Capítulo 4: Promesas del pasado.

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La noche acabó y con ello llego el día, el día en el que Carla obtendría su verdad, aunque con lo sucedido la noche anterior no sabía cómo sacar el tema.

Era hora de ir abriendo los ojos y cuando lo hizo descubrió que se encontraba con la misma escena a la de anoche pero invertida, esta vez no es ella quien abrazaba al tembloroso Josué, sino ella era quien era abrazada por la espalda, ¡incluso estaba usando el brazo del muchacho como si de una almohada se tratase!. Intentó levantarse, cuando una voz resonó en su oído mientras un brazo iba rodeando la cintura de la chica. –Buenos días mi dulce princesa- La voz resonaba con fuerza en el oído derecho de Carla haciendo que un escalofrío recorriese la espina dorsal de la joven.

-El día ha amanecido terriblemente malo, deberíamos permanecer aquí en la cama por todo el día, me gusta abrazarte...se siente como si fuese una dimensión aparte, se siente cómodo y relajado...- Carla intento zafarse del brazo del joven pero éste hizo un poco de fuerza trayéndola consigo haciendo que sus cuerpos estuviesen aún más cerca. A pesar de estar de espaldas y de no poder Carla ver la expresión del muchacho este se había quedado embelesado mirando la nuca de la chica y acerco sus labios para darle un beso en dicha zona.

-Realmente tu nuca parece llamar a gritos a mis labios, ¿Lo sabías?- Las palabras del muchacho volvían a resonar en la cabeza de la muchacha la cual se sonrojó y agacho la cabeza evitando a toda costa que Josué viese el sonrojo de sus mejillas, ella no quería que lo viese porque había notado que tal vez se aprovecharía de la situación y que se escaquearía de contarle toda la verdad que le debía de la noche anterior. En cambio, Carla...seguía sin saber cómo sacarle el tema, y entre pensamiento y pensamiento y una cama tan suave y un brazo por almohada, Carla acabó dando una cabezada por un rato más. Cuando el muchacho se percató de que la chica se había

quedado dormida nuevamente, acercando sus labios a la oreja de la chica, casi rozando el labio con la oreja le dijo...-Mi bella princesa, volverte a ver después de tantos años, solo despierta el anhelo que dejaste en mí, aquel accidente...fue como perder mi propia alma, no quiero volver a perderte de nuevo, prometí protegerte, y eso haré a costa de mi propia vida.- Un eco de unas palabras lejanas habían llegado a los oídos de la joven durmiente, pero no habían llegado con la suficiente fuerza como para que pudiese averiguar qué era lo que le habían dicho, Carla se hallaba ahora en una nube de felicidad y comodidad que parecía que hacia muchísimo tiempo que no probaba.

Más tarde un ruido despertó a la joven del sueño pacifico que había estado teniendo, no lo recordaba, pues a menudo no solía recordar lo que soñaba, a diferencia de su amiga Luna que se aprovechaba de esos sueños y los modificaba para crear relatos en su blog en internet. Dicho ruido parecía venir de fuera, el ruido acabo siendo el golpe de la lluvia contra las ventanas, realmente sí que era un día de los desapacibles en los que nadie en su sano juicio saldría de casa a menos que el trabajo lo obligase. Espera...trabajo... ¿¡Trabajo?! Fue de regreso a la cama donde se encontraba el ahora bello durmiente, su cara ahora estaba tranquila, de echo incluso se podía ver una suave sonrisa llena de paz y de tranquilidad....se tumbó al lado del chico apoyando los codos en la cama y la cara sobre sus manos y miro detenidamente al joven, realmente sus facciones eran básicamente perfectas cuando estaba relajado, no quería despertarlo, ahora se percibía en su expresión que estaba más calmado, Carla supuso que si no había salido escopetado a trabajar quizás era simplemente porque ese día lo tenía libre...pero ¿Libre para qué? ¿Quizás había pensado que ella se iba a presentar allí sin avisar? Carla pensó que eso era imposible porque no había dejado indicio alguno de que fuese capaz de aquello.

El joven mostró el ceño fruncido... ¡Oh! Una expresión nueva pensó Carla, aunque personalmente la expresión de paz y tranquilidad era mucho más bonita pensó, esta era un tanto divertida, pensó en aprovecharse de la situación y aprovecharse del joven durmiente y poso un dedo sobre la arruga que surge al fruncir el ceño y esta desapareció por unos instantes hasta regresar cuando dejaba de hacer presión. Y así repetidas veces, sin darse cuenta que el muchacho había despertado y se había estado fijando en la expresión de la muchacha...

La desventura de Carla.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora