Capítulo 11
Maratón 2/2
—¿Me estás pidiendo que haga qué? —habló él por primera vez desde que le había contado mi plan. Estaba claro de que estaba sorprendido, y en parte no le culpaba. Sé que no le había propuesto algo corriente, pero en esta situación no pensaba dar mi brazo a torcer.
—Primero, no te estoy pidiendo nada. Doy por sentado que vas a hacerlo. Segundo, ya te lo he dicho, vamos a dividir este sitio.
Vale, para que algo de esto tenga sentido para vosotros, he de remontarme un par de días atrás, cuando, al no poder dormir por el ruido de la radio de Nathan, empecé a pensar en maneras de librarme de él. Lo primero que hice fue descartar el asesinarle, puesto que seguro que averiguarían que había sido yo y me mandaban a mí a la cárcel por su estupidez.
Maggie me había dicho que no podían cambiar las parejas de apartamento, porque, al parecer, todo estaba muy planificado por la Universidad y un cambio así les supondría demasiado trabajo. Así que tuve que decir adiós a la posibilidad de que me cambiaran de piso. Por ese motivo, decidí planear algo para no tener que ver a ese engendro todos los días de mi mísero año.
A lo mejor sueno como una histérica, pero de verdad estaba empezando a hartarme. Él no paraba de comerse mi comida. Incluso la que guardaba en mi despacho. Me obligaba a echar de casa a sus "chicas". Entraba en mi habitación cuando le daba la gana para pedirme cosas. Había empezado a pedirme libros, folios y de todo tipo de cosas. Ponía música a todo volumen a altas horas de la noche. Traía a sus amigos gritones a casa cuando le daba la gana...
Espero que empecéis a entender el por qué de mi frustración. Y no voy a seguir contando más, porque sólo se pensar en ello me pone de mal humor.
Bueno, volviendo al tema principal. Después de pensarlo largo y tendido, se me ocurrió la mejor idea que había tenido en mucho tiempo. Era una mezcla de ingenio y diversión. E inmediatamente me sentí la mejor persona del planeta. A pesar de que el sentimiento duró más bien poco.
—Y, ¿cómo pretendes hacer eso? ¿Levantando un muro? —respondió el sarcástico, sin permitir que la sonrisa abandonará su rostro. Me guardé muy dentro las ganas de estrangularle en ese momento. Además, ya me había preparado mentalmente para su estupidez, así que supongo que había poco que pudiese decir que me hiciera perder los estribos de verdad.
—No, listo-pan. Pienso poner unos límites. Hasta hacer una línea si te apetece. Mira, es muy sencillo. Por ejemplo, la parte derecha es tuya y la izquierda es la mía. Simple, así tú y tus cosas son terreno prohibido para mí y viceversa. Obviamente la cocina y el salón están excluidas, pero me gustaría poner un par de normas. Oh, y si te portas bien te dejo que añadas tú algo -había dicho eso último como quien le habla a un perro. Aunque no me detuve a ver su reacción pues me giré para sacar de mi bolso el pequeño papel que había rellenado durante la aburrida clase de la señora Florks. Tras sacarlo, lo abrí y se lo pasé a Nate para que lo leyera, cosa que hizo sin prisa.
—Veamos. Regla número uno, prohibido sonidos ruidosos a partir de las once de la noche, a no ser que ambos los hablemos y lo acordemos —por su expresión pude ver que no le hacía mucha gracia, pero aún así, para mi sorpresa, siguió leyendo sin decir nada para rechistar—. Segunda norma, prohibido traer amigos a casa más de cuatro veces por semana —en esta si que no se contuvo, y la verdad es que en parte ya me lo esperaba— ¿Qué? Eso no tiene sentido.
—Sí. Resulta que no todo el mundo piensa lo mismo que tú sobre tus colegas, y en serio creo que esos chicos necesitan un par de limitaciones -no sé si de verdad le convencí, pero él siguió leyendo como si no hubiera habido ninguna interrupción en su lectura. Lo que me hizo preguntarme cuán en desacuerdo estaba con mis normas.
—Tercera regla, no puedo traer a chicas aquí. Vale, esta sí que no ¿Qué pretendes que haga, entonces? —inquirió mirándome fijamente. No sé si pretendía hacer que yo me retractara, pero no le iba a funcionar. Había repasado esas tres pequeñas cosas durante mucho tiempo. Asegurándome de que cubrieran todo lo básico que me molestaba que hiciera.
—No lo sé, pero estoy hasta las narices de tener que ser YO la que las saque de aquí. Así que o te buscas a alguien normal, u olvídate de traer aquí a más de tus ligues.
—Y, ¿se puede saber qué gano yo haciendo eso? —preguntó frunciendo el ceño. No me había esperado ese comentario por su parte, pero decidí ser franca y honesta con él.
—La verdad, nada. Pero estoy segura de que facilitará muchísimo la convivencia entre ambos. No sólo por mí, sino porque si yo estoy más feliz, dudo mucho que se me ocurra echarte salsa picante en la ropa interior o hacerte cualquier otra clase de broma. Sin embargo, si seguimos así, supongo que habrá más probabilidades de que se me ocurra algo así.
—Pues sí que quiero añadir algo a la estúpida lista. Tu amiga también tiene entrada restringida.
—¿Quién? ¿Maggie? —pregunté sorprendida. Más que nada estaba sorprendida porque hubiese notado su presencia. Y es que ella venía menos que poco, y Nate solía estar en su cuarto cuando ella se pasaba por aquí. Él asintió en respuesta— ¿Eso es todo? —se lo pensó durante un momento, pero finalmente asintió nuevamente. Lo sopesé en mi interior. Y decidiendo qué podía quedar con Maggie en cualquier otro lugar, accedí—. Entonces, ¿tenemos un trato?
—Tenemos un trato, fierecilla.
Sé que debería haberme sentido más que aliviada al oír aquello, pero algo en mi interior me dijo que eso no podía estar bien. Él había accedido demasiado rápido a esto. Y casi no había puesto pegas. Sin embargo, dejé ir ese sentimiento de preocupación, pensando que a lo mejor sólo estaba paranoica y las cosas de verdad habían sido así de fáciles y habían salido así de bien.
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¡Hola otra vez!
Aquí la segunda parte de este maratón. Pero no os preocupéis, porque todavía queda un pelín más.
¿No estaríais también hartas de vivir con alguien como Nate? En mi opinión creo que podría llegar a ser muy frustrante.
¡Hasta dentro de un rato, pequeños padawans!
#LosJuevesTambiénMolan
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Living with an idiot (NMLP 2)
Acak-¿No me vas a dar si quiera un beso de agradecimiento? -dijo acercándose más a mí. -¿Acaso se te ha muerto la neurona y te has vuelto más idiota de lo habitual, Miller? -contesté, y quise alejarme de él, pero como me encontraba acorralada entre sus...