Capítulo 5. El Bote

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[Advertencia, sexo explícito]


Siesta terminó su charla con Henrieta, y aunque sabía que para Saito sería desagradable pensó que lo mejor era avisarle lo antes posible lo que había ocurrido, claro, su propia versión y la más conveniente, la joven, ahora ama de llaves caminó hacía el granero, abrió la puerta sigilosamente para encontrarse con una escena a la que ya estaba acostumbrada, tres mujeres compartiendo caricias, felaciones y otras formas de sexo mientras a él poco le faltaba para echar espuma por la boca y desangrarse por la nariz.

La morena carraspeó, una vez, una segunda y fue a la tercera que él joven héroe reaccionó, incorporándose asomando la cabeza entre las piernas de una chica que estaba sentada sobre su pecho.

–¿Qué pasa... Siesta? –Empujó a la chica que tenía encima y se separó de la que tenía en su entrepierna– si me interrumpes algo grave debe estar pasando.

Pronto estaba de pie con el rostro descompuesto.

–Saito San... es... Louise.

El ladeó el rostro y sus ojos empezaron a reflejar cierta molestia, su mandíbula se tensó.

–¿Qué paso con mi esposa?

–La Sra. LaValliere... acaba de... acaba de escaparse con el tal Frank.

Saito no respondió, rápidamente se cubrió sus partes baja y semidesnudo como estaba salió del granero corriendo rumbo a la casa.

–¡ABRIERÓN UN PORTAL! –grito Siesta corriendo tras él.

Un grito desgarrador hizo eco por los alrededores de la casa, un grito que Louise ya no escuchó.

Cuando Frank vio aquel portal listo para ser cruzado levantó a Louise cargándola como a una novia al cruzar el umbral del nuevo hogar, como recién casados. La joven se abrazó de él sonrojada y una vez que estaban del otro lado la bajo delicadamente sobre el césped, de inmediato ella cerró el portal mirándolo con aquella sonrisa arrebatadora.

Ella se quedó mirando su casa, el hogar que había dejado para ir a estudiar y empezó a acercarse al puente que llevaba a entrada, con él de la mano; recordando su niñez, a sus hermanas corriendo por todos lados, a Waldo observándola y por supuesto, aquel tiempo en que el rubio que la acompañaba no la perdía de su vista, misma imagen que Frank tenía clara en su mente y que lo hizo sonreír tiernamente mirándola mientras ella lo miraba con curiosidad.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de ella al recordar la última vez que estuvo en casa, todos los problemas que tuvo con Eleonore su hermana mayor, también con su madre y su padre, cómo habían rechazado a Saito. Seguramente habría un gran revuelo al saber que lo había dejado, tendría mucho que explicarles, y Frank tendría que hacer circo, maroma y teatro para convencerlos de que él era lo mejor para ella.

Louise suspiró aceptando algo, si iban directo a casa pasaría mucho tiempo antes de que ellos volvieran a tener intimidad, y aunque sabía que tendría el apoyo de su media hermana Cattleya, lo mejor era no meterla en tantos problemas desde el principio.

Louise tomó la mano del hombre que había elegido como nueva pareja y con paso firme se dirigió hacía un lugar que él reconoció de inmediato, sí, se acercaban al lago, a aquel pequeño muelle donde solía estar siempre amarrado el bote de Louise, aquel donde ella solía refugiarse y que tenía bellos recuerdos de su niñez cuando se sentía protegida al lado de Frank siendo muy pequeña, antes de que le impusieran a Waldo, para ella era más claro ahora en sus recuerdos, que era a Frank con quien tenía los más bellos recuerdos en ese bote.

GIRO DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora