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Max me llama y bajo. No me molesto en decir a donde voy, total a ellos les da igual. Él está allí, esperándome con Toby amarrado. Toby es un pastor alemán, ya tiene dos años, y tiene color canela. Es muy cariñoso y cada vez que me ve empieza a dar saltos de alegría.

-Hola, hola toby.-me agacho para acriciarlo.

-El perro antes que yo ¿no? Vale vale.

-Venga toby que tu dueño también quiere que lo acaricie.-me levanto y empiezo a acariciarlo.

-Quiero un abrazo, ¿puede ser?.

-Haberlo dicho antes.-le doy un abrazo.

Estuvimos paseando por el parque, jugando con Toby, comiendo helado. Aquella tarde me olvide de mis problemas, en parte, y pude sonreir de verdad. Aunque Max y yo no eramos nada, él me hacía feliz y me alegraba, después recordaba que él no sentía eso por mi y me amargaba un poco.

~*~

Llegue a casa, suspirando y susurrando el nombre de Max, si, me había dado fuerte. Susurrando su nombre fui a la cocina. Mis padres cenaban y mi alegría termino en 2 segundos.

-Hola.-digo entrando en la cocina.

-Hola hija.-dicen mis padres.

-¿Y Aroa?.

-Salió.

-Oh.-dije decepcionada, ahora se me haría mas larga la cena.

-¿Qué hay de cenar?.-dije.

-¿Cómo, no cenaste?.

-No.

-Pues hice cena para tu padre y para mi.

-¿Y entonces que ceno?.

-Hay no pasa nada cariño, por una cena no te vas a morir.

-Si, será lo mejor.

Corrí a mi habitación, me metí en el baño, y comencé mi rutina suicida. Cada corte, cada lágrima, cada gota de sangre caer, me hacía sentir mejor. Luego limpie todo y me quedé mirando mi reflejo en el espejo.

No te quiere y nada va a cambiar.

Eres inútil, nunca vas a conseguir cariño.

¡ERES INÚTIL!

¡PATÉTICA!.

Empecé a llorar, mi vida estaba destrozada, cada día las cosas empeoraban, ya ni me hacia de comer. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Matarme?. Esto era un sufrimiento y no podía más.

~*~

Estaba dormida, algo, más bien alguien, entra en mi habitación y enciende la luz, abro los ojos con la ilusión de que mis padres entren arrepentidos y dándome abrazos, pero no es mi hermana y ¿borracha?.

-Hola Amalia.

-¿Aroa? ¿Has bebido?.

-Solo dos copas. No estoy borracha.

-¿Aroa?.-alzó una ceja.

-Okey, bebí más, pero estoy estable.

-¿Y que haces aquí?.

-Solo cubreme hermanita.

-Osea, estás aquí porque sabes que papá y mamá no van a entrar aquí en su vida ¿no?.

-Oh Amalia, papá y mamá te quieren.

-No, ellos no me quieren.

-Claro que si, solo están siempre muy liados.

-Están muy liados ¿ de verdad? Pues yo escucho como cada noche van a darte buenas noches y pasan de largo mi habitación, como se olvidan de hacerme de comer, como no se preocupan donde voy, cómo te aman a ti solo por ser la bonita, la de buenas notas ¿De verdad? ¿Están muy liados no?.

-Tu también eres bonita.

-¡Pues mis padres no saben ver eso!.

-¡Te digo que si!.

-¿¡Alguna vez se han olvidado de tu cumpleaños!? ¿¡Alguna vez te han dejado de hacer la comida!? ¿¡Alguna vez han decidido dejar de preguntarte sobre tu vida!? ¡NUNCA!.

-¿¡Que pasa aquí!?.-entran mis padres.

-¡Vaya! ¡Milagro!. ¡Habeis entrado tomare una foto!.-digo con ironía.

-¿Que dices niña? Anda callate un poco.-me ordena mi madre.

-¿¡Vienes borracha!?.-se altera mi padre. Estoy a punto de ver la primera bronca de mi hermana.

-No papá solo bebí dos copas.

-Cariño, déjala, solo fueron dos copas.-la defiende mi madre.

-¡Pero bebió!.-no puedo evitar abrir la boca de lo asombrada que estoy, ha bebido y ¿la sigue defendiendo?.

-¡No pasa nada! Solo se divertía como hacen los chicos de su edad. Ahora a dormir todos.

-¿Entro en todos?.-pregunto.

-Pues claro.-dice mi madre cerrando la puerta.

Sólo 14.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora