capítulo 5

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Llevo la chaqueta de Folie sobre los hombros y sujeto mis sandalias de tacón por las tiras mientras caminamos por la playa privada que hay detrás de la casa de katerin. Estoy segura de que no podemos estar aquí, pero me da igual. Empujo las olas con la punta del pie y lanzo gotas de agua de mar en todas direcciones. Es una travesura. Es agradable.

—¿Cómo está Cortney? —le pregunto—. ¿Se alegra de que hayas vuelto?

En lo que concierne a Folie se trata de una pregunta delicada. Cortney es su novia de a ratos sí y a ratos no. «A ratos sí» porque es fantástica, y Folie sería un idiota si cometiera la estupidez de echarlo todo por la borda. «A ratos no» porque el muy tonto ya ha cruzado esa línea más de una vez.

—Está comprometida —me dice.

—Oh, vaya...

Soy incapaz de disimular el tono de decepción de mi voz. Debería sonar consoladora y decirle que encontrará a otra igual de fantástica, pero lo único que se me ocurre pensar es qué habrá hecho.

De repente suelta una carcajada.

—¡Te lo has creído, boba!

—Menudo susto me has dado —le digo y le doy un puñetazo amistoso en el hombro—. Por un momento pensaba que habíais roto.

Su expresión se torna seria.

—Estuve a punto. Nueva York ha sido duro. Estar sin ella y sentirse tentado... Pero se acabó. Es la única mujer para mí. Joder, sabri, no sé cómo lo he hecho para conseguirla.

—La has conseguido porque eres un tío estupendo.

—Soy un desastre, y tú lo sabes.

—Todo el mundo es un poco desastre, pero Cortney ha sabido ver el Folie que hay debajo y te quiere.

—Es verdad que me quiere —contesta con una sonrisa maliciosa—. Me asombra pero es cierto. —Me mira de reojo—. Y hablando de desastres, ¿qué tal estás tú?

Me envuelvo un poco más en su chaqueta.

—Estupendamente, ya te lo he dicho.

Me detengo y hundo los dedos en la arena. Las olas llegan y me bañan los pies desnudos antes de retirarse y dejarme ligeramente más hundida en una arena que se ha vuelto inestable.

Junto a mí, Folie me mira de esa manera, como si conociera todos mis secretos. Yo tuerzo el gesto porque es verdad, pero acabo encogiéndome de hombros.

—Ahora es más fácil. Durante un tiempo la universidad fue complicada, pero después mejoró. —Le sonrío porque él tuvo mucho que ver en esa mejora—. Ahora no estoy segura, pero me siento bien estando lejos de Texas. Las cosas me van estupendamente, de verdad.

Me encojo de hombros nuevamente. En este momento no me apetece hablar.

Doy media vuelta y sigo andando.

—Deberíamos volver.

Asiente y camina conmigo.

Paseamos un rato en silencio. Las luces de casa de katerin se van aproximando. El sonido del mar llena el vacío entre nosotros. Es rítmico y profundo, y me da la sensación de que podría perderme en él. De hecho ya estoy un poco perdida.

Un poco más adelante Folie se detiene.

—Bueno, ¿qué opinas de los esmóquines? —me pregunta como si fuera la cosa más normal del mundo.

—Me gustan —contesto—. El esmoquin es toda una tradición cuando se trata de vestir con formalidad. De todas maneras debo quitarle puntos porque resulta poco práctico. Por ejemplo, es complicado hacer surf con esmoquin; factible, pero complicado.

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