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Caminaba por las frías calles del Bronx en busca de un lugar para pasar la noche, había caminado por horas y el cansancio ya me consumía.

—¿Por qué diablos te tuvieron que meter a la cárcel? —dije entre dientes pateando una pequeña piedra.

Blake, maldito Blake. Tú eras en el único que he podido confiar en todos estos años y ahora me dejas sola por tu puto error.

"—Tienes que prometerme que si algo me llega a pasar, iras al Bronx y buscaras a Jake O'Connell. ¿Entendido?

Entendido."

Sabía que el Bronx era peligroso, pero la verdad es que todo lo que fuese peligroso me llamaba la atención. No estaba de acuerdo con buscar a ese tal Jake, no podía confiar en un completo desconocido, a pesar de que Blake si confiara en él.

Levanté la mirada del suelo y una fría corriente de aire golpeo mi rostro haciéndome tiritar del frío, cruce mis brazos sobre mi pecho tratando de darme algo de mi mismo calor corporal.

Acomodé mi cabello en el gorro negro que tenía sobre mi cabeza y un jodido recuerdo se me vino a la mente.

Las lagrimas corrían por mis mejillas, hace tan solo minutos un hombre de color había abusado de mi, me sentía sucia y decidí que esta sería la ultima vez que un hombre me tocaría.

—Todos son iguales, unos jodidos perros.

Tenía claro que no podía creer en nadie jamas nunca ya que la primera en traicionarme y desilusionarme fue mi madre. Ignoré las palabras que había dicho aquel hombre.

"Buena chica, mañana pasaré por ti ya que tu madre recibió una gran cantidad de dinero de mi —sonrío mostrando sus dientes, algunos de oro ya que eran de un color dorado brillante— No te vayas a mover de aquí, ahora me perteneces..."

Cuando el hombre su marchó, me dirigí a mi habitación tomando un bolso y guarde la poca ropa que tenía, hoy seria el gran día que me iría lejos de aquí.

Mi madre estaba en la habitación contigua así que no podía irme por la puerta de entrada, mi vista busco alguna otra salida hasta que mis ojos se posaron en la ventana. Puse mi bolso en mi espalda y abrí la ventana en silencio, pase una pierna y luego la otra estando sentada en el marco, salté.

—¡Bien! —dije emocionada.

Era la primera vez que me atrevía a hacer algo como esto y desobedecer a mi madre.

Caminé por horas y horas hasta que me encontré con un edificio abandonado, eso creía yo. Entré y me di cuenta que habían pocos muebles, deje mi bolso en el suelo y me acosté en el pequeño sofá para dormir un poco.

No sabía cuanto tiempo había dormido pero alguien me despertó, levante mi mirada y me encontré con un chico que aparentaba tener unos 18 años, tenía cabello negro, piel blanca y unos cuantos lunares en su rostro.

—¿Qui-quien eres? —mi voz sonó asustada.

—Tranquila —sonrío sentándose frente a mi con una taza en sus manos— Soy Blake y vivo aquí. ¿Tú quien eres?

—No te puedo decir, eres un extraño.

Rió y se levantó de su lugar, lo seguí con la mirada y observé como tomaba otra taza y servía un liquido negro, se acerco nuevamente y dejo aquella taza frente a mi.

—Bebe, es café.

Oh Blake, ¿porqué rayos me dejaste sola?

Suspiré ante el recuerdo de como nos conocimos, él me entrego todo lo bueno que podía darme, un hogar donde vivir y alimentos. Él me enseñó a usar un arma y a defenderme de cualquier cosa o persona. Él me enseño a ser una chica fuerte.

Metí mis manos a mi chaqueta hasta que encontré un departamento abandonado —otra vez— la historia se repetía pero sabía que esta vez no me encontraría con Blake.

Abrí la puerta y estaba todo obscuro, nadie había estado aquí por semanas, incluso meses.

—¿Hola? —dije alto para comprobar que nadie estuviese aquí.

Y parece que nadie estaba porque no recibí respuesta, camine hacia una habitación en la cual habían unos cuantos muebles, me acerqué para observar unos papeles que habían en el escritorio mas cercano que estaba de mi.

—¿Qué es esto? —fruncí el ceño.

En eso se siente un ruido a mis espaldas, me giró rápidamente para comprobar de que se trataba cuando alguien pone su mano sobre mis labios impidiendo que gritara o hablara.

—¿Qué mierda haces aquí? —era la voz de un chico.

Por mas que tratara de mirarlo, no podía, me tenía apoyada contra su pecho. Me soltó y me gire para poder mirarlo.

—¿Y tú que mierda haces, eh? —dije alzando mis brazos enojada— No puedes venir así como así y tomarme de esa manera, no se te ocurra volver a tocarme.

El chico llevaba una chaqueta negra de cuero, unos jeans negros y unas zapatillas blancas que le resaltaban.

Me fijé que tomo algo, cinta adhesiva por el sonido que transmitió, se me acerco rápidamente y puso la cinta en mi boca, tomó mis brazos y paso una cuerda sobre mis muñecas.

¿Qué mierda hará este imbecil?

Se acerco nuevamente a mi y paso sus manos por los bolsillos de mi chaqueta y luego bajo a mis pantalones, cuando toco mi trasero le di con mi rodilla, justo donde quería, en su entrepierna.

—Jodida perra —gruño enojado.

Levanto su mano para golpearme pero no lo hizo, en cambio saco la cinta adhesiva de mis labios.

—Dame el número de algún familiar —soltó dándome la espalda.

—No tengo a nadie, idiota.

—Acabaras con la poca paciencia que tengo, blanquita —sonrío de lado y levanto su ceja izquierda.

—Si quieres creer, me da igual —me encogí de hombros.

—¿Cómo no vas a tener a nadie? —gritó.

—¡No tengo a nadie! —respondí rodando mis ojos.

—Perfecto —dijo frustrado.

Bufé —¿Qué querías?

—Cobrar recompensa por ti —dijo como si nada a lo cual me reí a carcajadas— ¿De que mierda te ríes?

—De nada —seguí riéndome— Ahora sé buen chico y sácame esta mierda.

Me miro un par de segundos y accedió sacándome la cuerda de mis muñecas, con mi mano derecha acaricie mi muñeca izquierda ya que me había dejado una marca roja.

—Sabes, estoy jodidamente cansada como para discutir o hablar contigo —dije despreocupada de la situación— Así que dormiré aquí.

Sonreí y camine hacia un sofá largo que estaba al final de la habitación, me recosté acomodándome y de reojo miré al chico que me observaba a la distancia.

—No pienses que me iré, porque yo llegue primero aquí —soltó.

—Me da igual —cerré mis ojos— Con tal que no me toques, esta todo bien.

Luego de unos segundos abrí lentamente mis ojos para verificar si seguía aquí, y efectivamente aún estaba aquí, recostado en el otro sofá con sus ojos cerrados, supuse que ya estaba dormido. Deje salir todo el aire que mantenía guardado en mis pulmones con un largo suspiro y cerré nuevamente mis ojos para quedarme profundamente dormida.

No Sense ➸ Jason McCann {jb}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora