Capítulo 21 | La carta

4 1 0
                                    

Me desperté, la luz de las farolas de fuera se colaban por la pequeña cabaña donde dormía. Estire mis brazos y sentí algo al lado mío. Me sobresalté, Mathew estaba tumbado al lado mío. Tenía los ojos cerrados y el pelo revuelto. Las manos las tenía debajo de la cabeza, utilizándolas como almohada.

Eso me recordó a la vez en la que Ian se había quedado a dormir en mi cama y desperté y le encontré en la misma posición en la que estaba Mathew. Recuerdos que nunca volverían.

- Buenos días dormilón.

El abrió los ojos y los volvió a cerrar. Se movió en la cama de un lado a otro y se negó a despertarse. Eso también me recordaba a Ian, el solía hacer lo mismo. Estar cerca de Mathew me dolía.

- Despierta.

Recordé la forma en la que despertaba a Ian. Me levante de la cama y me acerqué a su lado de la cama.

- Si no te vas a despertar por las buenas lo harás por las malas.

Salté encima de él, el grito para luego hacerme cosquillas. ¿Por qué eso también me recordaba a Ian? Necesitaba un psicólogo urgentemente.

- Te voy a confesar algo. - Me senté al lado de él en la cama. - Me recuerdas mucho a Ian, antes, cuando era "normal".

- ¿En qué te recuerdo a él?

- En todo... Es misterioso... Haces todo igual que él, quizás me estoy volviendo loca, no lo descarto.

- Quizás seamos la misma persona. - Lo mire enarcando las cejas.

Me levante de la cama y en el suelo me encontré con una carta.

- Oh, mira una carta.

- Espera, dámela.

- ¿Por qué?

- Es mía, no la leas, dámela. - Intento quitármelo desesperadamente. - Por favor.

- ¿Por qué te preocupa tanto una carta? ¿Para quién es?

- Para la chica de la que te hable, ahora dámela y deja de hacerme un interrogatorio.

- Déjame leerla.

- No.

- Estas en mi habitación así que tienes que acatar mis reglas.

Le sonreí y rodee su cuello con mis brazos para darle un beso en la mejilla. Eso solía funcionar con el hijo de puta de Ian, quizás con él también.

- Tus besos no van a funcionar esta vez.

- ¿Está vez? Que yo sepa es la primera vez que lo intento... - Me miro algo nervioso. - Pero no me cambies de tema.

- Esta bien, puedes leerla.

Se sentó en la cama resignado y yo sonreí ante mi triunfo.

Su pelo castaño y ondulado que ella piensa que le queda mal pero la hace más bella, si es que eso es posible. Sus preciosos ojos marrones como los bombones y su mirada penetrante y directa.
Su nariz, pequeña, preciosa y perfecta. Sus dientes blancos como la nieve, y sus labios, medió rojizos, con los que cada noche imagino y sueño juntándose con los míos.
Su aroma, ese olor que me hace sentir inseguridad, que me da temor que me vea cuando siento su poderoso aroma que hace que todas las injusticias del mundo me olvide.
Si todo eso siento solo cuando la veo, cuando me habla y me regala una de sus sonrisas, que hizo que un día me enamorara de ella, me siento el chico más afortunado del mundo.
Esa voz, que la oigo y siento como si oyera una sinfonía, la mejor sinfonía del gran Beethoven.
¿Perfección? "No existe ser perfecto" decían muchos, pero por las que hable con ella y por más que le intente buscar defectos no lo consigo. Cada día me sorprende con algo nuevo. Desde sus gustos, como por ejemplo, la pasión que siente por la astronomía; haya su diversión, su manera de ser positiva e intentar superar todos los problemas que la vida nos pone, todos los obstáculos.
¿Final? Desde siempre he sabido que todo tiene un final, que todo se acaba, pero cuando la veo, cuando hablo con ella y cuando me sonríe me gusta pensar en el infinito. Creo en ese infinito a su lado, quiero ese infinito a su lado.
Me encanta su forma de ser, porque me contagia su alegría. Pero lo que más me gusta es como soy yo cuando estoy con ella.

Si yo le dijese todo esto se acabaría para siempre.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 29, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

ConfusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora