Capítulo 1, parte 1.

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Hace unos días atrás.

—No creo que necesite recordarles que faltan ocho meses para que finalicen la carrera. Lo que significa que a esta altura ya deben de haber pensado cuál será su último proyecto. Como una recomendación de una persona que ya ha pasado por esto y que además es un ex graduado de esta Universidad; les aconsejo que utilicen todos y cada uno de los conocimientos adquiridos en estos últimos tres años. Además, de por supuesto, las habilidades que con cada prueba y proyecto fueron desarrollando —la voz fuerte y clara del profesor de Sistemas Colaborativos, se escuchaba por todo el auditorio—. Necesitan crear algo innovador, algo que nos haga pensar: “¡Sí, él (ella) es un verdadero estudiante de la prestigiosa Universidad Élite de New York!”. Porque como bien saben, el director Lewis, algunos de los mejores ingenieros, desarrolladores y programadores del país, y mi persona por supuesto; seremos los jueces. En otras palabras, tienen que hacerlo más que perfecto.

Doy una rápida e indiferente mirada a mi alrededor, encontrándome con diversas expresiones. Unas muy serias y preocupadas, así como otras llenas de confianza y arrogancia.  Sonrío para mis adentros. Creo que soy el único al que le importa un reverendo pepino lo del proyecto. Y lo más interesante, es que todos tienen una alta expectativa sobre lo que presentaré. Una verdadera lástima —para ellos— porque no pienso hacer una mierda. Además, no pueden obligarme por el simple hecho de que mis notas son y han sido las mejores que hay en la carrera de Ingeniería Informática. Lo que significa, en resumidas palabras, es que a excepción de los demás puedo tomarme la libertad de presentar o no el proyecto final; sin perjudicar mi graduación.

Y ya lo creo que no lo presentaré.

Juré no volver a crear ningún maldito programa. ¿Para qué? Jack McChrystal me robó más que un simple software. No. Me robó más que eso. Se llevó consigo mis deseos de volver a crear algo en mi vida. Un frusrado suspiro escapa de mis labios sin poderlo evitar. Simplemente no vale la pena seguir pensando en ello. No puedo cambiar a esta maldita sociedad. Me recuerdo con cierta amargura y resignación. Pero como realmente no saco nada pensar en el pasado, salvo volver a sentir la conocida ira e injusticia, dejo de lado todo aquello y acomodándome con gran despreocupación; vuelvo a poner mi aburrida mirada en el profesor Johnson. Que sigue hablando sobre el proyecto.

Otro suspiro escapa de mis labios.

Esto va para largo.

Y vaya que lo fue. Si no fuera por el sonido irritante de la alarma de mi viejo reloj, que me trae de golpe al presente, no me hubiera dado cuenta que en medio de la clase me quedé profundamente dormido. En cuanto levanto la mirada me percato que todos mis compañeros se han ido, dejándome solo en compañía del profesor. Mascullando por lo bajo, me levanto y tomo mi mochila. Cuando llego a la primera fila de asientos, me permito levantar la cabeza, encontrándome todavía al profesor junto a su escritorio viéndome con esos viejos y sabios ojos azules llenos de reproche.
El señor Johnson, un hombre de unos cincuenta y ocho años, es uno de los mejores profesores de esta Universidad. Y uno de los muchos que se han encargado por todos los medios posibles de obligarme a crear nuevos programas. Algo inútil a decir verdad, pero no menos fastidioso. Sólo el verlo con los brazos cruzados a la altura de su pecho, tensando la camisa de vestir a cuadros azul con blanco sobre su barriga, dándole un aspecto un poco más severo; me hace querer desear no haber despertado de tan relajante sueño. Porque estoy seguro que me dirá uno de sus largos —y ya conocidos— regaños.

—Drey, nuevamente no estabas prestando atención —su ronca y cansada voz, rompe el tenso silencio—. Si sigues así tus notas se verán afectadas y te quitarán la beca.

Como si le importara una mierda.

—Lo siento, señor Johnson. Prestaré atención en la otra clase —respondo de inmediato mientras me encojo de hombros.

Casado Con Una Mafiosa © [#1 MORTEM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora