-no te preocupes, tienes tiempo para enamorarte de mí- me dijo clavando su mirada verde en mí.
-y tu tiempo para dejar de ser un imbécil-
-te reto a no enamorarte de mí- dijo mirándome directo a los ojos.
-te reto a dejar de ser un idiota- dije inte...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
-suéltame- le grité a Adams para que me soltara de su agarre. Matt estaba congelado, con sus ojos azules abiertos como platos, y ahora sí que no tenía ninguna escapatoria; solo decir la verdad... Decir la verdad y rezar para que Adams no mienta.
-voy a matarte- se acercó a Adams furioso. Sus ojos se veían oscuros, llenos de rabia.
-¿crees que puedes conmigo?- infló el pecho Adams, colocándose frente a él. Cara a cara, jugador contra jugador.
Me escabullí en el centro de los dos, quedando atrapada por el pecho de Matt y el pecho de Adams.
-no peleen- intenté separarlos -Adams siempre será un idiota, no te sirve de nada golpearlo- intente calmar a Matt con mis manos en sus mejillas.
-siempre seré un idiota, un idiota que se follará a tu chica- siguió Adams provocándolo. Pero esta vez no era Matt el que estaba molesto. Solté una cachetada de palma abierta en la cara de Adams, no medí mi fuerza, no me importó quienes estuvieran, solo me fijé en lo harta que estaba.
Matt se retrocedió dos pasos, al igual que Adams. Adams mirándome con una mirada desconcertante, sin poder creer lo que acababa de pasar y honestamente yo tampoco sabía cómo había pasado...
-Alex yo...- empezó Adams.
-no digas nada- me negué mientras caminaba recto al estacionamiento de los buses, pero ya era muy tarde, los buses ya se habían ido y dudo que mi cariñoso chofer me haya esperado...
Bufé y salí a la calle, podía pedir un taxi; pero esto no era time square, digamos que los taxis no son algo muy común... ¿Charlie o Mark? Ya se fueron, y me niego a irme con Matt o Adams. Me senté en la banca que daba directamente a la calle, con mis codos clavados en mis rodillas, mis palmas sosteniendo mi mentón.
¡Philippe! ¡Estúpido e ingenio Philippe! Saqué mi teléfono y marqué al número de mi hermano. Un pitido, dos pitidos, tres pitidos, y cuando estaba apunto de colgar, oí su voz.
-Philippe, hola- saludé antes de pedir el favor.
-¿quién es?- preguntó cómo lo hacía siempre. Rodé mis ojos y bufé.
-nunca es divertido ¿algún día dejarás de hacerlo?-
-cuando sepa que dejas de rodar tus ojos- rió levemente.
-entonces nunca- pensé en voz alta -mira, necesito que vengas a buscarme.