Estaba apuro de gritar cuando el erizo tapó de su boca.
Ese erizo no era su primo, ese erizo no era su mejor amigo de la infancia, ese erizo no era Sonic.
Dejo escapar varias lágrimas y sus ojos se abrieron como platos cuando el erizo comenzó a acercarse a su cuello; mirándola a los ojos mientras poco a poco disfrutaba el pánico de Amelía, él no quería hacer esto.
Deberían haberse casado, pasar la noche juntos, mudarse lejos de estos reinos y vivir en una pequeña casa en el campo, siendo felices con sus pequeños hijos e hijas, le hubiera gustado tener gemelos. Pero... Ella lo había arruinado todo, lo había traicionado; viene a este estúpido reino lleno de gente despreciable solo por ella, ¡Le dirigió la maldita palabra a su tío solo por ella! ¿Y cómo le agradece? ¡Casándose con ese miserable vampiro! Shadow. Oh Shadow, como ansiaba ver su rostro cuando se diera cuenta de que ella había desaparecido.
Su cuerpo se sacudió cuando la piel de su Amy toco sus sensibles colmillos; era cálida y suave, casi tan suave como la seda más pura y fina. Se estaba controlando para no morderla de inmediato, quería disfrutar el momento en el que traspasara su piel, sentir como su pulso se descontrolaba ante el dolor y la sensación de estar siendo vaciada por minutos. Quería disfrutar del momento que había estado fantasía do por diez tortuosos años.
Sus ojos volvieron a enfocarse en los de Amelía cuando esta puso sus manos sobre sus hombros, estaban temblando de forma descontrolada y sus ojos habían perdido el brilló que los hacia tan hermosos. Ahora estaban opacos, aun cuando sus lágrimas estuvieran saliendo, empapando sus mejillas. Poco a poco el erizo retiro lentamente su mano de la boca de Amelía, no porque se hubiera arrepentido de lo que estuviera a punto de hacer, no, él quería escuchar sus suplicas y gritos de dolor, aunque esos significara que todo el reino lo viese, luego podría matarlos.
Tomo de manera brusca las muñecas de Amelía y las obligó a mantenerse sobre su propia cabeza, acerco más su propio cuerpo al de ella solo para mirarla un poco más de cerca, observar como las lágrimas bajaban por sus mejillas enrojecidas. Sus respiraciones se unieron cuando paso sus labios cerca de los suyos, le encantaba ver como esos esmeraldas jades lo seguían de forma cuidadosa, sumergidas en miedo y pánico; ver como su cuerpo de caía a pedazos por su culpa.
Le fascinaba ser es causante de su inevitable agonía.
Quitaría hasta la ultima gota de cordura que tuvieron en su cuerpo.
— Realmente no quería lastimarte de esta manera pero tu te lo buscaste — Susurro con malicia estando aun a centímetros de los labios temblorosos de Amelía, beso su mejilla mojada y empezó a descender por todo el largo de su cuello, hasta llegar hasta el espacio que se hacia entre su cuellos y sus hombros, ahí es donde podría conseguir más sangre de manera rápida y dolorosa, para ella.
Sin esperar un segundo más, clavo de golpe los colmillos en la piel sensible de Amelía, quien grito por el dolor repentino y comenzó a moverse en su lugar, intentando que el erizo la dejara, su cuello ardía como la peor quemadura y como si una pequeña gota de limón se fuera derramado en un raspón.
Apretó más su mandíbula cuando el sabor cobrizo de la sangre toco su lengua, era exquisita, ni sus mejores expectativas se comparaban con lo deliciosa que era en realidad. Conteniéndose para no clavar en resto de sus dientes y vaciarla hasta la muerte; apretó más las muñecas de ella. Estaba gritando y sacudiéndose mientras el seguía succionando.
Los minutos habían pasado de forma lenta y tortuosa para Amelía, ahora su visión era borrosa e inestable, no podía enfocar ninguna cosa, ya no se movía tanto ni gritaba, ahora solo se escuchaban unos susurros; los cuales pretendían ser gritos y alaridos de ayuda. Al parecer nadie la había escuchado en el castillo, seguramente sus gritos fueron opacados por la música y las risas de los invitados.
Por otro lado, el erizo estaba casi satisfecho, pronto llegaría al éxtasis, sabía que llevaba demasiado tiempo succionándola, podría enfermar o desmayarse aquí, ¿Qué le diría a su despreciable padre cuando preguntara por ella? Podría llevarla hasta su habitación sin necesidad de pasar por el salón o subir las escaleras.
— Son-, por favor... Para — El tono de su voz era una señal más que suficiente para que parara, se estaba sobre pasando demasiado. Debía detenerse. Miro de reojo a Amelía su paro de golpe cuando vio que sus ojos se habían cerrado. Lamió rápidamente lo que su lengua pudo alcanzar a los costados de sus labios y soltó mas muñecas de ella, dejando que cayera en sus brazos, su cuerpo ya lo emanaba ese calor característico de ella, estaba fría.
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Cuando Las Rosas Mueran
FanfictionTras pasar muchos años desde el establecido juramento de venganza de un enemigo, el cumpleaños numero dieciocho de Amelia se convierte en el suceso más importante de su vida; vida que reposa sobre manos ambiguas con el encargo de eliminarla.