Anacrusa

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Estaban a punto de chocar cuando una chica habló al otro lado de la acera.

-¡Anya!

Loreley y Anya voltearon por inercia a dónde había provenido el grito. Tobías y Santiago también iban a hacerlo, pero en ese momento a Santiago se le cayó su billetera.

-Demonios.

Tobías la levantó y se la entregó. Cuando voltearon hacia donde había gritado la chica ya no había nadie.

-Vamos -Tobías entró a la cafetería y cerró la puerta, dejando al pobre Santiago fuera del establecimiento sin poder abrir la puerta por las muletas.

***

-Al fin en casa -Exclamó Tobías, entrando a la mansión. Santiago venía detrás de él.

-¿Pero qué es eso? -Preguntó Santiago señalando hacia la sala.

-Es la ropa de Daniel... al parecer la dejó toda regada... ¡JAIME!

Un hombre mayor entró a tropezones. Era calvo y muy delgado.

-Dile a alguien de las mucamas que quite esta atrocidad, y por favor lleva a Santiago al cuarto de huéspedes.

-Si señor -Contestó agudamente Jaime mientras le indicaba a Santiago que lo siguiera.

Tobías decidió ir a la sala de instrumentos a tocar un poco su chelo. «Madre Santa, pero que día», pensó cansado.

Pronto llego a la habitación. Abrió la gran puerta y casi se cae al ver lo que había pasado: sus instrumentos habían sido reemplazados por dos guitarras eléctricas, un bajo, una batería y muchos amplificadores.

Salió de la habitación y corrió escaleras abajo, en busca del culpable, aunque él ya sabía quién era el responsable.

-¡DANIEL!

El nombrado se encontraba en la cocina, charlando con...

-¡¿Qué haces aquí?! ¡Te dije que fueras con Jaime!

-Oye tranquilo -Dijo Santiago espantado -¿Qué te pasa?

-Infeliz... ¡¿Dónde están mis cosas?! -Gritó Tobías mirando a Daniel. Este sonrió.

-Bueno, mi banda y yo estábamos buscando desde hace ya tiempo un lugar para ensayar... y la habitación era perfecta.

-¡¿Dónde están mis instrumentos?!

-Veamos... Dejame recordar... Oh, lo tengo -Daniel chasqueó la lengua -En el sótano, junto a la tubería oxidada.

-¡Estúpido! ¡Mi orquesta, idiota! -Exclamó Tobías al borde del colapso.

Santiago miraba todo divertido, pues jamás había visto a Tobías rabiar así. Se veía tan gracioso...

-¿Cómo puedes soportar a mi hermanito, Santi? Es una bestia -Habló Daniel despreocupado.

-Bueno... eh... pues verás... es mi amigo y mi jefe así que...

-Cállate, Santiago -Tobías tomó al chico de las solapas -Si dices algo más te juro que mataré a alguien.

-¿Por qué no te matas tú? Nadie te quiere -Dijo Daniel irritado. Tobías lo miró con la boca abierta y después salió de la cocina.

-Oye, te pasaste -Santiago miró a Daniel -Él es muy explosivo, ya deberías saberlo.

-Ese tipo merece que lo traten como él trata a los demás. Muy pronto descubrirás que algunas personas son mucho mejores que otras, Santiago. No querrás hacerte amigo de los de la clase indebida. Yo puedo ayudarte en eso.

Santiago lo miró confundido y salió de la cocina. Se sentía algo cansado y sólo quería recostarse un poco a leer. Llegó a la habitación que Jaime le había indicado y se acostó con cuidado en la cama mientras que de la maleta que estaba a su lado sacaba un libro.

«Al fin podré continuar con "50 sombras de Grey"», pensó emocionado mientras lo abría donde estaba el separador. Comenzó a leer tranquilamente, sorprendiéndose por algunas partes que ni el mismo se imaginaba que pudieran existir. Todo iba bien hasta que alguien entró a su habitación.

-¡Con un demonio, Tobías! -Gritó Santiago mientras escondía el libro bajo la almohada -¿Podrías tocar al menos?

-¿Crees que si debería matarme? -Preguntó Tobías, ignorando lo que Santiago le había dicho.

-¿Qué?


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