Shakmi estaba enfurecido. No estaba acostumbrado a ser ridiculizado ni a que lo contradijeran.
Tras haber sido el único con conocimientos médicos en la ciudad, la gente siempre había recurrido a él cuando estaban enfermos o heridos. Vivía solo en una pequeña cabaña en las afueras de la población y la gente le traía alimentos y materiales de construcción como pago por sus servicios. No es que lo respetaran, pero al menos tenían bastante sentido común como para temerle. Con el pelo largo canoso, los ojos negros como la obsidiana y expresión sombría, resultaba bastante intimidante. La gente incluso creía que podía hacer magia y maldiciones que podían llevarlos a la ruina si le llevaban la contraria.
Pero ahora todo había cambiado en una sola tarde, todo por culpa del elfo desconocido que se había atrevido a entrometerse. Shakmi odiaba a los entrometidos. Y odiaba todavía más a los elfos desagradables. ¿Y qué clase de elfo era, con ese poder de sanación? Shakmi nunca había visto nada parecido.
A decir verdad, al hombre lo corroía la envidia, pues sabía que sus propias habilidades no eran nada comparadas con las del elfo. También sabía que la gente ahora admiraba al elfo, gracias a su amabilidad y belleza. Pero lo peor de todo era que el extraño ser lo había hecho quedar como un tonto delante de todos.
El hombre no podía soportar las burlas. ¡No toleraría tales insultos! Ahora debía recuperar el respeto de los aldeanos. Debía enseñarle al elfo una lección, allí, delante de todo el pueblo.
Ronin, el alcalde de la ciudad, no dejaba de interrogar a Shakmi sobre sus planes, sin estar seguro de que fuera necesario hacer lo que pretendía. Así que él le había respondido de forma que todos lo oyeran.
"¡Si deseas que esta ciudad se salve de las garras del mal haz lo que digo! ¡Nuestras almas y nuestras vidas estarán en peligro si dejamos a esa criatura con vida! El Poder Superior me ha hablado. Me dijo que el elfo es un brujo disfrazado que aparenta ser bello y bondadoso pero que oculta un negro corazón tras la máscara. ¡Eres un tonto por caer en su engaño!"
Al igual que un grupo de juncos inclinándose hacia donde sopla el viento, las personas y el no muy inteligente alcalde aceptaron las palabras de Shakmi sin más preguntas. Ahora esperaban con expectación en la plaza del pueblo donde hacía unos días estaba la plataforma. Sin embargo ahora no estaba y la habían reemplazado por un poste grueso de madera hecha de abedul. También habían amontonado una pila de leña a su alrededor.
Si los matones de Shakmi habían cumplido su tarea con éxito, la ceremonia empezaría pronto. Justo después de su intento fallido de quemar a los niños enfermos, el hombre pensó un plan de venganza antes de que los elfos abandonaran la ciudad para siempre. Le ordenó a seis hombres que se escondieran en el bosque a esperar a los elfos para tenderles una emboscada, pero su verdadera misión era capturar al elfo de cabellos dorados y matar a sus tres cómplices.
Ya hacía mucho que había anochecido, pero la gente aguardaba alrededor de la plaza. Alguien había difundido el rumor de que Shakmi iba a castigar a un malvado brujo, así que nadie quería perderse el emocionante evento.
De repente se produjo una conmoción en el otro lado de la calle, avisando a todo el mundo de que los hombres de Shakmi habían vuelto con su prisionero. Cuando el elfo rubio quedó finalmente a la vista, el hombre sonrió para sus adentros.
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Desde que vio a Shakmi, Legolas supo que estaba en muy graves problemas. El príncipe elfo se había despertado boca abajo sobre un caballo y con los brazos atados a la espalda. Para aumentar su miseria también estaba amordazado, por lo que nadie entendía las maldiciones incomprensibles que estaba gritando, o mejor dicho, intentando gritar.
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¡Humanos Desagradecidos!
أدب الهواةLegolas y la pandilla se gastan bromas unos a otros. Pero cuando los humanos entran en escena, es inevitable que alguien acabe gravemente herido