capitulo 6

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No es exactamente cierto, pero se aproxima bastante. En cualquier caso es una historia cuya trama puedo tejer y destejer sin alejarme demasiado de la realidad.

Se trata de una capa más de mi armadura, y en lo que se refiere a ivan smirnov necesito todas las corazas posibles.

Me sigue mientras subo por la escalera porque es demasiado estrecha para que podamos hacerlo juntos.

—sabrina... —dice en tono que suena igual que una orden.

Me detengo y me vuelvo para mirarlo desde mi posición, tres peldaños por encima de él. Constituye una perspectiva interesante. No creo que abunden los que han tenido la oportunidad de mirar a ivan smirnov por encima del hombro.

—¿Qué significa Orlando Mocee para usted ahora? —me pregunta.

Es posible que solo sea mi imaginación, pero creo ver algo vulnerable en los ojos de Smirnov.

—Es un amigo —respondo—. Un gran amigo.

Creo que es alivio lo que veo en su rostro, y la combinación de ambas emociones —alivio y vulnerabilidad— hace que se me corte la respiración.

Sin embargo, desaparece rápidamente, y a continuación su pregunta «¿Se acuesta con él ahora?» resulta decididamente glacial.

Me masajeo las sienes. Estos cambios de caliente a frío y viceversa me marean.

—¿Qué pasa, estoy es un concurso de televisión? ¿Ha invertido todos sus millones en un programa de cámara indiscreta o algo así?

Parece totalmente sorprendido.

—¿De qué está hablando? —pregunta.

—De que primero se muestra amable y después insoportable.

—¿Ah, sí?

—Por favor, no finja que no sabe a qué me refiero. A veces es usted tan grosero que me dan ganas de abofetearlo y...

—Pero no lo hace, ¿no?

Lo fulmino con la mirada y paso por alto la interrupción.

—Y a continuación se vuelve todo amabilidad y dulzura.

Arquea las cejas.

—¿Dulzura?

—De acuerdo. La palabra «dulce» no es la que le describe mejor. Olvide lo de «amabilidad y dulzura» y mejor quédese con «temperamental y apasionado».

—Apasionado... —murmura y logra que parezca mucho más sensual de lo que yo pretendía—. Me gusta como suena.

Y también a mí.

De repente tengo la boca seca.

—La cuestión es que usted me confunde.

Me mira con franca jovialidad.

—Pues también me gusta cómo suena eso.

—Y además es exasperante e impertinente.

—¿Impertinente? —repite.

No sonríe, pero juraría que noto cierto tono de sarcasmo en su voz.

—Hace preguntas que no tiene derecho a formular.

—Y usted marea la perdiz de un modo muy elegante, pero sigue sin responder a mi impertinente pregunta.

—Creía que un hombre tan inteligente como usted se habría dado cuenta de que la estoy evitando.

—Mire, señorita moi, un hombre no llega donde yo he llegado sin prestar atención a los detalles. Soy tan diligente como persistente. —Me tiene atrapada, inmovilizada en su punto de mira—. Cuando me interesa comprar algo aprendo todo lo que puedo sobre ese algo y a continuación lo persigo sin descanso.

DESATAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora