Capítulo 9 (actos cansinos)

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Capítulo 9

¡No lo entiendo! ¡¿vale?!

¡¡En serio!!

Os prometo que, después de tener esa charla tan profunda con Tina, estaba dispuesta a no dejar que lo que me hiciera Nate provocara que yo perdiera los estribos. Sí. Iba a conseguir soportar todo lo que él fuera capaz de hacerme, ya no para demostrarle a él que yo era más fuerte, sino también para demostrarme a mí misma que yo valgo más que eso.

Todo fue genial... Hasta que dejó de ir tan bien, claro. Un par de días después del accidente con toda esa basura que acabó en mi habitación después de esa fiesta que yo no había organizado y a la que ni si quiera había asistido, algo terrible volvió a ocurrir. Dejadme que me explique antes de que me llaméis pesada o exagerada, pero os prometo que este chico estaba empezando a acabar con la poca paciencia que me quedaba.

Había vuelto yo de ir a desayunar algo con mi padre una bonita mañana cuando no conseguí entrar en casa. Esta vez tenía la llave, así que el problema no podía ser ese, pero aún así no podía abrir la puerta y me quedé fuera como anteriormente me había pasado. Decidí hacer la opción que en parecía mas lógica, que era la de esperar a que Nate apareciera y a ver si él podía abrir la puerta.

Esto pasó más o menos hacia las diez de la mañana. Pues hasta las nueve de la noche Nate no se dignó a aparecer. Me pasé allí tirada once horas, ¡ONCE HORAS! Mi móvil no tenía batería, mi mochila estaba completamente vacía, y lo único con lo que me podía entretener era en intentar averiguar cuando iba a aparecer el ascensor en mi planta, y creedme cuando os digo que no es para nada divertido. Además, Maggie se había ido ese fin de semana con su familia a no sé dónde, pero el caso es que estaba yo prácticamente sola, y más teniendo en cuenta que no tenía ni idea de donde poder encontrar a las pocas personas que ya conocía de la universidad.

Cuando por fin se dignó a aparecer, mi molesto compañero de piso venía con una sonrisa de "yo no he roto un plato jamás", lo que provocó que mi enfado aumentara un cien por ciento. En mi cabeza estaba maquinando un montón de posibles venganzas que podía hacerle mientras que él venía hacia mí como si fuera el dueño del lugar.

—¿Qué haces sentada en el suelo? —me preguntó dándome una mirada que denotaba un sentimiento de superioridad por su parte.

—¡Oh!, nada, es sólo que me aburría y he decidido encerrarme fuera —dije, enfatizando el sarcasmo usado al decir aquella frase— ¿Qué te crees, genio? ¿Qué estoy aquí por placer?

—Bueno, eres un tanto rara, así que quién sabe... —decidí ignorar su comentario, para dejarle claro que si con él había intentado molestarme, iba a necesitar mucho más que eso.

—¿Podrías hacerme el favor de explicarme por qué no puedo entrar? —dije dejando salir toda la saturación de mi cuerpo mientras dejaba caer mis brazos a mis costados.

—¡Oh, mierda! Es verdad, se me olvidó contártelo. Verás, hace mucho me avisaron de que debía cambiar la cerradura del apartamento porque nuestro sistema era muy viejo, así que llamé y la han cambiado. Lo siento por no avisar, pero esa llave —dijo señalando a la mía— ya no sirve.

La sonrisa no abandonaba su rostro, y en ese momento crecieron en mí muchísimas ganas de empujarle al suelo y patearle. En cambio y para evitar que me culparan de su asesinato, cerré los ojos con fuerza y dejé salir un gran suspiro de frustración.

Él abrió la puerta, no sin que antes yo le amenazara de que si se le volvía a olvidar contarme algo de tal importancia, se iba a enterar de lo que es bueno.

—Pues, ya que estamos, te aviso de que hoy van a venir a ver el partido de fútbol unos cuantos amigos.

Seguramente me miraréis raro cuando os diga que eso fue la gota que colmó el vaso, pero es que yo, al día siguiente, tenía mi primer examen, y las primeras impresiones que se dan a un profesor son muy importantes. Era de matemáticas, y aunque ya me sabía el temario, necesitaba descansar porque, sino duermo bien, luego me equivoco en fallos tontos.

No sé si os pasará, pero os prometo que si no descanso bien, luego no me fijo en las cosas y me equivoco estúpidamente. Y, sinceramente, no me gustaría nada que me etiquetaran como "la chica que no estudia" por sacar mala nota en el primer examen.

De brazos cruzados me alejé de él y me encerré en mi habitación, rezando en mi interior para que él y sus amigos no fueran tan ruidosos como para no dejarme dormir.

Pero al parecer mis plegarias sólo fueron oídas durante la primera mitad del partido, porque durante ese tiempo sí que pude conciliar el sueño, pero más o menos a las tres de la madrugada me desperté sobresaltada por un grito.

Pensé que iba a ser cosa de una sola vez, pero ese grito fue seguido de más gritos, de insultos al árbitro y a los jugadores, de celebraciones cada vez que se metía un gol...

Cansada de todos ellos salí de mi habitación dispuesta a hacer que se callaran, pero mi valentía desapareció al tiempo que mi cordura me hizo darme cuenta de que mis pintas en ese momento debían estar entre "súper mega fea" y "orco de Mordor" por lo que, muy sensatamente volví a mi habitación.

Para mi desgracia, mi tortura no sólo duró a lo largo que discurría ese partido, sino que como el equipo con el que iban Nate y sus amigos fue el que ganó, se quedaron a celebrarlo hasta las tantas.

Al día siguiente intenté hacer el examen de matemáticas lo mejor que mis capacidades me lo permitieron, y, por suerte, cuando me devolvieron la nota pude ver que no había tenido fallos estúpidos.

Sin embargo, el enfado que tenía hacia mi compañero de apartamento no disminuyó ni una pizca por eso.

Living with an idiot (NMLP 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora