Capítulo 22.

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DAKOTA.

—¿Cuándo piensas decirle que eres su madre?

Juego con el encendedor entre mis manos, levanto la mirada y la clavo en los ojos marrones de Regina. Ella ni siquiera hace un mueca o pierde la compostura, pero puedo apostar a que ella pensaba que yo no lo sabía. Y lo sé porque aunque ella es una profesional en esconder sus expresiones, soy demasiado buena leyendolas y el ligero temblor en sus párpados cuando pregunté aquello; fue lo único que me indicó que la tomé desprevenida.

—¿Así que ya lo sabes?—pregunta todavía tratando de mantener la compostura. Reprimo una sonrisa, tomo la caja de cigarrillos que hay encima de mi escritorio, saco uno y lo dejo entre mis labios; observo el fuego quemar uno de los extremos del cigarrillo.

—Oh vamos Regina, ¿realmente creíste que no iba a sospechar el hecho de que no mencionaste su apellido?—pregunto después de darle una larga calada a mi cigarro. La Beltrán cruza las piernas y no deja de observarme con esos intensos ojos marrones. —Además, la chica es la viva estampa de Steven.

Y sólo la mera mención del ex esposo de Regina fue lo suficiente para realmente hacerla perder ese auto control que cualquier mafioso o narcotraficante envidiaría tener.

—¡Hija de la grandísima puta!—exclama mientras saca su arma y me apunta con ella. Levanto una ceja y dejo escapar el humo del cigarrillo en una larga exhalación.

—¿Estás segura de querer amenazarme, en mi maldita casa?—mi voz sale peligrosamente suave, casi amable. Casi.

—Cuidado Dakota. Que no se te olvide que la única que puede ayudarte con La Eme soy yo.—dice marcandose su acento mexicano. Sonrío contra mi cigarrillo.

—Por supuesto. Pero que a ti no se te olvide el hecho de que acabo de salvar la familia adoptiva de tu querida hija.—respondo sin inmutarme por su fulminante mirada. —Además no se porqué te pones así. Fue un simple comentario. ¿O acaso quieres que todos se enteren que la gran Regina “La madrina” Beltrán tiene una pequeña hija por ahí?

—¿Estás amenazandome?—entrecierra los ojos y una expresión escalofriante se apodera de su atractivo rostro.

—Y lo dice la persona que me apunta con un arma.—me burlo. Regina me mira fijamente, sin cambiar su expresión. Pongo los ojos en blanco. —Relájate. ¿Quieres? Sabes que ni a ti ni a mí, nos conviene tener problemas entre ambas.

La susodicha gruñe y suelta varios impropios en español, que los traduciría pero la verdad me da demasiada pereza. Al final no le queda de otra que suspirar con cierta resignación. Guarda el arma nuevamente.

—Bueno en eso tienes razón.—dice a regañadientes. Está en nuestra sangre ser orgullosas. —Pero todavía no abandono el luto de Steven, Los Nuestra Familia pagarán con sangre el haberme quitado a mi esposo.

Dejo escapar una larga exhalación de humo y observo atentamente a Regina. Hace cerca de unos doce años que la pandilla enemiga de La Eme, en una de sus tantas guerras, decidieron ir por la debilidad y la persona más importante de La Madrina Beltrán; su esposo. Steven Rodriguez, un miembro antiguo e importante de La Eme, se enfrentó contra uno de los más antiguos de la Nuestra Familia. Sin embargo nadie pensó o creyó posible que existiese alguien que hubiese podido matar a Steven. Era un hombre inteligente, cruel cuando tenía que ser y muy habilidoso con las armas; blancas y de fuego. Por eso para nadie fue una sorpresa que en esa pelea, le tendieran una emboscada a Steven. Creo, y si mal no recuerdo, que a Regina le enviaron la cabeza de su esposo en una caja de regalos con una nota bastante...horrible. Y por eso, cuando alguien lo menciona normalmente termina con alguna bala en su cuerpo, digamos que en su frente o en el pene. Y teniendo en cuenta que no tengo pene, y a Regina no le conviene matarme; me considero afortunada.

Casado Con Una Mafiosa © [#1 MORTEM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora