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 En dos meses me adapté al ritmo de Nueva York, me aprendí los recorridos del metro y socialicé un poco con algunos compañeros de Julliard y la escuela de Bellas Artes.

 Una de mis vecinas me hace acordar a mi abuela Agneta. No solo por tener su pelo blanco por las canas sino también por su nacionalidad griega.

 La señora Amethyst la conocí un día que estaba volviendo de mis clases de pintura, había salido del ascensor muy entretenida escuchando música en mi teléfono cuando la vi en su puerta batallando con mil bolsas (mentira, no eran tantas pero bastantes para una señora mayor como ella) y su bolso, el cual no quería darle las llaves a esa pobre mujer.

- Déjeme ayudarla -le dije mientras me sacaba mis auriculares y corrí hasta ella-.

- Muchas gracias, mi niña -me contestó muy dulce-.

 Mientras yo agarraba todas las bolsas la señora abría la puerta y me daba instrucciones de donde poner las bolsas.

 La cuestión acá es que esa dulce mujer me obligó a quedarme a tomar un té con masas como agradecimiento de haberla ayudado. Ahí nos contamos de donde veníamos, el tiempo que hacía que estábamos en Nueva York y de nuestras familias.

 Esa misma noche, hablé por teléfono con la abuela y le comenté sobre Amethyst Caristeas, resultó ser que ellas habían sido amigas en Grecia y tuvieron que distanciarse cuando se casaron y se mudaron con sus maridos a un nuevo país. La abuela me hizo jurarle que le iba a dar su dirección a la señora Amethyst para que se mantuvieran en contacto.

 Ahora paso casi todas las tardes y ceno con mi nueva "tía abuela", como me dijo ella, y jugamos cartas hasta que el sueño nos vence.

 Por extraño que parece, Jared no me contestó la última carta que le mandé, pero tampoco me preocupo, él me había comentado que en sus tiempos libres viajaba con su novia. No es por mala, pero creo que Rachel está usando a Jared para hacerse más famosa y presiento que va a romperle el corazón en cualquier momento. Y siendo sincera, Jared es una buena persona y no merece que una rusa rubia de ojos turquesa, labios carnosos y de piernas kilométricas pero con cero neuronas lo use de la forma que lo hace.

 No quiero decirle lo que pienso de ella porque suele mostrarle todas las cartas que le mando, aparte le dije que no quería verlo por el momento... ¿habré hecho bien?

 Hoy salía apurada de la escuela que no vi que venía una persona adelante mío... y, bueno, me la llevé puesta. Pedí disculpas, obviamente, y seguí corriendo porque llegaba tarde al ensayo en Julliard. Fue un día muy agitado porque había tenido que correr de un lado para otro, así que después de cenar con tía Amethyst me fui a mi departamento a darme un buen baño que me relajara y tocaría algo de violín.

 Pero grande fue mi sorpresa cuando me saqué toda la ropa y cuando me iba a sacar el collar que Jared me había regalado no lo encontré en donde debía estar. Entré en pánico, gente, en pánico.

 En pelotas como estaba di vuelta mi departamento y no lo encontré, llamé a Amethyst y tampoco estaba ahí. Había perdido mi collar favorito y no miento cuando digo que me puse a llorar como una nena.

 ¿Cómo le iba a decir a Jared que había perdido su regalo? Me quería morir.

 Volví al baño por demás de abatida y me metí en la bañera con el agua caliente. Agua, tragame, por favor. Ya me había dado por vencida, el collar no lo iba a encontrar nunca más.

 Toqué por primera vez Serenade de Schubert, y digo por primera vez porque no suelo tocar canciones tristes, pero esto lo ameritaba, mi alma estaba en pena.

 Y con mi alma rota, nos acostamos y lloramos por primera vez en Nueva York.


Querido Extraño {TERMINADA ✔}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora