Luminiscencia: propiedad de un cuerpo de emitir una luz débil, pero visible en la oscuridad
No recordaba tanto tormento, tanta soledad y tanta desesperación. Se sentía abatida, sola, incapaz de encontrarse con sí misma.
¿Dónde estaba? ¿Qué pasaba? ¿Quién era ella?
El destino...
Cierto. El destino era predicho para todos: su madre había muerto, Leomon había muerto, toda su vida había muerto. Es el destino, el maldito destino, se repetía.
Escondió su cabeza entre las piernas, con tristeza. Sus bellos ojos color chocolate no tenían brillo, ni luz, ni vida, eran dos cuencas de oscuridad, sedientas de más pesadumbre. Juri estaba envuelta en la soledad y el dolor, en una fría y pequeña esfera negra, de difícil acceso para la luz de la vida, que era el resto del mundo al cual ella le había dado la espalda.
¿Por qué merecía ése infinito dolor? ¡Sólo tenía diez años! ¡Era una niña! Los niños juegan, se divierten y ríen. Tienen derecho a ser felices, ¿por qué ese golpe tan fuerte para ella? ¿Qué había hecho mal? ¿Nacer, acaso?
Lloraba sin consuelo. Aquélla esfera de tristeza le daba mucho frío. Se abrazó más a sí misma.
Recordó la muerte de su madre, como una pesadilla; vivenció, de nuevo, las sangrientas garras de Beelzemon asesinado a su príncipe Leomon, el gallardo digimon que había decidido acompañarla, llamándola Tamer. ¿Para qué ser feliz si te es arrebata en un santiamén? ¿Para qué reír y vivir si la vida siempre está dispuesta a mostrarte lo contrario?
Lloraba de dolor. Su corazón se partía más y su alma se desquebrajaba como una pieza de cristal. Le dolía el pecho, el corazón, la vida. Incluso expulsar esas lágrimas de sus ojos le demandaba muchísimo sufrimiento. ¿Hasta cuándo iba a seguir consumiéndose? ¿Por qué no moría?
Pero un día, su esfera se hizo visible. Translúcida. Ella apenas volteó a ver el mundo exterior: no comprendía qué pasaba, no entendía nada y tampoco quería hacerlo. Su quietud le agradaba más. No había necesidad de vivir. Quería permanecer ahí, segura en su tristeza, donde nadie la molestaría.
En vano los gritos de Calumon. El esfuerzo de Beelzemon por rescatarla.
¡Juri, Juri! ¡Si sólo vieras la luz!
— ¡JURI!
La voz de Takato resonó en su mente.
— ¿Ta... Kato...?
¡Takato, cierto! Aquél niño que le agradaba tanto: era bueno, algo llorón, pero la persona más bondadosa que había conocido.
Él llevó a Guilmon a la destrucción...
Magiramon era la peor cosa que el chico había podido crear. Pero se arrepintió. Deshizo sus culpas y renació como el gran Dukemon. La justicia y la luz encarnadas en una relación de amistad profunda entre Tamer y digimon.
La voz del castaño resonaba a como un tambor.
— ¡Juri, Juri! —vociferaba. Podía oírlo tan claramente... ¡Era gritos desesperados!
¡Takato era luz!
En aquél momento, los ojos fríos de Juri recobraron color y brillo. Su mente en blanco la hizo reaccionar y se puso de pie.
En aquél momento, aunque débil, Juri emitía una débil luz, una tenue luminiscencia.
No.
¡El destino no marca la vida!
— ¡Yo puedo cambiar mi destino! —gritó ella.
Todo volvió a su curso normal: sus latidos, su corazón, su mente y su ser. Ya no estaba sumida en soledad, ya no era tristeza, ya no lloraba de dolor, ¡era de alegría! ¡Alegría por seguir viva! ¿Cuánta gente la amaba? ¡Eso era la importante! Tonta había sido ella por tergiversar las palabras de su amado Leomon.
Y luchó. Luchó por separarse de esa cosa que no eran más que liana rojas que tironeaban de ella como una marioneta. Juri iba a demostrarle que no era débil. Ya no más. Había sido capaz de demostrar su propia luz, fuerte y única.
Cuando acabó todo el problema del D-Reaper, mientras Takato sostenía a Juri en brazos, ella le dio sus más sinceras y hermosas gracias. Sin él, no había sido capaz de salir de ese estadío de oscuridad. Takato negó con la cabeza y la abrazó con fuerza, con amor, con todo el cariño que le tenía. ¡Le gustaba tanto Juri!
—Fue tu luz la que me guió —ella se sorprendió—. En medio de todo este lío, de toda la oscuridad, pude ser capaz de distinguir un atisbo de tu energía, Juri —la chica estaba sorprendida—. Has sido tú la que ha brillado, yo sólo te he ayudado a salir de allí.
Ella se abrazó a su cuello, llorando y diciendo gracias, infinitamente. Takato era tan dulce y sincero, ¡le gustaba tanto!
La niña había sido capaz de entender su propio ser. Realizar su propia luz. Fue a partir de allí que su vida y la gente que amaba lo significó todo. Absolutamente todo.
Ya no habría tristeza ni lágrimas, sino risas y alegrías.
Y todo gracias al pequeño, tierno y llorón de Takato....
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Las caras del amor
FanfictionColección de relatos enfocados a distintas parejas de la saga Digimon Tamers.