Capítulo tres: Jenrya - Ruki

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Aware, lo agridulce de un corto momento de belleza trascendental.

Ésa noche era especial. Se hacía un magnífico festival de verano en la ciudad y todos estaban entusiasmados por su llegada. Invitaron a los colegios a participar, a las tiendas de las zonas y a todo aquél que quisiera colaborar. Querían hacer la fiesta más maravillosa del verano que habían tenido en años.

La tienda de pan de los Matsuda no dudó en formar parte, así que Takato y Guilmon se la pasaron haciendo miles y miles de panes.

—Haremos un montón, y con nuestros amigos —dijo el muchachito dándole forma un pan con forma de Calumon—. Seguro que a los chicos les encantará.

— ¿Cómo está mi pan de Guilmon? —preguntó el dinosaurio mostrando un pan con forma... llamativa ante el señor Matsuda. Padre e hijo se miraron, y sonrieron de manera extraña. Le dijeron que era "lindo", y el dinosaurio rojo se puso a saltar—. ¡El papá de Takato dijo que hago lindos panes!

Fueron dos noches que no descansaron mucho, pero orgullosos de hacer panes de miles de variedades.

—Ruki, mira, te he comprado ésta yukata preciosa, ¿por qué no te la pruebas?

La pelirroja suspiró con cierto fastidio: no tenía tantas ganas de ir al festival.

—Anda, tu mamá se esmeró en elegir uno que te gustara —apoyó su abuela, apareciendo en la sala. Con una sonrisa de resignación, tomó la prenda y fue a su habitación a cambiarse.

— ¿Qué es ese festival en el que todos están tan contentos? —preguntó Renamon, mientras la chica se acomodaba la ligera yukata de color azul.

—Es un festival de verano —le explicó velozmente—. Los hacen en varias ciudades, pero no sé por qué le están dando tanta publicidad —se extrañó la chica—. De todas formas, me veo ridícula con esto —se miró ante el espejo: una pequeña figura de una chica de doce años le devolvía el reflejo. La yukata no era tan fea: el azul era un color que le agradaba mucho, y el estampado de zorros era simpático. Aún así, ella iba a decir que se veía ridícula.

—Yo creo que estás muy refinada con eso —comentó su Digimon. Ruki se sonrojó. En ese momento, su madre tocaba la puerta: Jenrya al teléfono.

Cuando salió, Rumiko estaba encantada con lo bien que a su hija le quedaba la prenda. Pero le gustó mucho más verla sonrojada ante quién sabe qué cosa le estaba comentando su amigo Jenrya.

— ¿Puedes irte, mamá? ¡Me avergüenzas! —comentó más roja que un tomate. Su madre salió con tenues risitas en sus labios—. Sí, sí, lo siento —se disculpó—. Pero, ¿no irás con tu familia...? Ah, ya veo... —hizo una pausa. Tardó en responder. Sus ojos lilas brillaban con intensidad—. Sí, no hay problema. Pasa a buscarme... Adiós —cortó el teléfono y lo puso en la sala. Su abuela la felicitó porque estaba encantadora con la yukata. Su madre, por otro lado, quiso saber acerca de la conversación, haciendo enrojecer a la pelirroja mucho más—. ¡No pasa nada, mamá! ¡Basta! —y fue corriendo a su habitación.

—Creo que su amigo la invitó al festival —comentó la rubia sentándose junto a su madre.

—Bueno, Ruki ya no es tan niña —agregó la abuela—. De todas formas, no la persigas tanto, Rumiko, bastante con que tiene que verte todos los días.

— ¡Mamá! —vociferó la hija. Seiko rio.

Llegó el sábado por la tarde. Su madre y su abuela estaban listas para ir al festival. Ruki les dijo que se adelantaran, que ella iría en un momento. Rumiko le deseó suerte en la "cita" y le pidió que se cuidara. La pelirroja reaccionó con gritos, haciendo reír a su madre y abuela.

Las caras del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora