Reika - Yamaki

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Disclaimer: "Digimon Tamers" no me pertenece, sino a sus respectivos autores (TOEI, Akiyoshi Hongo, etc., etc.)

Las caras del amor

Capítulo uno: Reika - Yamaki

Inefable: dícese de algo tan increíble que no puede ser explicado con palabras

— ¿Cuántos han sido esta semana?

—Sólo tres.

La pelirroja suspiró, sonriendo, y dejó una bandeja con dos tazas de café humeante. Era sábado por la noche y llovía pausadamente a través de la ventana. Yamaki miraba las finas gotas caer que chocaban con fuerza en el vidrio.

—Un día, me dirás "ninguno" y tus pulmones te lo agradecerán —comentó Reika, suavemente, mientras endulzaba su café.

El rubio lanzó un profundo suspiro y se sentó a su lado, dando pesados pasos.

Y, entonces, la vio: pero la vio como un ser humano asiste, por primera vez, a salida del sol, por la mañana. Reika era maravillosa con todas las letras: delicada, fina, elegante y esplendorosa. Era su mujer ideal y nunca se arrepentiría de amarla. Ella era su sostén en momentos de crisis. Lo contenía cuando el estrés lo catapultaba hacia locuras inimaginables.

Observó todos sus detalles: su lacio cabello rojo, brillante como el fuego, su figura delgada, sus labios pintados de rojo, como era costumbre, y unos ojos que destilaban la más pura tranquilidad.

¿Qué habría hecho él sin ella? Vivía los momentos y las situaciones más únicas que podía imaginar. En una sola palabra: inefable. Reika era inefable.

—Se te va a enfriar el café —le dijo con voz suave. Agarró la azucarera—. ¿Cuántas cucharadas? ¿Tres?

—Las que tú quieras —respondió, con una sonrisa relajada. Dejó el encendedor de metal sobre la mesa. Ya estaba cansado de jugar con él. Estaba haciendo un esfuerzo por dejar su adicción al tabaco: reducir en más de un año un atado por semana a tres, era un logro increíble. Reika estaba orgullosa, aunque ambos tenían la meta de que llegara al número cero—. ¿Cuándo te has vuelto tan maravillosa?

La mujer se sonrojó mientras endulzaba el café de su pareja.

— ¿A qué viene eso, querido? —preguntó, desconcertada—. Yo no soy maravillosa, sólo soy... —Yamaki la besó suavemente.

— ¿Sabes qué eres? Un ángel, un ser inefable —estaba tan sorprendida con todo, que no supo reaccionar—. Eres tan única que me sorprendes y no puedo describírtelo en palabras.

Reika le dio las gracias por eso, dándole un fuerte abrazo. Sin lugar a dudas, todo lo que había pasado antes, todo el problema del Digimundo, y sobre todo esos niños, habían ablandado de sobre manera el corazón de su amado Yamaki. De su querido Mitsuo: había pasado a ser un hombre sin escrúpulos, frío como el hielo y sin corazón, a un ser abierto, sensible y capaz de sonreír. Aunque le debía a los chicos y sus digimons ése cambio, estaba muy contenta de que el paso lo hubiera dado él con toda valentía.

Se dijeron cuánto se amaban. Cuánto se querían. Al verse a los ojos, supieron el cariño que se profesaban el uno al otro.

El rubio estaba contento de poder decir que su novia era el ser más magnífico del planeta humano, es ser indescriptible que alegra el vivir día a día. Luego de haber pasado por la vida que el rubio tuvo.

Bebieron su café animadamente, mientras miraban una película por la televisión y la lluvia les hacía compañía.

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