Capítulo 9

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- ¿Estás segura de lo que haces Amy?- Me dijo mi hermana, que está sentada en el borde de mi cama, mientras le daba vueltas a una pulsera plateada que tenía.

- Tú hermana tiene razón Amanda ¿Cómo sabes que no saldrá mal? ¿Qué no te está engañando? - dijo Amelia, mientras se acercaba a mi tocador y me miraba a través del espejo-. ¿Te has planteado siquiera lo qué esta relación supondría para ti? - se puso de cuclillas y me envolvió con sus manos las mías-. Eres una persona tímida y que normalmente intenta pasar desapercibida para todo el mundo ¿Te gustaría ver tu cara en todas las revistas del corazón y qué todos los días se inventen nuevos rumores?

- En eso estoy con Amelia, Amy- se levantó y se acercó a dónde estábamos-. Y que pasa con tu carrera, siempre has querido trabajar en Inglaterra, Canadá o Estados Unidos, en alguna publicación, y él cariño, tiene todos sus negocios aquí o en Italia- Se agacho al igual que Amelia-. ¿Vas a dejar todo por lo que has luchado? Porque todas sabemos que eso es, lo que hacen las mujeres de los grandes empresarios.

- ¡Queréis parar de una vez! ¡Por el amor de Dios, solo vamos a tener una cita y vosotras estáis planeando casi mi vida entera junto a él! - dije mientras me apartaba de ellas e iba hacia mi armario, en busca de mi ropa-. Además- Me gire para mirarlas a la cara-. ¿Por qué no os podéis alegrar simplemente?

- Si alegrarnos, nos alegramos cariño, pero entiende que nos preocupemos- dijo mi hermana. La verdad es que se le veía muy preocupada, pero ya era mayorcita-. Has pasado por tanto... que no queremos, que te vuelvan a hacer daño.

- Y he escarmentado, os lo juro. Esto es diferente de verdad- Dije mientras cogía un vestido azul, con lunares blancos pequeñitos-. ¿Nunca os ha pasado qué habéis encontrado a una persona e irremediablemente os habéis visto atraídas hacia él? Pues eso es lo que me pasa a mí, y sea lo que sea, que nos esta pasado quiero descubrirlo- Las dos pusieron unas caras muy raras y se miraron-. ¿Qué os pasa? - les pregunte riéndome.

- Madre mía...- Dijeron las dos al unísono-. Estás coladita por él.

- No digas tonterías, si apenas nos conocemos- dije mientras volvía a girarme, para buscar en el armario algo, pero no sabía el que-. Mira que sacáis las cosas de quicio. Además, como no dejéis de hablarme y entretenerme, no voy a acabar de prepararme- Me volví a girar-. Además, vosotras no teníais tanta prisa, pues venga.

- ¡Vale...!- dijo mi hermana-. Pero por favor ten cuidado con él ¿vale? - dijo mientras me daba un beso en la mejilla.

- ¡Ay qué sí! ¡Venga! marcharos pesadas- le dije a las dos. Cuando querían podían ser muy sobreprotectoras, pero a pesar de eso las quería un muchísimo. Una era mi hermana de sangre y la otra, aunque no tuviera mi sangre, también lo era y ellas lo sabían.

Oí como salían por la puerta de mi casa y no pude evitar sonreír, porque las adoraba, y en cierta manera tenían razón con todo lo que me habían dicho.

Dejé mi vestido encima de la cama y me senté al lado ¿Estaba haciendo bien en dar rienda suelta a lo que sentía? ¿Y si me volvían a hacer daño? Creo que no podría soportarlo, otra vez no. Todo esto estaba sucediendo demasiado deprisa y tenía la sensación de que, aunque quisiera, no podría detenerlo. Eso era lo peor de todo.

Me duché y me vestí. El pelo me lo sujeté en un moño informal, dejando que cayeran unos mechones a los lados de mi cara. El maquillaje, era muy sutil nada llamativo. Me fui al armario y comencé a buscar unos zapatos que combinaran a la perfección. Llegue a la conclusión de que lo mejor sería ponerme unas bailarinas blancas con flores bordadas, no quería darle una falsa impresión. Esto sería solo una cita, sin segundas no iba a dejar que pasara nada. No esta vez.

Aunque no me pertenezcasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora