iba ser quien lo escogiera, no él. De repente un recuerdo invadió su cabeza.

- ...si es niña me gustaría ponerle Amelía, y le diríamos Amy - Coraline acadio su vientre con suavidad mientras lo miraba.

- Suena tan hermoso como el tuyo... - Susurro él, para luego depositar un pequeño beso sobre si cien.
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- Te llamarás Amelía - Elevo nuevamente a la bebé y la miro con sus ojos llenos de lágrimas, no de tristeza esta vez, sino de felicidad.

- Mi pequeña Amy

Cuando Las Rosas MueranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora