Jenrya y Alice

205 5 1
                                    

Disclaimer: Ninguno de los personajes de la saga "Digimon Tamers" me pertenece, sino a sus respectivos autores.

Las caras del amor

Capítulo cinco: Jenrya – Alice

Etéreo: extremadamente delicado y ligero, algo fuera de este mundo.

Ella resaltaba. Vestía de un negro muy hermoso: un encantador vestido oscuro de terciopelo. Sus cabellos rubios ondeaban al viento y caminaba entre las flores blancas del prado. Sus ojos celestes habían encontrado la felicidad eterna, pues, cuando conoces al amor de tu vida, todo alrededor parece más asombroso de lo que era.

Jenrya fue hasta ella, a paso ligero, sonriendo, abrazándola por detrás, delicadamente.

— ¡Este lugar en muy bonito!

—Aquí almorzamos la primera vez juntos, ¿no te acuerdas? —le dijo el chico. Ésta asintió, algo sonrojada y feliz de recordarlo...

Lee había terminado el secundario y había querido ir a estudiar a USA la carrera de informática, así que, preparando sus maletas, viajó acompañado de su fiel Terriermon a ese nuevo país. Se encontró con Alice en una de sus clases y empezaron a charlar con más frecuencia. Y aquello terminó en un precioso romance muchos meses después.

Estudiaron juntos y trabajaron arduamente por una mejor conexión y relación entre el mundo Digital y el humano. No sólo se amaban mutuamente, sino que amaban su trabajo.

Se tumbaron entre las flores, tomados de las manos y miraron el cielo: estaba completamente celeste y no había ni una nube.

—El cielo tiene tus ojos —comentó él, mirándola. Le dedicó una dulce sonrisa que ella correspondió. Alice se abrazó más fuerte a él. Qué respiración tan serena...

Se quedaron dormidos. Cuando despertaron, empezaba a caer el sol. Se pusieron de pie y él le sugirió ir a comer a un lugar bonito esa noche...

...Pero sólo estaba el prado de flores.

¿Dónde estaba el resto de la ciudad? El prado siempre había estado detrás de la universidad.

Jenrya parecía asustado y nervioso. Su pareja lo supo y en seguida le preguntó qué pasaba.

—Alice, no veo la ciudad, sólo se ve cómo se extiende este campo de flores —ella le tomó de las manos, para calmarlo.

—No te preocupes, encontraremos una solución —aseguró con calma. El chico de cabello azul asintió y corrieron en dirección al norte, esperando encontrar algún tipo de señal, algo que les mostrara un atisbo de civilización.

Estaban en la ciudad de Filadelfia, ¿dónde rayos se encontraban las personas?

Corrían y corrían, pero nadie salía. Sólo se extendía el campo, cuyas flores blancas se tornaron negras y se marchitaban a la par de sus rápidos pasos. El miedo pareció inundar en él, mientras el celeste cielo se teñía de un rojo oscuro, como si bombeara sangre en él.

Alice se detuvo de golpe.

— ¡Alice! ¿Qué ocurre?

Ella le sonreía, inocente. Cómo si no se preocupara de lo que estaba pasando. Los pétalos de las flores marchitas volaban con fuerza, ya que un aire frío se hizo presente. El cielo empezó a cubrirse de nubes negras.

—Te amo mucho, Jen —le dijo, con la cara radiante de felicidad y acariciando las mejillas de él con sus pálidas manos.

— ¡Alice! ¿Qué te pasa? ¡Pierdes color! —en efecto, estaba más blanca de lo usual, pero con los ojos más vivos que nunca. Jenrya la abrazó con fuerza—. ¡Alice...!

Las caras del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora