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  Hace muchos Klips en un lugar llamado Dofus coexistían pacíficamente doce razas, las cuales no rendían tributo a nadie; Por lo cual no tenían ningún tipo de ataduras o reglas.

  En ese entonces recuerdo que todos convivíamos en paz... Que nadie temía por nada puesto que solo aventureros cabezas huecas eran capaces de buscar el peligro, sin embargo se lo buscaban por cuenta propia, el temor nunca asechaba de manera furtiva lo cual hacia a Dofus, un muy buen lugar para vivir. Mi pequeño niño, esos solían ser tiempos mejores, diferentes... La Destrucción no moraba a tal punto a como lo es ahora.

  Incluso ya para ese entonces locos digo, Inventores, buscaban un mundo más desarrollado. Yo conocía a uno de esos locos. Él solía ser uno bastante bueno. Incluso forjo el martillo que porto en estos momentos; Lo recuerdo bastante bien, se llamaba Otomai... Dathuz Otomai, un gran inventor, nunca se desprendía de sus equipos de protección por más que fuese presionado para hacerlo, su terquedad era digna de ser llamado imbécil, no obstante su brillantes era incomparable, con algo de mi ayuda y de la Tegna, la actual diosa Feca, logró descubrir los portales multidimensionales. Pero eso solo fue la punta del Iceberg...

  Siempre quería más y más. Su esposa, ha... Aún la recuerdo, hermosa, su cabello rojo como el fuego, sus ojos enormes y tenían un color carmesí que me volvía completamente loco, sabía que era la esposa de mi amigo... Pero aun así. Siempre quedaba estupefacto al verla, por eso solía la distancia de ella, lo que fue un graso error, incluso peor de lo que jamás pude imaginar...

  Una tarde de mediados de nobiembrero de esa época ella salió a la playa escoltada por mí, pero por alguna razón mi amigo no pudo asistir al lado de ella hacia la playa, por eso decidió ir sola conmigo... Con el respeto que le tenía a mi compañero, me escondí en una de las inmensas rocas que estaban más allá de la orilla, la playa era inmensa, la arena parecía oro esparcido por todo el suelo, el mar rosaba con mucha delicadez la arena dorada a cada tiempo, el chocar del sol con aquel delicado mar hacia resaltar sus ojos, incluso tenía el simple gesto de combinar los colores y dar un morado que hipnotizaría a quien se cruce con su mirada, por ese motivo decidí alejarme de ella lo más que pude. Corriendo hacia las rocas recuerdo que soltó una ligera sonrisa, sabía que estaba avergonzado por aquella escena.

  Las horas pasaron, la calma era inhóspita; La brisa acariciaba mi rostro sentía como lentamente mis parpados cedían para dejarme en un profundo sueño. Hasta que pocos minutos me sumí en mis parpados.

  Cuando logró despertarme, con los ojos entrecerrados veo a Dathuz meneándome desde atrás hacia adelante tomando mis hombros con muchísima fuerza, no podía escuchar bien lo que decía, aún estaba aturdido, pese a que solo me estaba levantando de un profundo sueño...

  Cuando pude entrar en razón oía cada vez más fuerte a Dathuz gritándome...

  —¿Qué ha pasado? ¿Dónde está ella?

  Batí mi cabeza un poco hacia los lados tratando de recuperar la compostura, solo pude decir unas pocas palabras, sin sentido alguno... Aún me arrepiento de lo que le dije ese día...

  —¿Ella? Está...

  Me levante rápido y quede completamente mudo, al verla en las garras de una manada de Cuerbocks, los cuales rápidamente la despedazaban frente a mí, permanecí inerte. Aunque quería moverme no podía, con todas mis fuerzas intente moverme hacia adelante, pero por más que lo intentará no podía dar un solo paso, ni un solo centímetro.

  Dathuz, tampoco logró despertar de aquel shock tan sofocante como paralizador... Él tenía mi antebrazo izquierdo tomado en su muñeca. Ejerció tanta fuerza que cedió y se quebró a la mitad. Recuerdo bien que en ese momento no era capaz de sentir nada, solo quede quieto para observar inútil, aquella masacre...

Flujo del StasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora