Hirokazu y Shuichon

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Capítulo cuatro: Hirokazu - Shuichon

Nefelibata: Dicho de una persona soñadora que no se apercibe de la realidad

Una rutina más y estaba hecha: corrió, dio un giro en el aire y cayó perfectamente sobre la colchoneta azul. Su profesor la felicitó y le pidió que descansara por hoy.

— ¡Haré lo mejor que pueda! —exclamó la menor de los Lee, con los ojos rosados brillantes y una gran determinación en sus palabras.

—Sé que así será —rectificó el hombre—. Pero no te confíes tanto, son la preliminares para el nacional, habrá mucha competencia —Shuichon era la alumna más soñadora que había tenido. Quería bajarla un poco a tierra, pero con ella, era imposible.

—No se preocupe —dijo recogiendo sus cosas: la muchacha, a pesar de tener diecisiete años, no dejaba de reírse como si aún fuese una pequeña niña. Era su característica más notable—, ¡aún si pierdo lo haré feliz!

Shuichon amaba la gimnasia artística. Desde que ingresó al secundario, no dejaba de participar en torneos: ahora faltaba la etapa final, si pasaba la competencia del sábado, iba directamente a las nacionales. Era tanta la emoción que tenía que, al salir, se abrazó con fuerza, por el cuello, a su pareja: un joven Hirokazu de veinte años que la esperaba a la salida.

La amaba. ¿Qué más podía decir de ella? Era dulce como un pastel y encantadora como la risa de una niña. Todo en ella lo había enamorado desde hacía casi un año cuando empezó a frecuentarla más seguido. Como él trabajaba en una cafetería, justo al lado del colegio donde ella cursaba, no le costaba nada ir a verla.

Un día, hace casi un año, había ido con sus amigas a tomar algo. Hirokazu era nuevo y aún no entendía bien su rol como camarero. Tanto que casi le tira la bebida a la chica de pelo púrpura oscuro, produciéndose un genuino "flechazo". Desde entonces, Shuichon iba seguido a verlo. Pronto se enamoraron y empezaron a salir.

— ¿Qué tal las prácticas? ¿Cansada? —comentó el de cabello castaño, llevando el bolso de ella, sin que Shuichon pudiera decirle que no hacía falta.

—Algo así —respondió, sonriente—. Pero estoy confiada, ¡aún si no gano, quedaré como una de las mejores! —"Kazu" sonrió con ganas y le revolvió el cabello—. ¡Hey, acabo de peinármelo! —y los dos empezaron a reír—. ¿Una carrera hasta mi casa, qué dices?

—No vas a ganarme —dijo él, llevándose el bolso a la espalda.

— ¡A que sí!

Y salieron disparados los dos, rieron cuales chicos jugando a las carreras. Por supuesto, ella fue la vencedora.

— ¡No se vale, estoy cargando tu bolso! —se defendió él, subiendo por el ascensor hasta el departamento de los Lee.

—Yo no te dije que lo cargaras —respondió ella, traviesa. Kazu dejó el bolso en el suelo y apoyó sus manos en la cintura de la chica. La besó con ternura y Shuichon enlazó sus manos en el cuello de él.

—Aun si ganas o pierdes, vamos a festejar que participaste —le susurró él. La chica asintió con ganas y salieron del ascensor, aún cuando no querían hacerlo.

—Pasa a tomar algo —invitó su novia, mientras le daba un beso en la mejilla y sacaba las llaves para abrir la puerta, la cual lo hizo sola.

—Ejem

Jenrya estaba frente a los dos entre serio y nervioso: el fantasma del hermano mayor afloraba en él en esos momentos.

— ¡Hola, hermanito! —saludó ella, cortando la tensión del ambiente: siempre tan celoso...—. Kazu vino a recogerme, va a pasar a tomar algo, ¿vas a algún lado? —el castaño saludó a su amigo, quien le devolvió el saludo.

Las caras del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora