Capítulo 3.

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«Casate conmigo.»

Es una broma, ¿verdad? Mis oídos tuvieron que haber escuchado mal. Porque es imposible que una chica me esté pidiendo que me case con ella, y como si fuese poco; es una completa extraña.
Creo que sí, son alucinaciones mías. Nada de esto es real, es una simple y maldita pesadilla.

—¿Drey?

Aquella ronca voz, que pasará a formar parte de mis pesadillas, me saca de mis delirios. Parpadeo y frunzo el ceño. Le doy una rápida mirada a todos los presentes, o por los menos a los que no están inconscientes. Thomas y Gilbert ven casi igual de sorprendidos que yo a ésta chica que está en frente de mí; incluso la diversión de Gilbert ha sido borrada de su rostro. Y dado que ellos la conocen mejor que yo, significa que la tontería que acaba de salir de sus labios no es algo que comúnmente hace. Aunque bueno, definitivamente pedir matrimonio a cualquier extraño no es nada normal o común.

«Casate conmigo.»

Demonios. Un nuevo estremecimiento recorre mi cuerpo, erizando los vellos de mis brazos y nuca, en su proceso. El cuero cabelludo empieza a hormiguear y en mi interior se instala un frío de lo más inquietante, como si en mis venas en deber de pasar cálida y liquida sangre fuese espesa y fría.

Observo fijamente esos ojos negros, tratando de averiguar por medio de su mirada qué demonios está planeando. No me gusta en lo absoluto todo esto, y ya es suficiente malo haber visto a la persona que yo creía mi padre morir en media sala por mano de nada más y nada menos que de mi padre biológico. Aunque todavía no me creo todo ese cuento, mi madre tiene mucho que explicar. Suspiro, y cierro los ojos por un momento mientras trato de poner en orden mis pensamientos, mientras busco la manera de controlar mis emociones. Todo esto es demasiado intenso y extraño como para dejarme superar tan fácil.

Pasan cerca de dos o tres minutos, bajo un tenso silencio, sintiendo esa penetrante e intensa mirada fija en mi persona. Abro los ojos de nuevo, y no me sorprendo para nada cuando los vellos de mi nuca se erizan al conectar con esa oscura mirada.

¡¿En serio, qué demonios es esa chica?!

No importa lo que piense o diga, todo para ella esto es como alguna clase de juego. Y el ponerme a discutir o renegar no me llevará a ningún lado, ya tendré mi oportunidad. Por el momento trataré de seguirle el juego, tal vez así consigo descifrarla. O eso es lo que creo.

—¿Qué te hace pensar que me casaré contigo?—pregunto al cabo de un largo silencio, manteniendo un expresión serena y neutral en mi rostro. Dakota levanta una ceja, así como una de sus comisuras titubea; aguantando a duras penas la risa.

Me trago el enojo que siento en lo profundo de mi ser. Y fijo mi atención por un momento en mi madre—y hermana—que han empezado a despertar.

—¿Porqué, preguntas?—su voz llama mi atención de nuevo. Aquella inquietante sonrisa se forma finalmente en la comisura de sus labios y empieza a caminar en frente de mí; manteniendo aquella reluciente pistola entre sus manos. Se detiene y pone sus ojos negros en mi rostro, inevitablemente me estremezco.

—Por que yo lo digo, Drey Kirchner.—responde y se encoge de hombros. Frunzo el ceño. —Además...si no lo haces tu querida madre y hermana, morirán.

Un escalofrío me recorre al verla apuntar hacia ellas. Ladea la cabeza, sonriéndome con diversión. Claramente tentando mi paciencia. Tomo una profunda y enojada respiración.

Casado Con Una Mafiosa © [#1 MORTEM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora