Capítulo 1. La llegada de un extraño, no tan extraño.

387 7 0
                                    

Una simple idea, un hartazgo, la peli rosa veía pasar el tiempo, a sus recién 17 años, ya ni siquiera contaba los meses que llevaba al lado de Saito, "el héroe"; si, habían cumplido un año y mes de casados.

¿Por qué seguía con él?, Porque a pesar de todo, él había llegado a su mundo como parte de sus múltiples errores al tratar de usar una magia que no le correspondía.

Así pasaban los días de Louise Françoise le Blanc de la Vallière, "La Zero".

Se veía al espejo, ya no era una niña plana, al menos, ya no tan plana, y sus curvas empezaban a notarse. Sin embargo seguía siendo "inmaculada", no así el séquito de mucamas que tenía en su mansión.

Sí, un séquito de mucamas, ¿cómo llego a eso?, pues fácil, su "amiga", la Reina Henrietta, decidió que era un buen regalo enviarle cada mes una mucama para apoyarla con las labores de la casa. Aunque había algo que ella no sabía, su "amiga", había averiguado a través de Siesta que el joven extranjero estaba incontrolable.

¿Incontrolable?, no tenía relaciones con su esposa, sólo él conocía las razones, pero sí que las tenía con cada mujer que se encontraba en su camino, las mujeres de las aldeas cercanas, empezando por las que cobran, recorriendo las esposas insatisfechas y terminando por las jovencitas que admiraban al famoso Gandalfr del que todos hablaban.

Esto preocupó a la Reina, pues él formaba parte de sus amantes ocasionales, una lista interminable de soldados y héroes jóvenes que la hacían olvidar a su Príncipe de Gales, caído en batalla. Pero debía aceptarlo, él siempre fue su preferido, aun sabiendo que su mejor amiga la amaba.

Siesta se encargaba de tener todo en orden, de que Louise no se enterara, de cuidar las apariencias y mantener todo oculto, además era entre todas, la preferida de Saito, los brazos y el cuerpo a los que siempre acudió, desde su llegada a esa mágica tierra.

Aunque la realidad era que el joven guerrero nunca quedaba satisfecho, y la mucama principal de la casa se dedicaba a hacerlo feliz en sus propios aposentes. Claro, estando en la casa que Henrietta había regalado al héroe, tenía la mejor habitación después de Louise en esa casa, un lugar donde él pasaba todas las noches antes de ir a su "lecho nupcial".

¿Pero quién se preocupaba por hacer feliz a Louise? Nadie, al parecer no recordaban lo que la peli rosa había hecho por ellos.

Siendo amiga de Henrietta, a quien le resolvió tantos problemas, tenía ciertos privilegios, vivían bastante bien, la enorme casa y las tierras que ocupaban era un regalo y por supuesto, todo a nombre de Saito.

Esa semana, el héroe saldría a uno de esos viajes a cumplir misiones con ejércitos desconocidos, siempre llegaba igual, agotado después de relajarse en el granero mientras una o más de las mucamas desaparecía del servicio, aunque la principal, su mujer en la práctica, era Siesta y todas lo sabían.

Louise lo intuía, pero se había cansado e seguirlo, a veces llevaba su viejo fuete en la mano, y se dirigía al granero, luego algo la detenía, ¿En verdad valía la pena seguir castigando al perro que jamás entendería? Al menos tenía unos seis meses que había dejado de golpearlo, cada vez era más su desinterés y apatía hacia él.

En esta ocasión ella decidió que todo estaba en orden, y no estando él, las despacho, a las 13 y a Siesta, les dejo un día libre a todas juntas, y las hizo retirarse.

Estaba muy tranquila, en santa paz, tiempo sólo para ella, tomo un baño tibio en su gran tina, su piel quedo suave y tersa por los aceites que uso, y un aroma a vainilla se impregnó en ella.

Se arregló quizás más bella que nunca, levantó sus cabellos en una cola alta, como cuando iba a los bailes de la Escuela o de Palacio, dejándose unos mechones rizados a los lados. No dejaba de mirarse al espejo, sin poder entender que fallaba en su joven matrimonio.

GIRO DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora