GIRO DEL DESTINO

Capítulo 6. Trampas del destino

Louise tenía apenas 8 años cuando le fue asignado un guardaespaldas, el hijo bastardo de un noble de Tristania que lo dejo al cuidado de la familia LaValliere, aquel muchacho de apenas 13 años veía a Louise como la niña más hermosa e inteligente que hubiera conocido en su vida.

Sin embargo una Clatteya de 16 años no dejaba de observar a aquel alto muchacho ya bien desarrollado, era muy atractivo para su tierna edad, llamaba mucho la atención su educación, gran lector, culto, educado, todo un caballero; sin embargo fue haciéndose consciente con el tiempo, de que aquel muchacho estaba dedicado en cuerpo y alma a su pequeña hermana.

Huérfano de madre al nacer, relegado por su Padre, se crió con su abuela materna quien estaba a cargo de la biblioteca real, con ella aprendió magia, los hechizos más importantes, la pronunciación de aquel lenguaje que llamaba los hechizos del vacío, era su familia materna la experta en esa magia, aunque no fuesen capaces de desarrollarla, aprendió todo sobre los familiares, y una clase de magia del agua, quizás de bajo nivel, pero suficiente para defenderse y formar parte de un ejército.

Era el cumpleaños número diez de Louise, Frank no quitaba su vista un segundo de la pequeña peli rosa, algunos niños nobles correteaban y jugaban a las escondidas en el inmenso jardín, algunos ya ostentaban sus varitas mágicas, la cumpleañera había recibido la suya y mientras los demás presumían sus hechizos ella sólo podía saber ella pequeñas estelas de humo.

Los niños las usaron durante el juego, apareciendo rocas, árboles, arbustos donde no había, moviendo cosas, causando ruidos, levitando, etc. Era el turno de Louise para esconderse, uno de los más avanzados la descubrió tras un árbol y fue tras ellas, Louise quiso usar por primera vez su varita, apareciendo algunos arbustos de alguna forma para que no pudiera encontrarla, sin embargo, al lanzar aquel silencioso hechizo, todos los arbustos que había creado sus compañeros se convirtieron en cenizas.

Las burlas no se hicieron esperar, los reclamos por otro lado, sin entender que había pasado la pequeña salió corriendo a esconderse, Frank reconoció las características que le había explicado su abuela, ¿sería que Louise...?, estaba atontado por su teoría cuando vio a Clatteya dirigirse hacia donde corrió Louise y la alcanzó.

-¡Señorita Clatteya!, ¡Señorita Clatteya!, déjeme ir por Louise, creo que los niños necesitan vigilancia, a mí no me hacen mucho caso -ese fue el pretexto del chico, su justificación para que él fuera quien encontrara a la pequeña pelirrosada.

Corrió tras ella y la perdió de vista rumbo al lago, después de mucho dar vueltas noto un bultito en uno de los botes, la futura Zero estaba escondida bajo una frazada, Frank se sentó en la esquina contraría de aquel bote.

-Señorita Louise, ¿sabe?... mmm... ¿sabes qué es el vacío?

Frank le contó a Louise la leyenda de la abuela de su bisabuela, y que él pensaba que era como ella, una maga del vacío.

La pequeña peli rosa no entendía de que hablaba Frank, pero escuchar su voz la tranquilizó, y llego el momento en que al fin se animó a salir de su escondite, encontrándose con esos rubios cabellos y los grandes y sonrientes ojos azules.

-¿Se siente mejor?, ya deben estar por servir el pastel, escuche que habría helado.

Louise sonrió divertida y estiró la mano esperando que él la ayudará a levantarse. El chico se levantó y la cargo por la cintura subiéndola a la base del embarcadero, no pudo evitar depositar un beso en la frente de la pequeña.

Clatteya miraba enternecida a lo lejos, y tras ellas Eleonore, molesta, no entendiendo aquella sospechosa conducta, con los brazos cruzados.

-Hermana, ¿no crees que es un igualado?