CAPÍTULO 10: Sostén, Gordito Abi y Nuevas vidas

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A B I G A  I L 

Me preocuparon dos cosas; reprobar la clase de Herald o el ahogamiento no mortal que sufrí. Jadeaba entre momentos y mis pulmones estaban lastimados por toda el agua que entró en ellos. A pesar de que el cuerpo de Evan tenía una excelente condición física. Sin embargo, él la estaba pasando un poco mal en mi cuerpo.

—¿Abigail, cómo es posible? —preguntó Evan frustrado y confundido.
—Sí, gracias. Estoy mejor —respondí sarcástica mirando mi nuevo cuerpo más bien, el de Evan. ¿Cómo es esto posible?. Debo estar alucinando. Evan no me ayudó a controlar mi tos.

—¿Eres una bruja? —se espantó—. ¿O acaso, te iniciaste con las gentes del... Lumen Spiritus?
—¡Ay, por favor Evan! No digas ese nombre.
—¡¿Y qué ocurrió ?!, ¡mírame, soy tú!
—¡Evan, no lo sé!

Traté de mantener la calma y tener algo de paciencia con él: pero no era fácil ni es lógico lo que ocurrió. Tocaron la puerta y mi madre entró repentinamente. Sentí felicidad al verla, pero recordé que sería incómodo abrazarle, a sus ojos soy Evan Clark, mi amor platónico y acosador de primaria.

—Mamá... —dije caminando hacia ella y la abracé. Ella confundida respondió, rodeando sus brazos en mi cuerpo, mejor dicho, el de Evan.
—Oh, Evan ¿estás bien, querido? —acarició mi cabello con dulzura.
—Lo siento..., señora Eaton —Me alejé lentamente. Recordé que estaba en el cuerpo de otra persona: no era yo. Noté lástima en mis ojos azules, que poseía Evan.
—Ven, amor —dijo mamá a la persona que cree que es Abi. —¿Cómo te sientes, cielo?. Te veo más calmada. Por favor, los doctores deben evaluarte. Me diste el susto de mi vida, Abigail. ¡¿En qué estabas pensando?! ¿Abandonar el sendero? ¿Cómo pagaremos esa gran multa?

Solo quería abrazar a mi madre, pero eso no podía ser, por un tiempo, o al menos, hasta que solucionáramos un problema que parecía no tener solución. Me despedí de mi querida madre devolviéndome  a la deprimida blanca y gélida habitación.
En el camino de vuelta pensé en cómo era posible tal acontecimiento. Las enfermeras de turno me miraban con cautela.
Un hombre y una mujer esperaban en la habitación mi regreso.
Supuse que eran los padres de Evan, aunque la mujer no tenía ningún parecido con él.

—Evan, hijo. ¿Qué haces de pie? ¿Cómo te estás sintiendo?
—Me siento rara —bromeé.
—¿Rara? —preguntó el Señor Clark, confundido.
—No lo sé, solo me siento distinta.
—¿Por qué hablas en femenino? ¿Te diste muy fuerte en la cabeza?
—A lo mejor no soy quien ustedes creen —reí disfrutando un poco las circunstancias.
—¡Evan! Busca a un médico, Katha. Necesito que alguien me diga qué pasa con él.

La mujer de cabello cobrizo —que no dijo nada ante mi presencia y recuperación— se dio la vuelta con pereza.
—Vamos juntos, cariño. Tú eres su padre.

El Señor Clark concordó y ambos salieron de la habitación. Sola, me miré frente al espejo tocando el rostro de Evan. Sonreí y noté unos perfectos dientes. Me subí la camisa lentamente apreciando el abdomen y las pequeñas pecas alrededor de los hombros.

—¡El cuerpo de Evan! —dije con espanto y emoción haciendo poses como si fuera un físico-culturista. Realmente estaba dentro de su cuerpo— ¿Soy Evan?



E V A N 


—Te estaba esperando... —afirmé cuando me encontré con Abigail días después, todavía en mi cuerpo. — No pude dormir nada, Abigail. ¿Abigail?

La Gordita AbiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora